Image: Historias de Manhattan

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Letras

Historias de Manhattan

Louis Auchincloss

9 mayo, 2014 02:00

Louis Auchincloss. Foto: S. Sleeves

Traducción de Ignacio Peyró. Elba, 2014. 296 pp. 22 e.

Probablemente sea Auchincloss (1917-2010) el autor norteamericano más prolífico. Desde que en 1947 editara The Indiferent Children hasta su fallecimiento publicó 60 títulos de ficción y una veintena de estudios críticos. Se trata del más genuino continuador del modelo narrativo característico de un Henry James o una Edith Wharton en tanto en cuanto sus novelas narran -analizan- la vida de las clases altas. Ésa es la esencia de los relatos incluidos en Historias de Manhattan. Como apunta en el prólogo Peyró, es una "síntesis de las recurrencias de su anterior narrativa a modo de variaciones sobre una partitura" (p. 27).

Quienes pertenecían a la aristocracia provinciana que mostró Cheever o la clase media norteamericana que encarnara Harry "Conejo" Angstrom, de Updike, se veían atrapados en el laberinto que formaban las obligaciones familiares, el dinero, el sexo y el amor; también los personajes de Auchincloss, pero ahora lo que esclaviza es la tradición y la reputación. Sus personajes son herederos de unos principios que los tienen maniatados hasta el punto de sacrificar su felicidad. Las tres partes en las que está dividido el volumen -"La vieja Nueva York", "Entre deux guerres", y "Más cerca de hoy"-, una suerte de compendio del siglo XX, parecen indicar que nos encontramos ante valores inalterables, que permanecen más allá de tragedias del calado de dos guerras mundiales.

En el primer relato, "Todo lo que sea digno de un hombre", encontramos al narrador Ambrose Vollard. El espíritu osado ha caracterizado a todos los hombres de su familia, pero él no participó en la Gran Guerra y al final es derrotado. "Tu padre se convirtió en un héroe a base de agallas", le espeta su madre; "Bajé la cabeza en un silencio de amargura, pero también de aceptación" (p. 48) Algo similar ocurre en "El asistente del juez". El protagonista, vencido, intenta perderse "en la bendita impersonalidad de los impuestos. Al igual que la muerte, ellos siempre estarán junto a nosotros" (p. 174). De igual forma asume la derrota el protagonista de "Las letras escarlatas".

De manera sutil Auchinclos va desvelando los dilemas morales que deben afrontar sus protagonistas. En "La heredera" y "La casamentera" se plantea el tema del matrimonio por interés. Los números se habían convertido para el protagonista de "El asistente del juez" en el único refugio a una vida filosóficamente miserable; lo mismo que para Alida, la protagonista de "La edad traicionera", el relato que más me ha interesado, representa la literatura. Acaba de cumplir cincuenta años y lleva veintiséis "armónicamente casada" (p. 207). Su terapeuta le ha indicado que escriba sus memorias para entender, como en "La heredera", quién era. El proceso de recuperar sus recuerdos tendrá un efecto catártico al descubrir la importancia, y no precisamente positiva, que Beverly, amigo de su marido y precisamente quien les presentó, tiene en sus vidas. En Auchincloss la realidad poco o nada que ver con las apariencias; esa es la única certeza que no logran superar sus personajes.