Image: Divinas comedias

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Letras

Divinas comedias

James Merrill

24 enero, 2014 01:00

James Merrill. Foto: Archivo

Traducción de Jeanette L. Clariond y Andrés Catalán. Vaso Roto. Madrid, 2013. 117 páginas, 16 euros

Asumimos que la poesía es un producto humano. Que la relación entre poesía y poeta es de expresión. Pero, ¿y si la poesía no fuera el medio, sino el amo? ¿Y si los seres humanos no fuéramos más que condiciones de existencia para el arte, como el agua lo es para la vida? Cuando escribía Divinas comedias, ¿se sentía James Merrill manipulado, usado por secuencias de palabras con voluntad de ser y sobrevivir?

No, obviamente. Y sin embargo, Divinas comedias (1976) es y sobrevive al instrumento que lo creó. Para escribir estos poemas, Merrill (Nueva York, 1926-Tucson, 1995) tuvo que adquirir experiencia -o sea, sufrir-, cambiar de estilo -abandonó la lírica para hacerse épico, que es lo único digno que un poeta puede ser-, reinventó su propia biografía y empezó a creer que Auden le hablaba a través de la Ouija. Ciertamente, estas comedias, además de divinas, eran muy exigentes. A cambio de tanto sacrificio, Merrill recibió el Pulitzer, que es como lo de ir a Las Vegas y volverte con una camiseta. La poesía es desagradable, cruel y francamente no entiendo por qué nos gusta. Divinas comedias es la obra de una vida, sublimidad a base de palos. Contiene más secretos que las religiones, es misteriosa y ancestral como ellas. No abre ni una puerta: es puro intelecto vuelto sobre sí mismo. Si hay algo que nos entusiasma incluso más que destruir, es crear.

Merrill no es Dante: es su implosión, la fragmentación de la conciencia en crisis. Como Dante, usa la categoría comedia para ahuyentar la muerte: si acaba bien, o si no acaba propiamente, no es tragedia. Los poemas son narrativos y constitutivos de una identidad colectiva. Merrill no es en absoluto confesional. Es ideológico. Establece patrones lingüísticos y culturales a partir de imposturas intelectuales ajenas. Viene de Eliot y de los poetas venerados por Bloom. Divinas comedias no se puede hackear: nadie ha entrado en este sistema, nadie lo ha dañado. Curiosamente, en el centro de este código irrompible está Lost in Translation, uno de los poemas más populares de la literatura occidental. Un niño hace un puzzle. En el proceso, descubre que la realidad son piezas sueltas que no encajan y además siempre falta alguna. Como se ve, originalidad argumental, poca. Pero está Mademoiselle, que nos habla en dos idiomas con un solo acento, y nos protege contra la soledad de ser niños -la más terrible de todas-, y cuida de nosotros porque le pagan por hacerlo. Mademoiselle, de la que aprendemos que los seres humanos estamos programados para entender lo incompleto, lo fallido, por mucho que soñemos con respuestas cabales a preguntas bien urdidas. "Pero nada se pierde. O quizá todo sea traducción/ y cada parte de nosotros se pierde en ella/ […] y en esa pérdida un árbol se oculta a sí mismo,/ adquiere el color del contexto, imperceptiblemente/ luchando contra su ángel, y transforma lo perdido/ en sombra y fibra, leche y memoria". Nos expresamos mejor en una lengua en ruinas que con gritos y lágrimas. ¿Qué tipo de criaturas somos?

Damien Hirst dice que el arte le sirve para comunicar que a veces no tiene nada que comunicar, y no ironiza. Divinas comedias es la reivindicación de nuestro derecho a la pérdida y al destrozo, a sentirnos en casa cuando ni siquiera sabemos dónde estamos. Vienen genios y nos urgen a cambiar de vida, de alma, porque al parecer somos horribles a los ojos de los genios. Merrill era un genio, pero no uno de ellos. Nos dignificó en cada verso. La poesía lo usó para eso.

Fragmento

Ven a morar dentro de mí, dijo la cascada.
Hay un recinto de piedra negra
alto y seco detrás de mi deslumbrante vida.
Quédate aquí un año o dos, un año o diez,
hasta que lo hayas oído todo,
la historia interior ensordecedora aunque verdadera.
[…]
Y luego olvida. Perdona
el extremo vacío de mis huesos, este amuleto
expía a quien lo usa.
Con el tiempo todas las cosas se hacen música.
¿Cómo puedes vivir sin mí? Mientras yo viva
ven a vivir dentro de mí, dijo la cascada.