Image: Tomas Tranströmer, un poeta abrazado al mundo

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Letras

Tomas Tranströmer, un poeta abrazado al mundo

La Cátedra Vargas Llosa y la Embajada de Suecia homenajean al poeta sueco, Nobel de Literatura 2011, en un acto en el Círculo de Bellas Artes que ha contado su presencia

19 octubre, 2012 02:00

Tomas Tranströmer


Una apoplejía dejó sin habla a Tomas Tranströmer (Estocolmo, 1931). A su lado siempre va su mujer, Monica, a la que lleva unido más de 50 años. Ella traduce sus gestos: guiños, diversas tonalidades de sonrisas, movimientos de manos y brazos, sus silencios... Esta noche ha tenido que redoblar sus esfuerzos de intérprete. El poeta sueco, galardonado con el Premio Nobel en 2011, "porque con sus imágenes condensadas y translúcidas nos da un nuevo acceso a la realidad", ha visitado nuestro país y mucha gente que le admira y le quiere bien intentaba manifestarle su estima, mientras que él intentaba corresponderla. En el Salón de Columnas del Círculo de Bellas Artes, diversos poetas españoles, como Caballero Bonald, Juan Antonio González Iglesias y Carlos Pardo, han leído algunos de sus versos. Tranströmer ha escuchado sentado en su silla de ruedas, de la que colgaba un bastón. Ha sido el homenaje que la Cátedra Vargas Llosa y la Embajada de Suecia le han brindado.

Caballero Bonald, por aquello de ser el más veterano, ha abierto la lectura. Ha escogido Paso de peatones: "Muy por debajo del tráfico, en la tierra espera / el bosque no nacido, inmóvil por mil años". El poeta jerezano ha reflexionado al término, en un aparte junto a elcultural.com, las razones por las que las obras de Tranströmer activan su interés al leer: "Siempre me ha parecido muy atractivo su sistema reflexivo sobre el que arma los poemas, que le permite penetrar en la experiencia con una gran profundidad, hasta encontrar muchos de sus secretos".

Caballero Bonald ha sido presentado antes de acercarse al atril como el "Tranströmer español". "Será por viejo. Aunque, bueno, él es más joven que yo, que soy casi una especie de patriarca. Ha sido halagador. Espero la comparación sea el anticipo de la concesión del Nobel", bromeaba entre risas. Luego, ya en serio, ha reconocido los vasos comunicantes entre ambos: "A mí me interesa más su poesía meditativa que la narrativa. Ahí es donde compartimos las misma concepción de la expresión poética". Y ha remachado: "Ha sido siempre un hombre que ha vivido al margen de las alharacas y los cenáculos literarios. Eso es muy de agradecer y un síntoma de poeta verdadero".

Esa indiferencia hacia la fama la acreditaba su cabeza gacha mientras un enjambre de fotógrafos (profesionales y espontáneos) le asaeteaban con sus flashes. Eso sí, cuando ha llegado Vargas Llosa, ha vuelto a corresponder al afectuoso saludo del Nobel peruano con una sonrisa de claridad nórdica. Tranströmer tuvo claro desde jovencito que la dedicación en la que quería volcarse a lo largo de su vida era la de escribir poesía. Pero sabía que tenía que nadar y guardar la ropa. Difícilmente podría mantener a una familia alumbrando metáforas. Entonces decidió que debía hacer otra cosa a la vez, pero no quería que ésta fuera incompatible con su vocación. La psicología le dio la solución, porque lejos de apartarle de la poesía, lo que hizo fue sumar una rica experiencia en su biografía, que luego él destiló en sus libros. Sobre todo porque su labor como terapeuta de la mente se desarrolló en hospitales, centros de enseñanza de niños conflictivos, cárceles... Algo que le creó un fuerte sentido cívico, un compromiso estrecho con sus congéneres.

"Uno de los aspectos de la poesía de Tranströmer es precisamente ese lado ético. La defensa del bien que hace. Lo dice en su poema En el delta del Nilo: "Hay uno que es bueno. / Hay uno que puede verlo todo sin odiar". Es importante que lo sepamos, que siempre a nuestro alrededor alguien será puro e incapaz de odiar", explica Juan Antonio González Iglesias. "Es una poesía moral que no cae en la moralina". Para el autor de Eros es más, en Tranströmer también se da una virtud que, a su juicio, es exigible a todo poeta actual: "La sencillez. Sus metáforas son fácilmente comprensibles, sin dejar de ser metáforas". González Iglesias, que ha venido desde Francia (lleva un par de meses viviendo como escritor residente en la finca de Marguerite Yourcenar) expresamente para el homenaje, coge carrerilla y empieza a enunciar más cualidades: "También su reivindicación de la singularidad humana en mitad de la masa, del hombre refinado por las artes; su capacidad profética, que le llevó a profetizar su propio ictus; que escuche a los sueños y luego sea capaz de transmitirlos...".

Carlos Pardo también es un gran entusiasta de Tranströmer, al que lee desde hace años, como, dice, "muchos poetas españoles de mi generación, que fuimos muy felices el día que le dieron el Nobel y en los que ha influido muchísimo". Él se encargó escribir el prólogo de El cielo a medio hacer, la antología de su poesía publicada por Nórdica, la editorial que tomó el testigo de Hiperión en la edición en España de la obra del poeta sueco. Aunque el primero que lo introdujo en nuestro país fue el traductor Roberto Uriz a través de revistas literarias. Pardo cree que hay un verso de Tranströmer que concentra toda su esencia: "El mundo y yo dimos un salto el uno hacia el otro". El poeta abraza el entorno que lo rodea, pero lo hace "fuera de los clichés de lo que aquí conocemos como la poesía de la experiencia. Él es un poeta muy real pero no realista, porque incorpora toda la imagenería propia de las vanguardias, con una gran riqueza simbólica".

Eso sí, sin pedantería ni fuegos artificiales. Todo lo contrario: en Tranströmer es evidente, como subraya Esther Ramón, que su intención no es ser poeta sino poema. Queda patente en Pájaros matinales: "Fantástico sentir cómo el poema crece / mientras voy encogiéndome. / Crece, ocupa mi lugar. / Me desplaza. / Me arroja del nido. / El poema está listo".