Raymond Carr

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Letras

Raymond Carr, un zorro metido a hispanista

El historiador inglés recibe en la residencia del embajador español en Londres el I Premio Fundación Banco Santander a las Relaciones Hispano-Británicas

11 abril, 2012 02:00

Hubo un tiempo que a los españoles tenían que venir de fuera a decirnos que éramos parte crucial de Europa, que nuestra historia y nuestra cultura no era un reducto de ínfima calidad en comparación con las otras grandes potencias del continente: Inglaterra, Francia, Alemania... En esa labor de aleccionamiento constructivo para nuestro país jugaron un papel determinante los denominados -contra su voluntad- hispanistas británicos. John Elliott, Hugh Thomas, Paul Preston son los ejemplos que más repercusión han tenido. Pero antes de ellos, estuvo Raymond Carr (Bath, Gran Bretaña, 1919), al que muchos consideran el auténtico pionero en estas lides. Fue su ejemplo el que espoleó en Reino Unido el interés por el estudio histórico de España. Y en su currículo cuenta con libros de consulta ineludible para profundizar en nuestro siglo XIX y XX, en particular Historia de España 1808-1975. Ese carácter precursor es el que le ha valido el I Premio Fundación Banco Santander a las Relaciones Hispano-Británicas, otorgado por un jurado compuesto por Lord Garel Jones (ex ministro de AAEE Europeos e Iberoamérica del Reino Unido), copresidido por Ana Patricia Botín (Consejera de Banco Santander), Antonio Escámez (Presidente de Fundación Banco Santander), Paul Preston (historiador), Denise Holt (Presidenta de la Anglo-Spanish Society), Sir Keith Onions (Rector del Imperial College de Londres), y Borja Baselga (Dtor. Fundación Banco Santander). El fallo se comunicó el pasado mes de marzo, pero no ha sido hasta hoy cuando se le ha rendido homenaje, en un acto en la casa del embajador español en Reino Unido (todavía Carles Casajuana a la espera de que los próximos días tome el cargo Federico Trillo), en la plaza de Belgravia de Londres. No podía ser mejor día para recibir los 10.000 euros con que está dotado el galardón (que Carr ha donado a Unicef y Amnistía Internacional), aparte de la escultura de la artista Cristina Iglesias. El profesor cumplía hoy 93 años. En silla de ruedas, entraba en el vestíbulo del edificio. Le flanqueaban todos esos hispanistas que, como él, han rebuscado en los pliegues de la historia española todas las versiones posibles para armar un fresco narrativo más cercano a la verdad, sobre todo en épocas en que el régimen franquista intentaba que el relato de nuestro pasado tuviera tan sólo unos determinados protagonistas, la mayor parte pomposos arquetipos de escaso sustento historiográfico. Todos ellos pronunciaban elogios hacia el maestro, sin excepción. Paul Preston (Liverpool, 1946), por ejemplo, ponía el acento en “el gran conocimiento que Carr posee de la literatura española del siglo XIX. Eso enriquece su prosa, le da matices y complejidad. Cada una de sus frases esconde diversas capas, y depende del nivel del lector para quedarse en las primeras o llegar a las profundas. Cuanto más sabes, más disfruta de sus libros. Creo que es un autor difícil, al que hay que abordar en el momento en que se tiene ya un cierto bagaje”. Otra de las virtudes que ensalza el autor de El Holocausto español, y de sendas biografías sobre Franco y el Rey Juan Carlos, es que “Carr ha viajado emperdinademente por toda España”, un país al que llegó por un accidente biográfico: la luna de miel con su mujer. John Elliott (Reading, 1930), por su parte, ha destacado la ingente labor de proselitismo hispánico que ha desarrollado en la Universidad de Oxford. “Es alguien que removió la fosilizada historiografía española en los años 40 y 50, abriendo nuevos enfoque y perspectivas. Siempre ha sido un iconoclasta, que no se ha creído las versiones dominantes y las ha sometido a un estudio riguroso para alumbrar, muchas veces, nuevas conclusiones”. Elliot, que ha adelantado que en septiembre publicará en España Haciendo historia, donde explica sus métodos y estrategias para ejercer su oficio de historiador, ha hecho hincapié también en “el equilibrio de Carr, en medio de las aguas convulsas de la historia española, agitadas de nuevo ahora por el Diccionario biográfico. Hugh Thomas (Windsor, 1931) ha aprovechado el acto para agradecer “la buena acogida y la reseña elogiosa que Carr brindó Historia de la Guerra Civil”, el monumental estudio sobre las causas, el devenir y las consecuencias de la barbarie desencadenada en el 36. Thomas ha puesto de relieve una faceta humana, la lúdica y licenciosa, que siempre ha caracterizado Raymond Carr, al contar que la primera vez que le conoció fue en una discoteca del Soho londinense donde rápidamente vieron que el hilo conductor que unía sus energías creativas era “el escepticismo”. Al escuchar tantas loas, Raymond Carr no ha podido evitar el efecto de la emoción. Aunque había advertido que no iba a hablar, al final ha empuñado al micrófono: “Todo lo que estoy escuchando me despierta muchos recuerdos bellos de los amigos que he dejado en España. Gracias por regalar un día inolvidable a un viejo hombre como yo”.