Image: Amélie Nothomb: Estoy permanentemente encinta de alguno de mis libros

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Letras

Amélie Nothomb: "Estoy permanentemente encinta de alguno de mis libros"

La escritora belga presenta en España su última novela, Una forma de vida, donde aborda de nuevo los trastornos alimenticios

23 marzo, 2012 01:00

Amélie Nothomb. Foto: Doménec Umbert.

Culta, más bien erudita, excéntrica por dentro y por fuera y con una curiosa mirada sobre la realidad y las cosas, entre el humor de lo absurdo y la trascendencia de la tragedia, la escritora belga nacida en Japón (Kobe, 1967) y educada entre Oriente y Occidente pasa por Barcelona para presentarnos a su "bebé recién nacido" que en este caso ha recibido el nombre de Una forma de vida (Anagrama), y narra la historia de la relación epistolar entre una novelista llamada Amélie Nothomb y un soldado norteamericano. Nos recibe con su habitual puesta en escena: un maquillaje muy pálido y algo empolvado, unos ojos penetrantes y muy perfilados en negro y unos labios excesivamente teñidos de rojo. Un homenaje a la cultura de la geisha, es lo primero que viene a la cabeza cuando se la observa detenidamente. Sus ademanes, controlados y un poco teatrales, tan artificiales como el acampanado sombrero negro del que no se despoja desde hace años cuando aparece en público, hacen pensar que le asusta el ruido de la fama, por lo que ha decidido fabricarse un personaje. De modo que es éste, y no ella, el que se expone ante los medios.

Pregunta.- ¿Aún guarda las cartas que le escribió el soldado Melvin Mapple?
Respuesta.- No, es una historia imaginaria. Lo que sí es cierto es que recibo diariamente una gran cantidad de cartas de mis lectores, que contesto personalmente y una por una. Me inventé esta historia porque quería escribir sobre la guerra y la obesidad.

P.- Escribir tres novelas al año, aunque sólo publique una de ellas, exige una imaginación portentosa. ¿De dónde saca tanta inspiración?
R.- A veces parto de una frase que leo en los periódicos, o de un episodio autobiográfico del que tengo necesidad de hablar o de algún hecho insignificante que me lleva a pensar en algo y de ahí sale una historia que me divierte desarrollar. Lo comparo con un objeto que está en el fondo del mar y de repente emerge a la superficie para que yo lo vea y... ¡me quedo embarazada otra vez! Mi sensación es justamente esa, la de estar permanentemente encinta y así llevo más de la mitad de mi vida.

P.- Le pasa como a Woody Allen, que siente la imperiosa necesidad de dar a luz una película al año...
R.- Me gusta la comparación. Supongo que a él le debe fascinar tanto contar historias visualmente como a mí hacerlo a través de la escritura. No encuentro otra manera de vivir tan apasionante como la de un escritor. Disfruto enormemente, me lo paso muy bien por eso no dejo de hacerlo. Escribir es muy difícil, pero para mí esa dificultad es placentera. Conozco a varios colegas que reconocen sufrir mucho mientras escriben, y siempre les digo lo mismo: que dejen de hacerlo. No se puede escribir desde el tormento sino desde la felicidad y el goce. Es mi manera de entender la profesión.

P.- ¿Algún truco para alimentar la creatividad?
R.- No pararme nunca. La mayoría de escritores dejan pasar un tiempo entre libro y libro, yo no espero nada. Necesito no parar, estar siempre en activo. Supongo que ahí debe haber algún miedo oculto al horror vacui.

P.- ¿Hay algo terapéutico en el acto de escribir?
R.- Totalmente. Pero esa no es la única explicación a mi amor por la escritura y al gran número de lectores que me siguen. Ahí hay algo más. Dudo que a nadie le divierta asistir al psicoanálisis de Amélie Nothomb. ¡Ni siquiera a mí misma!

P.- Lo suyo con la escritura no es precisamente una historia de vocación precoz.
R.- No, nunca había escrito nada antes de los 17 años. A esa edad me inicié y lo hice directamente en forma de novela, no de diario o de poesía que es lo habitual en la adolescencia. En esa época yo acababa de instalarme en Bruselas (ciudad de la que procede mi familia materna y paterna) para estudiar en la universidad, pero no me sentía europea sino japonesa, ya que nací en Japón y allí pasé mis primeros años. Dado que hablaba fluidamente el japonés tenía como meta acabar los estudios para regresar a Tokio y trabajar como traductora-intérprete del francés y el inglés al japonés. Al cumplir los 21 años lo hice y mi experiencia fue desastrosa, lo cuento en Estupor y temblores, que escribí años más tarde. Entonces regresé a Bruselas, tenía 23 años y me sentía una fracasada. No sabía qué hacer con mi vida y decidí explorar la vía de la escritura, ya que tenía a mis espaldas diez novelas escritas, que nunca había publicado.

P.- O sea que es escritora casi por descarte...
R.- Pues más o menos, pero ahí encontré mi camino. Pensé que si ya me había atrevido con varias novelas ¿por qué no seguir por ahí? Entonces en 1992 escribí la onceava, Higiene del asesino, y conseguí publicarla tras sufrir el rechazo del primer editor al que me dirigí. Aquello fue una revelación. La novela tuvo muchísimo éxito, vi que mi historia interesaba y me conectaba con gran número de lectores de todo el mundo, así es que decidí seguir por ahí.

P.- ¿El humor es una buena manera de enfrentarse a los asuntos más trascendentales de la vida?
R.- Sin ninguna duda. El humor es una cuestión de perspectiva. La clave de tratar bien un tema y escribir sobre él es encontrar la distancia adecuada. Si uno se aleja demasiado el interés y la implicación disminuyen, y si la cercanía es excesiva la cosa no funciona. El truco es encontrar la distancia justa, entonces uno puede hablar de todo, incluso de temas horribles y desagradables. Yo lo practico, y en ocasiones he conseguido escribir sobre algo abominable y convertirlo en cómico. En la vida ocurre igual, si uno no consigue distanciarse de sus problemas es imposible que los analice correctamente.

P.- Ahora vive en Bélgica, de modo que ha vuelto a sus orígenes.
R.- Bueno, en realidad vivo entre París y Bruselas. Hay sólo una hora y veinte minutos de TGV entre las dos ciudades, y reparto mi tiempo entre ellas.

P.- Su trayectoria vital es mundana y cosmopolita, ya que ha vivido en muchos sitios y todos ellos muy distintos. ¿A qué cultura se siente más próxima?
R.- Durante años pensé que estaba muy cerca de la cultura japonesa, pero al madurar comprobé que eso no era cierto. Es verdad que hay un importante elemento japonés en mí, pero desde 2008 me siento belga, intrínsecamente belga. Y puede usted pensar que es una afirmación ambigua, pero no es así. Desde 2008 en Bélgica estamos viviendo una crisis muy profunda, tanto política cómo de valores. El país ha casi desaparecido y eso me ha llevado a concluir que soy belga. La identidad de mi país es extremadamente débil y miedosa. Y yo me siento ahí, siento que pertenezco a esa realidad.

P.- Como mínimo pertenece usted a la cultura del chocolate...
R.- ¡Desde luego! Amo profundamente el chocolate.

P.- ¿Qué aspectos de la idiosincrasia japonesa admira más?
R.- Muchos. Adoro todas las formas breves, particularmente el haiku, que es una maravillosa escuela de la síntesis ya que sólo acepta diecisiete sílabas. Tuve una formación grecolatina y hay autores a los que admiro mucho justamente por su maestría en el arte de la brevedad, como Tácito. También admiro la estilización tan practicada por los japoneses, una excelente expresión de belleza. Y luego hay un elemento japonés que me interesa muchísimo y que está muy presente en mis libros y que es la oscuridad.

P.- ¿Se siente más a gusto a oscuras?
R.- El exceso de luz hace que veamos demasiadas cosas, mientras que la oscuridad te exige una concentración muy grande y entonces las cosas cobran relieve y se ven mejor. Es un buen escenario para el análisis. Todas las culturas practican el culto a la luz, excepto Japón que se inclina por la oscuridad, la busca y la alaba, y he comprobado que resulta mucho más interesante. Eso lo expreso muy bien en mis libros, son muy fáciles de leer pero tienen algo oscuro.

P.- ¿También escribe con poca luz?
R.- Sí, porque empiezo cada día a las cuatro de la mañana. Es una forma de sentirme menos sola ya que todo el mundo duerme y entonces el aislamiento necesario para escribir se nota menos.

P.- ¿Algún ritual especial para iniciar la jornada?
R.- Beberme casi de un trago medio litro de té muy fuerte. A continuación noto una explosión en mi interior. Eso me llena de energía y así empiezo mis cuatro horas de escritura diarias, sábados y domingos incluidos.

P.- ¿La tecnología no es lo suyo, a pesar de haber nacido en Japón?
R.- Es cierto, escribo a mano, soy prehistórica. Escribo en cuadernos de colegiala con plumas de muy mala calidad y no tengo ordenador. Creo que en estos momentos soy la única escritora viva que entrega a su editor un manuscrito.

P.- Y los textos grecolatinos son su gran referencia literaria...
R.- Así es, admiro su claridad sintáctica y de pensamiento. También me interesan mucho los autores franceses clásicos y los escritores japoneses. Ahora quiero acercarme a la literatura española, que desconozco.

P.- Sé que está de nuevo embarazada... ¿me va a desvelar el sexo de su próximo bebé?
R.- Jamás hablo de eso, da mala suerte hacerlo. Hasta que no dé a luz este nuevo libro nadie sabrá nada de él. Lo que sí puedo contarle es que la semana que viene viajo a Japón, concretamente a Kobe, dónde nací. Hace dieciséis años que no he estado allí y estoy emocionada con la perspectiva de este viaje.