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Letras

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Julian Barnes

28 octubre, 2011 02:00

Julian Barnes

Traducción de Jaime Zulaika. Anagrama. Barcelona, 2011. 264 páginas, 17'90 euros

Leyendo la extensa obra de Julian Barnes (Leicester, 1946) -que acaba de obtener, tras tres tentativas anteriores, el premio Booker de 2011 con su última novela, The Sense of an Ending , que Anagrama publicará en otoño de 2012-, sus libros de ficción literaria o las novelas negras (publicadas bajo el pseudónimo de Dan Kavanagh), los ensayos o su narrativa corta, constatamos la excepcionalidad del escritor inglés. Sus obras están trabajadas con puntillosidad flaubertiana, perfectas en su diseño formal y repletas de observaciones captadas por una sensibilidad única, artística en el más pleno sentido de la palabra.

Barnes posee una singular habilidad para presentar los anhelos y los fracasos de los personajes; tras conocerlos en una breve descripción, los sentimos como seres afines y su existencia verbal ilumina la nuestra. Literatura, pues, de gran altura. Cuando repasamos la lista de los mejores narradores actuales en lengua inglesa, junto al nombre de Barnes figuran el de Philip Roth y el de Ian McEwan, los autores con mayor capacidad para representar los matices del sentir y las historias esenciales de nuestro tiempo.

Julian Barnes en sus últimos libros, al igual que Philip Roth, abordaba los temas de la muerte y de la vejez, lo que ponía un monótono crespón negro a su narrativa. En Pulso remite el pesimismo. El narrador cuenta con la alegría de quien se reencuentra con la vida, con las mil y un facetas que cada día ofrece la realidad, y con ellas elabora estos fragmentos de vida literaria.

Este libro es excepcional por la riqueza de sus relatos. Ya el cuento inaugural, "Viento del Este", nos deja sin aliento. En él, un divorciado comienza a tener una relación con una inmigrante del Este de Europa, una mujer madura que apenas dice nada, simplemente se deja llevar. Su silencio pide discreción y, en cambio, incitará la curiosidad del hombre. Deseoso de saber sobre la amante, consigue entrar en su habitación, donde descubre el secreto de su conducta. No la volverá a ver, porque ella abandona el trabajo y el lugar.

Otros relatos exploran la verdad más dura sobre una relación matrimonial, el momento en que los esposos comienzan a regalarse objetos útiles para la casa, cuando el sentimiento que los unió, el amor o como se quiera llamar, ha desaparecido. Estas historias, según dije, nos dejan sin aliento, frente a casos, a momentos de la vida, que quizás los lectores hemos protagonizado o visto ocurrir en nuestro entorno.

Un cuarteto de piezas ocurre en la casa de Phil y Joanna, donde se reúnen ocho amigos de clase media a cenar. Hablan de los temas más diversos, la política, el medioambiente, Obama, el despego de los ingleses hacia Europa... Son diálogos vivaces sobre la actualidad, en los que apenas distinguimos quién habla, pues los personajes se quitan la palabra unos a otros, sin que podamos identificarlos. Aquí Barnes descorcha su prosa, construyendo unos diálogos enormemente sugerentes, que vienen a ofrecer un listón de cómo habla y piensa un inglés educado de clase media.

Algunos cuentos abordan el nacimiento de las relaciones amorosas, como el inicial, y otros las pequeñas disensiones que se producen en el seno de las parejas. Puede ser que se trate sólo de cómo organizar las plantas en un jardín o la invitación a unos amigos a tomar una barbacoa. Estos tira y afloja de la vida, que cuando viene mezclada con unas amistades anodinas acaban por sumir la existencia cotidiana en un tedio permanente. No faltan cuentos referentes a la muerte, testimonio del impacto de la viudez de Barnes. Uno, "Pulso", el que da título al volumen, trata de la muerte de una mujer y del dolor y el hueco que deja en la vida de su hijo y, sobre todo, de su marido. Los últimos cinco relatos tratan cada uno de un sentido, donde encontramos a un pintor ciego, a un músico sordo, y así. Quizás la calidad de estos cuentos se deriva de que Barnes no es un escritor que sólo escribe de sí mismo, sino que crea ambientes donde participan diversos personajes. Se ha dicho que esto ocurre por la influencia de Guy de Maupassant, porque, como él, sabe situar al hombre en el mundo, donde nunca estamos solos.