Image: Esther Tusquets: Se puede ser feroz y educado al mismo tiempo

Image: Esther Tusquets: "Se puede ser feroz y educado al mismo tiempo"

Letras

Esther Tusquets: "Se puede ser feroz y educado al mismo tiempo"

La autora barcelonesa denuncia en Pequeños delitos abominables la erosión de los buenos modales en nuestra época

22 noviembre, 2010 01:00

Esther Tusquets

Esther Tusquets (Barcelona, 1936) no es una vieja cascarrabias que cree que, en cuanto a buenos modales se refiere, cualquier tiempo pasado fue mejor. No es así. Para ella, por ejemplo, los jóvenes de ahora no son más maleducados que los de su generación. Pero sí percibe graves lagunas en el terreno de los buenos modales que gastamos hoy día. En su último libro, Pequeños delitos abominables, denuncia esas carencias. La mayoría se las toma con humor, como que azafatas veinteañeras la tuteen o que un millonario disimule cuando toca pagar la cuenta, pero con otras, en cambio, no acepta bromas ni ironías: "Si veo un gesto racista delante de mí, me pongo hecha una furia. Igual me ocurre con el machismo y el maltrato de los animales".

Pregunta.- Hay que llegar a un cierto nivel de hartazgo para escribir un libro así, ¿no?
Respuesta.- Bueno, no es tan grave. En realidad casi todos los delitos que denuncio me los tomo con humor, muchos de ellos son cosas banales...

P.- ¿Qué le parecería si la tuteara en esta entrevista?
R.- Una de las buenas costumbres que se está perdiendo es el uso del usted. A mí me parecería bien. Cuando me deja algo desconcertada es cuando una azafata de vueling de 20 años me dice: "Siéntate ahí". No es algo que me tome a pecho, pero me da que pensar...

P.- Pero ¿habrá algunos que le saquen de sus casillas?
R.- Sí, el racismo me lo tomo muy mal. Si veo un gesto racista delante de mí, entonces sí que me pongo hecha una furia. Igual con el machismo y el maltrato a los animales. Y la tacañaería de los ricos también me molesta mucho.

P.- Delitos pequeños pero abominables. ¿No es contradictorio?
R.- Las contradicciones me gustan de siempre. El 90% de los delitos son pequeños, no demasiado graves, pero sí muy irritantes, y en ese sentido los considero abominables. Como cuando subes en un taxi, saludas y el conductor no te contesta.

P.- ¿Suele afearle la conducta en ese caso?
R.- Pues sí. Le vuelvo a saludar y si sigue sin contestarme entonces ya le digo: ¿Le pasa algo? Antes, por timidez o por pereza, no solía llamar tanto la atención a la gente. Ahora me corto menos.

P.- ¿Hemos pasado en España de un exceso de rigidez a un exceso de lasitud en el civismo y buenas costumbres?
R.- No lo creo del todo. Durante el franquismo existía una fuerte rigidez formal, pero la gente en la calle era muy mal educada. En muchas cosas hemos avanzado para bien. Por ejemplo ya casi no se dicen piropos, que eran casi todos bastante groseros y a las mujeres no le meten mano en las estrechuras del autobús o del metro. Tampoco creo que los jóvenes de ahora sean más maleducados que los de entonces.

P.- ¿El civismo no encierra a veces un cierto grado de hipocresía y aboca a veces a la corrección política?
R.- No tiene por qué. Tengo una amiga que es gran ejemplo para desmentirlo. En un tono educadísimo te puede decir las cosas más feroces. Así que se puede ser feroz y educado al mismo tiempo. Es algo que no se ve en nuestra política, porque nuestros políticos tienen una oratoria muy pobre.

P.- ¿Qué grado de culpa le achaca a la televisión en la erosión de los buenos modales?
R.- Mucha, y me da pena, porque la televisión es un invento genial, que podría ser muy útil y que la hayan convertido en lo que es hoy es lamentable.

P.- ¿Cómo lleva el libro que está escribiendo con su hermano? ¿De qué época de vuestra vida se ocupa?
R.- Nos pusimos a escribir sin saber muy bien cómo lo íbamos hacer. Recordamos momentos de nuestra infancia y, solos, sin buscarlo deliberadamente, surgen temas de actualidad. Está siendo muy interesante, porque aprendo mucho de mi hermano que por lo general suele ser discreto y de mi familia, tan rara.