Image: Vargas Llosa: La muerte me encontrará con la pluma en la mano

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Letras

Vargas Llosa: "La muerte me encontrará con la pluma en la mano"

El Nobel peruano presenta en Madrid su nueva novela, El sueño del celta, que sale hoy a la venta en España, Latinoamérica y Estados Unidos

3 noviembre, 2010 01:00

Vargas Llosa, durante la presentación de la El sueño del celta, hoy en la Casa de América. Foto: France Press

Cuando la nube de cámaras y fotógrafos pudieron ser al fin desalojados, después de más de cinco minutos de asedio en torno a la mesa del auditorio de la Casa de América, apareció la figura de un hombre elegante, en su indumentaria y en sus gestos, el pelo cano bien repeinado con la raya a un lado y cara de mucho sueño acumulado. Ese hombre era ni más ni menos que Vargas Llosa, flamante ganador del Premio Nobel de Literatura. "Desde que vivo dentro de este torbellino sueco apenas consigo dormir dos o tres horas al día. El acoso periodístico no conoce limítes", explicó, quizá para justificar sus abultadas ojeras.

La presencia de Vargas Llosa esta mañana en Madrid ha tenido un motivo de peso. Hoy sale a la venta al fin su nueva novela, El sueño del celta, bajo el mejor paraguas posible: la concesión hace escasas semanas del Premio Nobel de Literatura. De ahí la repercusión mediática del acto, algo insólito incluso en las presentaciones de libros de los autores más populares. Diecisiete países de Latinoamérica (excluidos sólo Cuba y Brasil), Estados Unidos y España ya tienen en sus librerías el esperado volumen. En total se han impreso 500.000 ejemplares, la mitad para el mercado español. Y sus derechos ya se han vendido a editores de 22 países extranjeros, entre los que se encuentran Hungría, Rusia, la República Checa, Turquía...

El sueño del celta arranca, como muchas de las mejores novelas del autor peruano (La guerra del fin del mundo, Conversación en la catedral, La fiesta del chivo...), a partir de su obsesión por un capítulo histórico y un personaje real. Esta vez ha sido Roger Casement el que le ha "fascinado", un irlandés que con 20 años, "inspirado por el mito de Leopoldo II como monarca redentor de África", se plantó en el Congo para vivir su propia aventura personal. Pero "lo que vio le obligó a revisar su fe en el colonialismo y se convirtió en uno de los primeros europeos en comprender y en denunciar su fuerza destructora". Casement extendió la lucha contra el colonialismo a su propia tierra tras la traumática experiencia africana. A pesar de haber nacido en el Ulster en el seno de una familia anglicana conspiró contra la corona británica en pos de la libertad de Irlanda. Él fue de hecho uno de los fundadores del IRA.

La ley darwiniana
Casement, como Conrad, al que aleccionó cuando el autor de El corazón de la tinieblas acababa de llegar al Congo con toda su inocencia, constató "cómo personas creyentes, educadas, civilizadas mutaban en monstruos en un contexto de crueldad". Vargas Llosa explicó que una de las principales enseñanzas que la escritura de este libro le ha brindado es que "cuando desaparece la legalidad inmediatamente se restablece la ley darwiniana del más fuerte".

Algo de eso ha ocurrido, precisamente, en América Latina. El Nobel peruano también ha tenido tiempo de reflexionar sobre ello. Y no ha ocultado cierto optimismo por el curso que están tomando los acontecimientos políticos allí: "Lo importante es que ahora hay gobiernos democráticos de izquierdas y derechas. Antes en cambio la derecha acudía a los militares cuando se sentía insegura y la izquierda no creía en la democracia sino en el socialismo". A pesar de este halagüeño panorama no ha dejado de apuntar algunas sombras: el camino de Venezuela hacia una dictadura, el excesivo autoritarismo de los líderes de Bolivia y Nicaragua y el hecho de que en Argentina toda la actividad política esté absorbida dentro del peronismo.

En la rueda de prensa se alzaba de vez en cuando alguna cabeza rubia, de hombre o mujer, y al identificarse, en un castellano errático, señalaban agencias y publicaciones suecas. Uno de ellos le preguntó si temía la maldición del Nobel. Es decir, si le daba miedo que la concesión del galardón le desactivase como escritor. Vargas Llosas zanjó la duda por la vía rápida: "Seguiré hablando como un loro y escribiendo todos los días". Y remachó: "La muerte me encontrará con la pluma en la mano".