Almudena-Grandes

Almudena-Grandes

Letras

Inés y la alegría

3 septiembre, 2010 02:00

Almudena Grandes

Tusquets. Barcelona, 2010. 729 páginas. 24 euros

La explícita mención del término “episodios” al frente del proyecto narrativo que inicia Almudena Grandes con Inés y la alegría hace innecesario explicar su propósito. Al igual que Pérez Galdós y los autores de otros ciclos de postguerra de semejante inspiración, la escritora madrileña se propone recrear un largo trecho del pasado mezclando hechos verídicos y ficción a partir de una concepción de la historia como magíster vitae.

Para apurar este valor hasta sus consecuencias en el presente, Grandes recorrerá el día en que culmine su oceánico plan en marcha toda la dictadura, pero no buscando el balance general sino desde una perspectiva particular, la resistencia antifranquista. A tenor de lo que ocurre en la primera entrega, buceará en la anteguerra y llevará la reflexión hasta hoy mismo. Así ocurre ya porque plantea la lucha por la libertad como una guerra interminable, según la moraleja que también consta en el título genérico y que supone atribuir valor didáctico a la historia.

El núcleo seminal de Inés y la alegría es un hecho histórico muy poco conocido, velado por tirios y troyanos como recalca con toda intención la autora, la invasión del valle de Arán por guerrilleros comunistas españoles residentes en Francia en 1944. Grandes trasciende la fracasada operación militar hasta convertirla en categoría de ciertos comportamientos cuya complejidad revela mostrando la trayectoria de algunos protagonistas. Ello le lleva a remontar la acción narrativa a la República y a alcanzar mediante apuntes sueltos la actualidad. El trazado global responde, por tanto, a una saga que encadena tres generaciones de personajes que recorren buena parte del anterior siglo y reflejan sus vicisitudes históricas y los cambios sociales, políticos y de mentalidad.

Una ejemplar historia de amor, la de Inés, mujer de clase acomodada que descubre los atractivos del socialismo, y Galán, indesmayable militante de la izquierda, ocupa el centro de este panorama. A su alrededor giran las peripecias del nutrido grupo de exilados. Estas trayectorias privadas pivotan en torno a la militancia política de los republicanos con lo que la novela adquiere dimensión pública. Los personajes sirven de soporte al análisis de un aspecto del Partido Comunista, las fallas entre ideología y funcionamiento, que se convierte en el auténtico objetivo de la obra. Ficción y realidad aparecen en un mismo plano al imbricarse la vida de seres imaginarios y reales bien conocidos (Pasionaria o Carrillo). La autora describe con imparcialidad avalada por abundantes datos fidedignos tanto el factor humano de la política (los intereses personales espurios y la pura lucha por el poder) como los falseamientos ideológicos (el dogmatismo cerril). Este sórdido mundo trufado de oportunismo, mezquindades, errores y horrores planea sobre otra realidad noble, los militantes entregados a la causa, idealistas que pagan con frecuencia bien cara la sordidez de los dirigentes y permanecen fieles a su fe a pesar de todo. Sobre ambas esferas contrapuestas se levanta el mensaje de la novela: reivindicar una ideología abanderada de la igualdad por encima de las miserias que la han ensombrecido históricamente.

Meta de semejante envergadura y seriedad requiere el esfuerzo artístico al que se somete la autora. A ello se debe, de entrada, la voluminosa extensión del libro. Tan denso asunto es incompatible con el minimalismo narrativo y le conviene una cierta minuciosidad que, sin embargo, paga el precio de excesos en detallismos descriptivos, anécdotas laterales y verbosidad. En consecuencia, la novela no logra mantener siempre el grado suficiente de tensión narrativa. Estos reparos, condicionados además por el gusto de cada lector, apenas atenúan, sin embargo, la vivaz estampa de toda una época plasmada en un vigoroso fresco bien poblado de gente y problemas. Buena parte de la narración responde a los requerimientos de la literatura popular que busca efectos proyectivos e identificadores en el lector: amores intensos, graves conflictos, tipos buenos y malos, traiciones y lealtades, sorpresas, melodramatismo, ternurismo... Estos rasgos no implican escritura fácil o convencional.

La novela, de sólida arquitectura, incorpora un recurso valioso que tinta de modernidad su deliberado sabor decimonónico. Bloques discursivos en boca de una voz identificable con la propia autora aportan un contrapeso especulativo al componente emocional. Esta ideación convierte Inés y la alegría en afortunada simbiosis de peripecias humanas conmovedoras y relato comprometido, de novela popular e intelectual.