Image: Bajo el influjo del cometa

Image: Bajo el influjo del cometa

Letras

Bajo el influjo del cometa

Jon Bilbao

11 junio, 2010 02:00

Jon Bilbao. Foto: Mitxi

Salto de Página, 2010. 294 páginas, 19 euros


Hasta ahora, Jon Bilbao -Ribadesella (Asturias), 1972- ha dejado patente en varios volúmenes su capacidad para componer cuentos y relatos breves exquisitamente construidos, en los que, como sucede en muchos textos de Carver o de John Cheever -nombres que acaso planean sobre estas páginas-, los sucesos más triviales de la vida cotidiana se ven alterados con frecuencia por algún extraño incidente, casi nunca explicado, que afecta a las conductas y la vida futura de los personajes. En Bajo el influjo del cometa se reúnen ocho relatos de desigual fortuna, en todos los cuales, sin embargo, brilla la probada habilidad del autor, su medida dosificación de los pequeños detalles sin relieve que se acumulan uno tras otro hasta lograr, en los mejores casos, una atmósfera inquietante que enturbia las diáfanas acciones que componen la historia narrada.

Hay en Bajo el influjo del cometa algunas piezas dignas de figurar en la más exigente antología del género. El cuento "Los espías", por ejemplo, con la obsesiva curiosidad por la vida ajena que se despierta en un matrimonio vecino y que parece una intensificación dramática del cuento de Carver titulado "Neighbours", muestra ciertos comportamientos patológicos que parecen extraídos de un manual de psiquiatría (y algo parecido habría que decir de "Belígero", con un inesperado y revelador desenlace). Sólo cabe apuntar la incongruencia de que tantas acciones que requieren cierto tiempo -la amistad con los vecinos, las salidas en común, etc.- se hayan condensado en el breve espacio de unas vacaciones, marco temporal a todas luces insuficiente para albergar la historia.

Tal vez el relato más perfecto de esta recopilación sea "Soy dueño de este perro", por su construcción milimétrica y por la precisión con que van sembrándose, desde perspectivas cuidadosamente diferenciadas, dudas e inquietudes que, con buen criterio, no acabarán por resolverse del todo, pero que convierten la figura de un animal doméstico en la posible representación arquetípica de una fuerza demoníaca y vengadora. A veces, el sentido de las acciones asoma tan sólo en las últimas líneas del relato, como sucede en "Un padre, un hijo" donde el penoso viaje, repleto de dificultades, para visitar la tumba de la esposa muerta desemboca en una frase final que es un resumen de una complejísima red de sentimientos celosamente conservados por encima de cualquier contingencia. En "Ha desaparecido un niño" es destacable cómo la elección de un motivo temático explotado hasta la saciedad por el cine y la literatura -y por la crónica periodística de sucesos-, se desarrolla eludiendo los modelos previsibles y ofreciendo nuevos ángulos de visión. Estamos ante un conjunto notable de relatos, bien organizados y escritos, aunque haya que reprochar al autor ciertos usos idiomáticos rechazables, algunos derivados de la moda anglómana ("en diez minutos" por ‘dentro de diez minutos', p. 36; "evidencias" por ‘pruebas', p. 118) y otros simples deslices de concordancia ("ni el veterinario ni ninguno de los expertos […] pudo determinar…", p. 81; "este agua", p. 226) o despistes: una ballena se arrastra por la orilla "dejando un profundo surco tras de sí" y pocas líneas después desaparece "sin dejar rastro" (pp. 70-71). Quandoque bonus dormitat Homerus. A pesar de ello, Jon Bilbao continúa ganándose un merecido crédito.