Letras

Las batallas en el desierto

José Emilio Pacheco

23 abril, 2010 02:00

Tusquets. Barcelona, 2010. 160 páginas, 10 euros


Se edita en el mejor de los momentos esta novela corta de José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939), pues Las batallas en el desierto -obra que apareció por vez primera en el año 1981- da la medida del talento en prosa de un autor al que suele citarse sólo como poeta, por mucho que los críticos lleven más de veinte años lanzando calificativos como "magistral" o "pequeña obra maestra" al paso luminoso de esta narración. Mediante doce capítulos breves, Las batallas en el desierto toma la forma de una gran evocación de los años de la infancia, la del protagonista, Carlos, niño de barriada pobre, en la Ciudad de México del tiempo que siguió a la Segunda Guerra Mundial: años de grandes carencias y privaciones bajo la presidencia de Miguel Alemán, vendedor de humo de una idea de progreso y bienestar social que chocaba de frente con las condiciones reales de vida.

La prodigiosa memoria de José Emilio Pacheco, el lujo de detalles acerca de aquel mundo aún radiado y no televisado, trasciende la historia personal de este grupo de escolares que juegan a la guerra árabe-israelí en un solar de tierra roja, para darnos el color y el sabor de toda una época y de una población asfixiada entre guerras cristeras y mundiales. Una sociedad acostumbrada al enriquecimiento ilícito de sus gobernantes y a los excesos de un presidente que "inauguraba enormes monumentos inconclusos a sí mismo". El lector asiste a la relación del protagonista con los otros compañeros mientras se configura el retrato de un niño inteligente y comprensivo, capaz de detectar por igual las farsas de la psiquiatría infantil (divertido cap. 9) y las inconsistencias y manejos de un clero obsesionado por las ideas de maldad y pecado. Conmueve tanto la pobreza extrema del niño Rosales como la desgraciada vida del más rico, pero desvalido y fantasioso, Jim.

Lejos de conformar un relato deprimente, Las batallas en el desierto rezuma, desde el inicio, encanto y gracia, con la misma ingenuidad con que su protagonista es capaz de devorar la novedosos sándwiches llamados "platos voladores" que prepara su "enamorada" Mariana, la fascinante madre de Jim. Poeta y narrador, José Emilio Pacheco resulta cristalino y auténtico. Deja fluir su prosa limpia, despojada, la elegante sobriedad de su escritura y hace crecer y explotar un gran final de golpe seco, que coloca al protagonista y a los lectores en el terreno mismo de la fantasmagoría y la región de la desemejanza