Image: Gerald Martin: Gabo no está del todo contento con este libro, pero a nadie le gusta su propia vida

Image: Gerald Martin: "Gabo no está del todo contento con este libro, pero a nadie le gusta su propia vida"

Letras

Gerald Martin: "Gabo no está del todo contento con este libro, pero a nadie le gusta su propia vida"

Publica en España Gabriel García Márquez, una vida, la primera gran biografía sobre el escritor colombiano

14 octubre, 2009 02:00

Gerald Martin este miércoles en Madrid. Foto: AFP

Marta Caballero
Años 90, Gerald Martin es un profesor inglés especializado en literatura suramericana. Acaba de publicar un amplio volumen sobre el realismo mágico que ha escrito en apenas cuatro meses. Un editor avispado piensa: "Este es mi hombre", y le encomienda la construcción de una catedral. Será el biógrafo de García Márquez. Años antes, el joven Martin había quedado fascinado ante Cien años de soledad. "Es la novela de América Latina", había concluido, como miles de personas, al leerla en México por primera vez. Entonces no pudo saberse el biógrafo "tolerado" que luego fue, tras la aceptación que a regañadientes le dio el premio Nobel colombiano bajo una premisa, que no lo hiciera trabajar, y un suspiro de resignación: "Seré quien tú quieras que sea". 19 años después ve la luz Gabriel García Márquez, una vida (Debate), la primera gran biografía de Gabo que, a pesar de algún reproche, no es finalmente la de quien Martin quiso que fuera, sino la suma minuciosamente recuperada de todos los personajes, actitudes y vivencias que se citaron en la peripecia vital del escritor más famoso que ha dado el tercer mundo.

PREGUNTA.- ¿Tiene conciencia de la primera vez que se topó con la figura de García Márquez?
RESPUESTA.- No me había acercado a él antes de leer Cien años de soledad. Hasta entonces sólo había comprobado qué estaba significando aquella novela en aquel momento. Enseguida me di cuenta de que era una luz dentro de la sombra que había en México en 1968. La compré y vi, como otras miles de personas, que era la novela de América Latina. Nunca antes había leído nada semejante, salvo El Quijote, Los viajes de Gulliver o novelas de esa categoría, pero nunca algo de un escritor actual. Era, aunque moderna, una obra transhistórica, por encima de su tiempo. Veía entonces que Gabo iba a ser el futuro, como ocurrió después con Bolaño.

P.- En esa fascinación primera, ¿se le pasó por la cabeza que algún día acabaría siendo su biógrafo?
R.- No, en absoluto, porque por aquella época yo estaba estudiando a Miguel Ángel Asturias, un autor que me encantaba. Pensaba y pienso que Hombres de maíz era una obra impresionante, así que a García Márquez no lo contemplaba. Incluso más adelante seguía aplazando a Gabo porque en los años siguientes estos dos escritores empezaron a convertirse en rivales: Asturias ya tenía el Nobel, pero García Márquez se estaba perfilando como un serio adversario. En cuanto a mí, uno es demasiado modesto para saberse escribiendo una biografía. Sin embargo, por una razón desconocida, García Márquez estaba en mi camino y yo acabé estando en el suyo.

P.- ¿En qué momento se cruzaron ambos recorridos?
R.- Sucedió en La Habana, en su casa. Él no sabía quién era yo, a pesar del servicio de inteligencia que tiene a su alrededor. Establecimos una relación aceptada, tolerada -como él la denominó-, en la que yo me convertí en su biógrafo. Esta relación continuó todos estos años y él no se cansó de mí, a pesar de la mirada escrutadora del biógrafo. Claro que hemos tenido nuestros momentos... pero también puedo decir que nos hemos divertido. Sobre el instante preciso en que me puse a hacerla, tengo que decir que no fui yo sino mi editor de entonces quien me propuso la idea. Yo había escrito poco antes un libro sobre novela suramericana en apenas cuatro meses, de 450 páginas, así que él, deslumbrado supongo, debió pensar que yo era su hombre. Me comprometí a redactarla en cuatro años, pero he tardado 19. Aquel editor se cansó de mí, claro.

P.- Y usted, ¿no se cansó nunca?
R.- Procuro pensar que podría haber sido peor. El biógrafo de Picasso lleva muchos más años trabajando y puede que no sobreviva para terminar su obra. También los de Joyce y Green necesitaron mucho más tiempo. Desde luego, yo no sabía nada de biografías cuando empecé a escribir ésta ni sabía lo que decía al comprometerme a tenerla en cuatro años. Luego, dándome cuenta de cómo era el género, acabé cambiando mi propia vida, me mudé a Estados Unidos y más tarde también enfermé. En aquel momento me pregunté: ¿Si sobrevives, vas a seguir con esto? Pero concluí que al igual que a García Márquez su obra le había ayudado a seguir activo, también a mí me ayudaría esta biografía.


"Me han acusado de ser muy deferente con Gabo"
P.- En esos 19 años ha logrado una obra monumental, precisa, atenta a los datos, pero también muy atmosférica y literaria. ¿Llegó a contagiarse del propio estilo del escritor o del realismo mágico? La vida de García Márquez da para ese tipo de narración...
R.- Es una observación que me halaga. Como sabrá, tuve el problema de tener que cortar el libro. Pensé que podría reescribirlo en pequeña escala pero finalmente me decanté por eliminar todas las largas especulaciones en torno a la relación de García Márquez con la cultura popular. Sobre todo pensé que yo debía ser una especie de novelista que concibiera su obra no para los académicos sino para el público en general. Quería que fuese seria y crítica pero que al mismo tiempo, como en las obras de Gabo, fueran los lectores quienes extrajesen sus propias conclusiones, y procuré que cada capítulo invitase a leer el siguiente. La obra tiene la estructura de una narración, no de una novela, claro, pero sí tiene un ritmo y un argumento. En cambio, he recibido muchas opiniones que me acusan de ser muy deferente, pero en este libro hay mucha más crítica al autor de la que ellos se creen, sólo que no soy yo el que llega a las soluciones finales. En cuanto al estilo, de alguna manera cambio de registro cuando escribo sobre Cien años de soledad, porque entiendo que fue un momento rapsódico en la vida de Gabo. Creo que busqué un estilo irónico, no cruel, pero sí simpático, no muy enfático, en el que importa más la historia que el escritor.

(La anéctota, es cierto, toma mucho peso en esta parte del libro, caso el de la simpática historia en la que, para mandar el borrador de Cien años... Gabo y Mercedes, su mujer, tienen que empeñar algunas posesiones para sufragar el gasto del envío. "Ahora lo único que falta es que esta novela sea mala", le espeta la mujer al escritor en una divertida y bien narrada historia dentro de esta biografía).

P.- La neutralidad debe de ser fácilmente omitible cuando se conoce tan bien el terreno por el que se pisa.
R.- Lo es, aunque he procurado hacerlo sólo cuando fuera necesario. Podría haber incluido 300 experiencias personales, pero no quise hacerlo. Yo mismo aparezco dos o tres veces en el libro, pero sólo me sirve para demostrar que detrás de esta visión fría que es una biografía había un ser humano.


"¿Es un personaje fascinante García Márquez? Sí, definitivamente"
P.- ¿No cree que usted puede haberse convertido en un personaje más de esta vida? Puede que así lo conciban los futuros biógrafos.
R.- Un personaje menor, en todo caso. Sí puedo decir que he tenido incluso alguna influencia insignificante en algunas obras. Como en el caso de Memorias de mis putas tristes, porque cuando un escritor sabe que hay un biógrafo detrás, debe acelerar sus propias memorias. También en alguna charla hizo caso a alguna sugerencia mía, pero, repito, mi influjo es menor. Nunca pensé en futuros biógrafos porque llegué a creer que nunca acabaría esta empresa. Pero hay quien desea que le muestren una visión negativa de García Márquez, porque para muchas personas una persona que, por ejemplo, es amiga de Fidel Castro, queda ya descalificada. En fin, lo que sí sé es que los que tengan ese objetivo se las tendrán que ver con este libro para ahondar en los aspectos más negativos de Gabo.

P.- Hay muchos biógrafos que han desmontado sin piedad el mito del autor sobre el que escribían. Ocurre, por ejemplo, con las biografías de Cortázar, en las que el argentino queda despojado del aura mágica que lo rodeaba en vida. ¿Usted quiso ser piadoso o simplemente quedó igual de fascinado después de conocer la peripecia vital de Gabo?
R.- Yo estoy fascinado ante muchas personas. Por hombres de la talla de Vargas Llosa o de Asturias, como lo es García Márquez. Es que a mí es la gente que me fascina, por eso soy crítico literario. ¿Es una persona fascinante García Márquez? Sí, definitivamente. Sé que es brillante pero contradictorio: cuando decía que seguía escribiendo para que sus amigos le quisieran más, yo no podía creerlo. Pero luego supe que esa afirmación tenía parte de verdad. A él le importan muchísimo sus amistades. De esta forma empecé a darme cuenta de que sus exageraciones tenían parte de realidad, y eso es lo que me pareció verdaderamente interesante.

P.- Bueno, eso es en esencia el realismo mágico.
R.- Lo es. Y Gabo es por ello una persona compleja, con unas profundidades que sorprenden y que ha enriquecido mucho mi investigación.

"Me dijo que por pudor se reservaría las partes de su 'vida secreta', como él la denomina"
P.- Y de esas profundidades, ¿Le ha quedado alguna por colonizar? ¿Hay algo que sabe que el escritor se ha guardado o algo que usted prefiriera eludir en la biografía?
R.- Hay muchas cosas de su "vida secreta", como él la denomina, que no ha querido abordar. Implícitamente se fue relajando en las conversaciones, en las que intercambiamos alguna revelación. Básicamente me advirtió que esa parte secreta estaba en los libros y que no la desvelaba por pudor. Al menos sí tengo la impresión de haber llegado a las últimas profundidades para recrear un ser humano de forma convincente y con autenticidad. Creo que es una obra que tiene coherencia y que, tal vez de forma ilusa, considero representativa de este escritor. Esto a pesar de que tras su muerte se publicarán muchos testimonios de personas que lo conocieron y que no estarán recogidos en mi libro.

P.- Yendo a lo particular, se ha reservado el veredicto sobre el famoso caso de la pelea con Vargas Llosa. ¿Llegó conocer lo que pasó realmente?
R.- Puedo hacerme a la idea de lo que ocurrió, pero es algo de lo que no puedo estar totalmente seguro, y tampoco dispongo de tiempo para asegurarme más. Podría haber dado tres o cuatro versiones sobre el mismo hecho, a lo Rayuela, pero yo me limito a hacer lo que hago. Hay partes de su biografía que conozco y que me he guardado para mí sólo por el hecho de que él está vivo y de que nadie quiere exhibirse completamente. ¿Podría haber sido más sensacionalista? Sí, pero no lo hice.

"Fue un alivio cuando los dos terminamos con esta historia"
P.- ¿Tiene constancia de que el biografiado la haya leído de principio a fin? ¿Se ofendió en algún momento?
R.- García Márquez podría haber opinado cualquier cosa sobre mí, podría haber pensado en mí como en un mediocre, pero en cambio siempre dijo que yo era una persona seria. Sabía que lo que yo escribía era de buena fe, desde el comienzo fue así. No quiere decir que esté contento con el resultado, pero es natural, a nadie le gusta su propia biografía, pero estimo que en su totalidad, no le ha disgustado.

P.- Se entiende, entonces, que no le ha retirado la palabra. ¿Su relación ha cambiado después de librarse del lastre de ser un biógrafo y un biografiado?
R.- Gabo y yo no estamos en contacto permanente ni somos amigos. Pero después de terminar el libro tuvimos un encuentro conmovedor en el que nos percibimos, tal vez, como viejos compañeros de batalla. Fue un alivio cuando dejamos de estar amarrados por esta historia.

P.- Volviendo al durante, se nota que usted no sólo se empapó de García Márquez sino de todas las circunstancias que le rodeaban. Llegó a pasarse una noche sentado en un banco en Aracataca bajo la lluvia sólo para saber cómo era vivir allí. Podemos decir que el ambiente adquiere un papel protagonista.
R.- Sí, porque para mí lo más interesante ha sido sumergirme en América Latina, en la que soy el personaje que quiero ser. Es obvio decir que me gusta, como a cualquiera, conocer a gente famosa como Vargas Llosa, Felipe González o Castro, pero también me han ayudado mucho en mi tarea las gentes que conocí en el viaje, comiendo tortuga junto al mar o tomando cerveza en un pueblo. Para mí esto es pura vida. Pero no ha habido distorsión, no me he perdido en la historia de América Latina sino en sus laberintos, por eso el aire atmosférico del libro.

P.- Según el propio García Márquez, todo escritor con principios debiera tener un biógrafo inglés.
R.- Esto lo dijo Gabo de una forma muy ambivalente, para consolarse, porque yo le estaba jodiendo al tardar tanto en sacar el libro. Pero fue además como un chiste con parte de verdad, porque los ingleses, es cierto, somos buenos biógrafos. Tal vez porque nuestras propias vidas son muy aburridas... pero es verdad que en los últimos años este género ha sido más potente en mi país que en otros, a pesar de que los franceses también son grandes biógrafos. Los latinos lo son menos, tal vez porque viven más en la calle y conciben la vida privada como algo sagrado. Los ingleses esa transición la vivimos de forma menos abrupta, porque una cosa es continuación de la otra. Además, para un autor es más difícil encontrar un biógrafo de su propia cultura. Por último, los ingleses somos más serios, pero también más pérfidos.

P.- Con lo que ha vivido García Márquez, sorprende que al final, como queda reflejado en el libro, sólo sea un hombre asustado ante la cercanía de la muerte.
R.- Es lo que les pasa a los viejos. Él ha pasado dos veces por el cáncer, y después de eso la vida no vuelve a ser igual. Ambos pasamos por esta enfermedad durante la creación de esta biografía, y sé cuánto se relativizan las cosas tras superarla. Aún así, uno de los rasgos que más me han fascinado de él ha sido su vulnerabilidad. Es una de las personas más vulnerables que he conocido pero al mismo tiempo de las más valerosas: no tiene miedo al fracaso, corre riesgos que luego acaban doliéndole, y sin embargo, se lanza.

P.- Su obra muestra a muchos García Márquez. ¿Con cuál de todos se queda? ¿El niño, el periodista, el premio Nobel, el hombre obsesionado con el poder...?
R.- Con el primer García Márquez que conocí, que era un hombre curado de espanto en una posición excelente: la de tener experiencia -pasaba los sesenta años- pero sin ser viejo. Pero era además un hombre que veía cómo todas las cosas en las que había creído, Cuba, la literatura a la que perteneció... se estaban esfumando. Es el García Márquez de El General en su laberinto, a mi juicio su último libro necesario.