Image: Jesús Ferrero: El universo intelectual español es sumamente sadomasoquista”

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Letras

Jesús Ferrero: "El universo intelectual español es sumamente sadomasoquista”

Nada en su vida escapa al azar. Así, cuenta la leyenda que Ferrero, tras un gravísimo accidente de su padre, pasó largas temporadas con distintos familiares que le hicieron crear “un mundo propio, próximo al de los autista

15 mayo, 2009 02:00

Jesús Ferrero. Foto: Sergio Enríquez

Tras más de veinte años dedicado a la escritura con éxitos como Belver Yin, Opium o Las trece rosas, Jesús Ferrero (Zamora, 1952) parece sorprendido al fin por el azar: sin haberlo planeado, estos días debuta en dos géneros con los que ha coqueteado toda su vida, el ensayo (Las experiencias del deseo, Anagrama, premio Herralde 2009) y la novela negra, con El beso de la sirena negra, Siruela.

Nada en su vida escapa al azar. Así, cuenta la leyenda que Ferrero, tras un gravísimo accidente de su padre, pasó largas temporadas con distintos familiares que le hicieron crear "un mundo propio, próximo al de los autistas, pero que también era literario". Pamplona, Barcelona, Ginebra, Madrid y París fueron los escenarios de su juventud hasta graduarse en la Escuela de Altos Estudios de la capital francesa mientras trabajaba como portero de noche en el Hotel Marigni. Preparaba su tesina, en francés, y escribía su primera novela, Bélver Yin (1981). El éxito conquistado entonces habría desbordado a cualquiera, pero este zamorano sereno y cordial, que practica yoga cada día desde más de veinte años, siguió a lo suyo, a la escritura, hasta hoy, cuando coinciden en librerías Las experiencias del deseo y El beso de la sirena negra.


El lado oscuro
En realidad, dice, "es casi azaroso que yo acabase como novelista, porque toda mi formación universitaria iba dirigida hacia el ensayo". Ahora confiesa que se presentó al premio Herralde "en el último momento y como quien juega a la lotería. Ya para entonces había vendido a Siruela El beso de la sirena negra, novela que concluí en otoño. El que ganara el premio lo alteró todo, y la novela, que ya estaba programada, ha salido cuando tenía que salir. Ocurre además que son textos complementarios, que están íntimamente vinculados sin que me lo hubiese propuesto".

-Los dos parecen girar sobre el lado oscuro y el deseo...
-Bueno, los dos libros tratan del lado oscuro del deseo pero también del claro. Ahí ha residido siempre mi forma de hacer justicia poética: no inclinando la balanza hacia ninguno de los lados. En Las experiencias del deseo la mitad del libro está dedicado a eros y sus movimientos, y la otra, al odio. Y eso es colocarse en la frontera entre los dos universos. Y me atrevería a decir casi lo mismo de El beso de la sirena negra. Lo claro y lo oscuro en relación con el deseo son sólo formas de hablar. Yo rechazo la oscuridad en cualquier materia.

-¿El beso de la sirena negra es un divertimento, el comienzo de una aventura quizá?
-Es la consumación de un viejo deseo más que el comienzo de una aventura, aunque también. Los que se han acercado a la novela me dicen que ni he bajado el listón ni notan diferencias de estilo o de tensión respecto a mis otras novelas.

-En Las experiencias... sitúa el deseo como fuente de todo.
-Desde joven tendí a darle al deseo dimensiones más absolutas que las que le concedía Freud, y tendí a ver su naturaleza de forma menos tremendista y existencialista que Lacan, que piensa que el deseo sólo busca la muerte. Muchas sectas protestantes de Alemania le darían la razón. ¡Qué salvajada!

-¿Por qué, entonces, casi todas las religiones consideran que la felicidad se alcanza al vencer los deseos?
-Vencer los deseos no es lo mismo que aplastarlos o aniquilarlos. Muchas veces llamamos vencer una apetencia al acto de desplazar nuestro deseo hacia otro objeto diferente del que hasta entonces nos había obsesionado. Desear la paz, tras un período de agitación, es seguir en el universo del deseo, encontrar esa paz también. Sólo la muerte sería la cesación real del deseo. Con razón los beduinos creen que la muerte es la felicidad más radical. Son gentes del desierto, conocen las tormentas de arena, y saben que la vida no es ninguna broma.


Vanidad y creación
-¿Es la vanidad imprescindible para la creación?
-La vanidad es una forma de narcisismo que todos conocemos desde la infancia. No es demasiado operativa, pero sirve para lamer ciertas heridas del yo. No la veo necesaria para la creación, aunque podría haber sujetos que sólo escriben por vanidad. En beneficio de mi gremio diré que, salvo raras excepciones, la vanidad de los artistas no es ni la mitad de pesada y ni la mitad de solemne que la vanidad de los políticos, los empresarios, los deportistas o los presidentes de muchos comités.

-¿En qué sentido nuestra cultura es fetichista?
-En todos los sentidos, y ahora más que nunca. Si entendemos por fetiche un objeto que representa una ausencia y cargado de un poder que no tiene, llegaremos pronto a la conclusión de que nuestra vida cotidiana está saturada de fetiches, de objetos que representan ausencias, y que son sustituciones de algo que no tenemos. Internet sería ahora el gran fetiche representando un mundo que está ausente para el internauta y que ha sido sustituido por la red. En el mismo universo fetichista se incluiría el teléfono móvil y todo lo que gastamos en ropa, perfumes, aparatejos, cosas…


Sadomaso cultural
-Escribe, por ejemplo, que el sadismo y el masoquismo están presentes en la vida cotidiana sin necesidad de látigos... ¿incluye eso las entrevistas y la lectura de críticas literarias?
-Sí, las incluyo. El universo intelectual es sumamente sadomasoquista, de forma casi obsesiva, pero yo procuro evitar siempre que puedo sus mortificaciones, no añadiendo al sadismo ordinario de nuestras vidas nuevas máquinas de tortura.

-¿Por qué relacionamos el saber con el sufrimiento?
-En mi ensayo vengo a decir que es porque no nos han enseñado a disfrutar del pensamiento, pero yo insisto en que nada hay más placentero que pasar días enteros en las moradas filosóficas.

-¿Pero no vivimos ahora en una cultura de lo fácil, de lo ligero e intrascendente?
-No. Creo que llevamos más de una década sumergidos en la cultura de la dificultad, la aspereza y el riesgo. Es un embuste decir que para nuestros hijos las cosas están siendo más fáciles que para nosotros. Están siendo mucho más difíciles porque la competitividad es mucho más feroz y más amplia la miseria. Y respecto a la intrascendencia, depende de cómo se mire el problema. No creo que ahora mismo la gente piense que estamos viviendo una época intrascendente aunque a veces intentemos ocultar nuestro drama con máscaras de carnaval.

-¿Qué es la perversión?
-Prefiero evitar esa palabra cargada de moral y tremendamente pegada a las costumbres de cada época. Hace no mucho la homosexualidad era considerada una perversión, por poner un ejemplo. "Perversión" es un concepto muy inseguro y poco operativo. A mí no me sirve.

-¿Qué le parece la llamada Generación Nocilla a la que pertenece Fernández Mallo, finalista del premio?
-Yo suelo recibir con alborozo las nuevas propuestas, y las de Fernandez Mallo son de una lógica interna muy estimulante y muy fresca, en parte porque es un autor que proviene del mundo de las ciencias. Como siempre he valorado mucho la independencia del intelectual, me entiendo bien con esos escritores que todavía son independientes, que están ahí, con su desnudez a cuestas. Siempre los he visto como aliados.


Verdadero miedo
-Recuerda en el libro la costumbre de Benet de hacer una vez al año algo que diese verdadero miedo: ¿cuál es lo último que ha hecho?
-Hace poco, viniendo de Jordania, padecí en Barajas un aterrizaje confuso y a mi entender de cierto riego, debido a la niebla y al viento que zarandeaba la nave como si fuera de papel. No fue un miedo buscado, pero me sirvió. De todas formas, me había ido a Jordania con la idea de que en algún momento pasaría miedo, pero no imaginaba que iba a ser justamente al final del viaje, y cuando ya me hallaba en Madrid.