Image: Luis Sepúlveda: La única forma de vivir es atreverse, ser audaz

Image: Luis Sepúlveda: "La única forma de vivir es atreverse, ser audaz"

Letras

Luis Sepúlveda: "La única forma de vivir es atreverse, ser audaz"

El escritor chileno presenta La sombra de lo que fuimos, Premio Primavera de Novela 2009

25 marzo, 2009 01:00

Luis Sepúlveda. Foto: EFE

MARTA CABALLERO
"Sabemos que la Historia la registran los vencedores, pero corresponde a las democracias escribir también la de los perdedores". Lo dice el escritor chileno Luis Sepúlveda en lo que bien podría ser el resumen de su libro La sombra de lo que fuimos, por el que ha merecido el Premio Primavera de Novela, que se presenta estos días. La peripecia de esta obra suya es la de tres sexagenarios ex militantes de izquierda que, derrotados por el golpe de Estado de Pinochet y exiliados, vuelven a reunirse 35 años después, convocados por un antiguo camarada, para ejecutar una última acción revolucionaria. En mitad de este huracán de nostalgia, tramas detestivescas y humor cervantino puestos al servicio de una tarea primordial: recuperar la memoria reciente de Chile.


PREGUNTA.- ¿La sombra de lo que usted y sus personajes fueron mantiene el tipo o ha perdido forma?
RESPUESTA.- Es una sombra que mantiene su perfil perfectamente y que mientras haya luz se proyecta y crece.

P.- Es curioso que eligiera una trama detestivesca para una novela de nostalgias.
R.- Es una de esas cosas que no tiene explicación. Mientras escribes, es la propia historia la que te dice cómo debe ser contada. En este caso, se trata de cuatro tipos que se meten en una última aventura, y hubiera sido malo para ellos desvelar el suspenso -y, por favor, escriba suspenso, no ese horrible término suspense-, para narrarla.

P.- El país sobre el que versa la novela parece sólo existir en la memoria de los personajes. ¿Tiene la misma sensación en su caso particular?
R.- Para bien y para mal, sí. Cuando la historia se ha quebrado y ha sido tan traumática, como en el caso de Chile, quien la vivió acaba residiendo en la frontera de dos países, en el del pasado y en el real. Yo a veces me siento más feliz en el país de la memoria, pero es cierto que en el otro, en el actual, voy estando cada vez mejor.

P.- ¿Qué ha hecho que así sea?
R.- Me sucede desde el golpe de fortuna que tuvo Chile hace tres años, con la elección de una mujer como presidenta, Michelle Bachelet, que ha hecho una tarea y nos ha dado una lección con las que ha ido mucho más allá de lo que muchos esperábamos. A mi país le ha tocado la lotería.

P.- Al ser una novela generacional, con la que pueden identificarse aquellos que en países como España y Chile fueron jóvenes en los 60 y 70, ¿quedan fuera de lugar los lectores de otras edades y experiencias?
R.- No, es un libro para cualquier lector. Yo no había vivido la época de Verne pero gocé particularmente con Veinte mil leguas de viaje submarino y Cinco semanas en globo. Tampoco viví la Revolución Rusa pero disfruté con Diez días que estremecieron al mundo. Este es el poder de literatura, que puede llegar a cualquier lector de cualquier lugar y hacerlo sentir cómodo.

P.- Entonces, ¿invita a los jóvenes españoles a sentirse cómodos con este libro?
R.- Sí, lo harán, porque leerán la historia de un grupo de hombres divertidos que un día quisieron cambiar el mundo. Y no les resultó, pero el mundo tampoco les cambió a ellos. Es la demostración de que la única forma de vivir es atreverse, ser audaz.

P.- Es una obra de humor cervantino, que el jurado llegó a definir como "desternillante", ¿es que el exilio puede tener gracia?
R.- Me gusta ese apunte, porque me considero modestamente un escritor muy cervantino. Siempre tengo presente algo de él, y es que trata muy bien a sus personajes. Ninguno de ellos es ridículo. Nunca. Pueden ser ingeniosos, torpes, divertidos, pero no ridículos. Cervantes tiene un gran sentido de la piedad literaria, no católica, ojo, y eso lo aprecio y humildemente intento conservarlo a la hora de tratar a mis personajes, que son unos perdedores que lo han perdido todo menos la ternura. Así que la gracia aquí está en ellos y no en la historia.

P.- Al margen del humor, hay en La sombra de lo que fuimos una sólida intención de recuperar cierta memoria reciente. ¿Hace mucha falta esto en su país?
R.- En eso están los chilenos, y están muy bien encaminados. La literatura también puede ayudar en ese sentido. No es novela social, y no quisiera ponerle apellido, no me gusta. Pero, si he de decir algo, esta es una obra extraña pero, al fin y al cabo, costumbrista.

P.- ¿Costumbrista en qué sentido?
R.- En el de que es un retrato de la más vieja de las costumbres, que es la de vivir. Es un libro que nace de anécdotas contadas por amigos que se parecen a los personajes y a mí.