Letras

23-F. La historia no contada

Jose Oneto

23 febrero, 2006 01:00

Ediciones B. Barcelona, 2006. 498 páginas, 19 euros

Como el lanzamiento publicitario resulta cuando menos equívoco, no hay más remedio que advertir al lector que, en contra de lo que afirma el título, no estamos ante "la historia no contada" del 23-F.

Y ello por dos razones, formal y de contenido: primero, porque no se trata en su mayor parte de una obra original, sino la reedición actualizada del primer libro que se publicó sobre el 23-F (La noche de Tejero), tan madrugador que aún no había concluido el juicio de Campamento; segundo, porque la historia que aquí se nos cuenta es básicamente la que todo el mundo conoce, el asalto al Congreso, narrada desde luego con el oficio de un periodista avezado, con minuciosidad y ritmo cinematográfico, pero también sin datos e indicaciones precisas de lo que hubo detrás de aquella operación de toma de rehenes.

Es verdad, y hay que apresurarse a consignarlo, que Oneto ha añadido un magnífico prólogo de unas setenta páginas -probablemente lo mejor del libro- que hace un balance equilibrado de lo que fue aquel episodio. Para el lector que quiera un rápido estado de la cuestión resultará una síntesis esclarecedora. No oculta Oneto en esta introducción que hay importantes incógnitas que continúan gravitando sobre la famosa noche y, de hecho, las menciona y las analiza, pero su empeño en dar una visión clara y lineal de los acontecimientos parece que le lleva finalmente a minusvalorarlas en aras del mantenimiento en sus líneas esenciales de la versión oficial.

Alfonso Armada, un general reaccionario, arribista y traidor, queda pues como principal responsable del golpe, manipulando a diestro y siniestro, a civiles, a militares y hasta al propio rey. Al final instrumentaliza a Milans del Bosch, soldado de una pieza, y convierte a Antonio Tejero en cabeza de turco de un complot disparatado que, pese a su chapuza, hubiera podido triunfar si no hubiera sido por la providencial actuación de dos hombres: el secretario de la Zarzuela, Sabino Fernández Campo, que actúa de filtro y pantalla del rey en momentos decisivos, y el director de Seguridad del Estado, Francisco Laína, que organiza y dirige la respuesta civil.