AP-2004

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Letras

Una ventana al norte

15 abril, 2004 02:00

Álvaro Pombo

Anagrama. Barcelona, 2004. 315 páginas. 16,50 euros

Una vez más, el comentario de una obra nueva de álvaro Pombo requiere, de entrada, repetirse, y repetir, imitando uno de los rasgos de su singular estilo, que es un escritor extremadamente original. Tanto por lo insólito de sus inquietudes aparentes como por la personalidad de su escritura y del modo de concebir el relato.

Pombo trata en Una ventana al norte de un asunto insólito entre las preocupaciones hoy corrientes, que él mismo aclara en un epílogo lleno de enjundia: la única opción del cristiano frente a la persecucion religiosa es morir mártir.

El autor aborda la dimensión trágica de esta creencia, basada en la doctrina tradicional de la Iglesia, mediante la narración de unas vicisitudes personales situadas en un grave periodo de la historia mexicana, a fines de los años 20 del pasado siglo, cuando el radical enfrentamiento entre Estado e Iglesia derivó en una auténtica guerra civil, el movimiento insurreccional de los llamados cristeros, vencido por las armas y ahogado por el pactismo de la jerarquía eclesiástica.

Esas vicisitudes abarcan una amplia gama de registros (el drama y el melodrama, la heroicidad y la villanía, el amor y el odio) que están encarnados en unos excelentes personajes. Por encima de todos se halla la gran protagonista, una extraordinaria figura femenina, Isabel, joven inconformista perteneciente a la buena sociedad santanderina que se traslada a México al casarse con un indiano. Y alrededor de la mujer, el marido, un cura que se cuela en la familia, el amante de la chica, más un buen número de personas que dan viveza al relato, y lo enriquecen desde su papel complementario sin robar mérito a los protagonistas.

Una ventana al norte arranca con una magistral recreación de la burguesía de Santander, en cuyo marco se traza el acabado retrato de Isabel, y que casi tiene valor independiente del resto de la trama. Al mismo ámbito, y con tintas colectivas igual de penetrantes, e incisivas, vuelve el desenlace argumental. La mayor parte del libro se dedica al conflicto histórico señalado con una perfecta unión de lo histórico y lo imaginario, hasta lograr una vivísima estampa de época en la cual los personajes señalados se debaten con completa individualidad entre tremendos dilemas.

El resultado de la aleación de complejos problemas personales y de una explosiva situación colectiva es perfecto, y la peripecia, de máximo y permanente interés anecdótico, consigue conmover y divertir. Pombo maneja con insuperable propiedad la simultánea presencia de lo grave y lo humorístico, en clave sarcástica, con frecuencia, al lado de una perspectiva intelectual, casi ensayística. Lo sorprendente es que tan dispersos materiales no sólo no se estorben sino que se potencien hasta crear una verdad literaria nueva, insólita, muy curiosa y, en último extremo, fascinante.

Haría falta bastante espacio para detallar los recursos mentales y verbales que utiliza Pombo y de los cuales se desprende ese vigoroso efecto. A falta de detalles aquí imposibles, diré que una gran virtud del autor consiste en convertir una historia de base fuertemente decimonónica en una narración moderna, singular e irrepetible. Consigue con su particular modo de narrar que una novela de aventuras, cimentada en los principios básicos de este género (acción peligrosa y amores contrariados, riesgos y pasiones), se trasforme en una narración casi filosófica. El juego mental que se trae el narrador, con su fraseo entre el recitado oral y el discurso argumentativo, desemboca en una historia apasionante, muy culta y muy cálida a la vez. Una ventana al norte no pierde en ningún momento la cualidad básica de relato cordial, comunicativo y emocionante, aunque el propósito del autor trascienda con mucho el interés de lo puramente novelesco.

Esto último tiene un gran peso, pero nunca nos desorienta acerca de su verdadero alcance, tratar del afanoso e inútil intento de muchos seres humanos de romper el cerco de las convenciones y jugárselo todo por alcanzar una ilusión. Tenemos así una renovada muestra del magistral y originalísimo arte de contar historias por el que álvaro Pombo se ha convertido desde hace tiempo en uno de nuestros más curiosos y mejores novelistas.