Image: Elogio del horizonte. Conversaciones con Chillida

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Letras

Elogio del horizonte. Conversaciones con Chillida

Susana Chillida

18 septiembre, 2003 02:00

Eduardo Chillida, por Gusi Bejer

Destino. barcelona, 2003. 205 páginas, 29’45 euros

Unas horas de conversación con un artista pueden arrojar más luz sobre su vida y su obra que el esfuerzo tenaz de sus exégetas. En Elogio del horizonte (nombre de una de las más emblemáticas obras de Eduardo Chillida) su hija Susana ha recogido once conversaciones del escultor vasco con otros tantos amigos que son once radiografías de su arte.

Elogio del horizonte es, ante todo, un libro familiar. Un proyecto concebido por Susana, una de las hijas del gran escultor, que entre 1992 y 1997 fue convocando a una serie de amigos y personalidades cómplices con diversos aspectos vitales, intelectuales y artísticos de Eduardo Chillida. Once capítulos, once conversaciones: el mismo número que el de los jugadores que integran un equipo de fútbol, la otra gran pasión de Chillida, como se pone una y otra vez de manifiesto a lo largo del libro. A Chillida, que en su juventud fue portero de la Real Sociedad de San Sebastián, le gustaba decir que en el fútbol había aprendido muchas cosas que le serían sumamente útiles en su trabajo de escultor.

Familiar como es, Elogio del horizonte tiene mucho de homenaje: homenaje al padre y al amigo, que desafortunadamente nos abandonó hace ahora poco más de un año. Uno agradece el respeto y la voluntad de objetividad en quien tiene el difícil papel de ser a la vez hija y editora, y agradece aún más la formidable sencillez con la que Eduardo Chillida atenúa la inevitable tendencia al halago y a los superlativos en el caso de los amigos.

Porque, así, el resultado es un libro equilibrado, de fácil acceso y lectura, que nos hace posible adentrarnos directamente, siguiendo el hilo conductor de la palabra del propio escultor, en el conocimiento tanto del hombre como del artista. Editado, además, con sumo cuidado, con precisas reproducciones de obras, personajes y momentos vitales, que lo hacen sumamente grato. Un único pero, fácilmente subsanable en próximas ediciones: sería deseable una datación precisa de cada una de las conversaciones.

Como suele suceder con las grandes personalidades, Elogio del horizonte permite apreciar precisamente la coherencia que se da en Chillida entre el hombre y el artista: el mismo impulso vitalista, la voluntad de superación de los límites, el anclaje de la forma de estar en el mundo en la idea de la fraternidad de todos los hombres y, quizás sobre todo, un talante inquisitivo, volcado en las preguntas, en las interrogaciones abiertas, atraviesa de principio a fin tanto la biografía como la trayectoria artística.

Desde un punto de vista personal, uno puede advertir hasta qué grado fue la familia algo fundamental para Chillida. Empezando por Pilar Belzunce, la compañera, la madre ("Amá es una cosa muy seria"), y siguiendo por los 8 hijos y los 23 nietos.

Energía vital expansiva, que le llevaba a sentirse muy vasco: "Donosti es mi sitio en el mundo", a lamentar no hablar en vasco aunque puntualizando de modo inmediato que su escultura sí "habla en vasco, porque esa es su procedencia". Pero, a proclamar, a la vez, siguiendo en esto a Koldo Michelena, que se sentía "hombre, antes que vasco". Es ahí donde se inserta su sentido universal de la fraternidad, que naturalmente implica la superación de cualquier forma de nacionalismo excluyente.

Algo que se liga con una de sus ideas más luminosas, formulada siempre como pregunta, que aparece recurrentemente a lo largo del libro: "¿No será el horizonte la patria de todos los hombres?" Porque todos los humanos, en cualquier punto del planeta, tenemos ante nuestros ojos ese mismo encuadre de la visión abierta, el horizonte. Y es sumamente sugestivo que un gran creador de formas como fue Chillida sitúe no en la lengua o en la cultura, sino en la percepción del espacio, el criterio básico de unidad del ser humano. Lo que le permitía afirmar que "todos somos hombres antes del lugar que de donde somos" y que "todos somos hermanos".

La coherencia entre vida y obra a la que antes me refería se pone centralmente de manifiesto cuando uno descubre, precisamente, que esa misma idea del horizonte, inscrita en el nombre de una de sus obras más conocida y recogida también en el título del libro, quizás sea el verdadero núcleo de toda su propuesta plástica. "He llegado a creer", le dice al director de cine asturiano Gonzalo Suárez, "que el horizonte es algo inalcanzable, necesario e inexistente, ya de mayor. A lo largo de toda la vida, mi propio trabajo ha ido aclarando algunas cosas en relación con esto" (página 148). Por eso no es extraño que en distintas ocasiones nos diga que su obra "Elogio del horizonte" (1987), la maravillosa pieza situada ante el mar abierto en Gijón, fuera una de las más apreciadas por él mismo. Así, por ejemplo, en una ocasión le dice al jesuita Antonio Beristain: "Uno de mis centros es donde está el ‘Elogio del horizonte’. Es un centro en cierto modo, dentro de mi obra el más potente" (página 125).

Muchísimos más aspectos van surgiendo en la lectura. El modo como habla, equiparándolos, de sus dos grandes maestros: el mar y Juan Sebastián Bach, porque tanto uno como otro van y vienen incesantemente. O cómo su religiosidad, profunda, pretende ante todo ser normal, sencilla. Y se despliega también en un interés por la espiritualidad en toda su diversidad de manifestaciones, de su acercamiento al zen a su atracción por la mística, algo esto último que resuena en las numerosas menciones de la poesía de San Juan de la Cruz que le oímos formular.

También la filosofía y la ciencia, y como es lógico el arte, a muchos de cuyos protagonistas más destacados en el siglo XX trató y frecuentó personalmente, aparecen como fuentes de irradiación de la obra universal de esta personalidad irrepetible que el libro pone ante nuestros ojos. El perfil de Eduardo Chillida: uno de los gigantes del arte de nuestro tiempo, a la vez que un hombre, en el sentido machadiano de la palabra, bueno.


Sobre Chillida
-Gabriel Celaya: Los espacios de Chillida (Polígrafa, 1973)
-Luis Figueroa Ferreti: Chillida (MEC, 1976)
-J. D. Fullaondo Errazu: Oteiza y Chillida en la moderna historiografía del arte (GEV, 1976)
-Werner Schmalenbach: Chillida (Polígrafa, 1979)
-Octavio Paz: Chillida (Edicions 62, 1980)
-Martín de Ugalde: Hablando con Chillida (Txertoa, 1982)
-Peter Selz y James J. Sweeney: Chillida (Servicio de Publicaciones del Gobierno Vasco, 1987)
-Kosme de Barañano: La obra artística de Eduardo Chillida (Caja de Ahorros Vizcaína, 1988)
-Kosme de Barañano: Chillida íntimo (Academia de San Fernando, 1991)
-Kosme de Barañano: Chillida, Heidegger, Husserl : el concepto del espacio en la filosofía y la plástica del siglo XX (Universidad del País Vasco, 1992)
-Luxio Ugarte: Chillida : dudas y preguntas (Erein, 1995)
-Luxio Ugarte: La reconstrucción de la identidad cultural vasca : Oteiza-Chillida (Siglo XXI, 1996)
-Agatha Ruiz de la Prada: Homenaje a Chillida (Siruela, 1996)
-Carlos Catalán Sánchez: Chillida (Caja de Ahorros de Navarra, 2001)
-Sally Radic: Chillida en sus manos (Fundación Bancaja, 2002)
-Javier Maderuelo Raso: Chillida, elogio de la mano (Fundación Juan March, 2003)
-Kosme de Barañano y Jesús Uriarte Cámara: Chillida (TF, 2003)
-Antón Pérez Patiño: Eduardo Chillida: vida e filosofía (Dip. Ourense, 2003)
-Edorta Kortadi: Una mirada sobre Eduardo Chillida: vida y obra de un artista universal (Síntesis, 2003)


Palabras en el hierro
Edmond Jabès:"Hay en el transcurso de nuestra vida algunos segundos que se escapan al tiempo. Fronteras de lo visible y lo invisible. Es en esos límites donde encuentro a Chillida".

Yves Bonnefoy: "La experiencia de Chillida es saber que en la acción de cortar el granito, si el corte se dirige hacia la derecha, en vez de a la izquierda, y va hasta tal punto y después se detiene, estéticamente es por la belleza, pero metafísicamente es por nada".

Octavio Paz: "El juego de las oposiciones se mantiene a lo largo de la obra de Chillida. La continuidad no es reiteración, sino metamorfosis: Chillida persiste cambiando".

Gabriel Celaya: "Hubo una época en la que Chillida, como los Titanes y los viejos Héroes prometeicos asaltó el espacio. En aquel entonces, Chillida dispara violen-cias o aguza amenazas, chirría el hierro, la vida violada".

José ángel Valente: "La obra de Chillida parece señalar los límites más allá de los cuales empieza lo radicalmente otro, el lugar nebuloso al que sólo se entra de mano de los sueños".

Kosme de Barañano: "Si Rodin elevó el detalle del torso a categoría formal de la escultura, Chillida cuestiona permanentemente el problema de delimitar una posición o de definir un espacio a través de su propia esencia: el límite".