Letras

Ciento catorce de volando

Joaquín Sabina

3 octubre, 2001 02:00

Prólogo de Luis García Montero. Visor. Madrid, 2001. 142 páginas, 1.200 pesetas

Insiste García Montero, en su cordial y algo retórico prólogo, en que Sabina no es un cantante que tardíamente aspira a ser poeta, sino ambas cosas, y desde el principio (ya publicaba en revistas literarias de los años 60). Tiene toda la razón. Pero se calla que si ese discreto poeta no se hubiera convertido en cantante de gran popularidad ninguna editorial medianamente seria le habría publicado esta amplia colección de sonetos, que si no son tantos como los que escribió Gerardo Diego, sí son bastantes más de los que escribió Garcilaso y, más o menos, los mismos que publicó en vida uno de los más grandes sonetistas de la posguerra, Blas de Otero.

No demasiado bien aconsejado, Joaquín Sabina ha reunido en este volumen, junto a excelentes piezas de quevedesco humor y algún ejemplo de desgarrado lirismo, un monótono centón de prescindibles piezas de circunstancias: "El Mundo sería menos transitable/si no hubiera impostores como Carlo(s)/firmando la columna de Boyero". (Colocar la "s" entre paréntesis, según se nos indica en nota, es una "licencia poética" para que rime con "abrazarlo"). En "Señales de vida", primera parte del libro, reúne Joaquín Sabina los sonetos que aspiran a la condición de autorretrato. Destaca el soneto inicial, con su eco machadiano: "Mi infancia era un cuartel, una campana/y el babi de los padres salesianos/y el rosario ocho lunes por semana/y los sábados otra de romanos". También resulta notable la versión de la pessoana multiplicidad del sujeto que encontramos en "¿Auténtico decís?".

A la afición taurina se dedican los "Seis dedos en la llaga de Tomás y un brindis a la sombra de Antoñete". En"Pies de foto", se reúnen una serie de brindis y diatribas, de elogios a personajes admirados y de ataques a otros que no lo son tanto. Demasiado apegados algunos de ellos a la actualidad, mucho de su interés y de su humor se ha desvanecido. Así comienza "Plasticorazones": "Vigile al tuerto rey el lince ciego,/fusile a su alter ego el sufridor,/trasquile al mal pastor el buen borrego,/¿el sastre de Rappel?...ay candel mor". Esta frase, escrita en cursiva, lleva la siguiente nota a pie de página: "Popular e hilarante expresión del gran Chiquito de la Calzada". Muchas de las expresiones de estos sonetos deberán llevar pronto la indicación de que en un tiempo fueron populares y alguna vez hilarantes.

Contribuye a la monotonía del libro la reiteración de los recursos retóricos. Tres sonetos seguidos están formados por una enumeración de nombres propios (a la manera del célebre poema de Unamuno): "Bares" ("Complot, champú, les deux magots, la biela"), "Conmigo vais" ("Chispa, Blanca, Isabel, Rosa, Lucía") y "Que no llevan a Roma" ("La Habana, Londres, Fez, Venecia, Lorca"), pero no son los únicos que utilizan el procedimiento: "El moño, las pestañas, las pupilas/el peroné, la tibia, las narices", comienza "Alrededor no hay nada".

"Quien lo probó lo sabe"reúne los poemas de amor, que no prescinden por completo del costumbrismo y la comicidad irreverente que caracterizan al conjunto.

Los aficionados a las canciones de Sabina, ese "Baudelaire con guitarra madrileña" según García Montero, disfrutarán sin duda con el desenfadado humor, la sal gruesa y el lirismo canalla de estos versos. Los lectores de poesía que no se desanimen por las reiteraciones, las rimas forzadas y una cierta moralina contestataria, encontrarán, sin duda, paisajes de indudable interés.