Juan Antonio Masoliver Ródenas

Juan Antonio Masoliver Ródenas

Letras

La puerta del inglés

28 febrero, 2001 01:00

Juan Antonio Masoliver Ródenas

El Acantilado. Barcelona, 2001. 413 páginas. 3.500 pesetas

La narrativa de la modernidad ha roto las viejas convenciones que distinguían lo puramente novelesco de otras variedades afines. Hoy abundan las narraciones que se construyen sobre la experiencia del autor, utilizada como materia básica del relato. Surge así una forma mestiza que, basándose en un autobiografismo expreso, puede leerse como una novela.

Esta óptica es la que adoptó hace ya una década Masoliver Ródenas en Retiro lo escrito y Beatriz Miami, y la prolonga en La puerta del inglés hasta formar una especie de trilogía que responde al propósito de hacer unas “memorias ficticias o narrativas”, por decirlo con palabras suyas. Este último título, al igual que los anteriores, se basa en hitos de su experiencia sentimental y profesional, que aparecen con la discontinuidad propia de las anotaciones de un dietario.

La mayor parte de la anécdota versa sobre sus observaciones acerca de personas relacionadas con el mundillo de profesores, escritores y críticos. Lo mismo había hecho en las obras precedentes, en las cuales llegaba a una provocadora crueldad. Algunas de sus bestias negras de entonces reaparecen ahora y amplía el censo de damnificados. En todo momento mantiene un explícito subjetivismo que explica el tono insultante de unas apreciaciones que no buscan la justicia. El problema es que la acumulación de invectivas termina por quitar eficacia a la diatriba, y por devolver la pelota al tejado del autor.

Otra cuestión importante es que se trata un relato en clave centrado en personas de ese pequeño grupo profesional, en particular en unos cuantos críticos literarios cuyos nombres se presentan con leves modificaciones para que en su mayoría resulten transparentes. Su interés radica en el mordiente de las alusiones personales pero el lector común no descubrirá esas claves.

En suma, La puerta del inglés se aleja de un destinatario general y, además, el predominio de estas cuestiones en el fondo de tan poca trascendencia oscurece otras de mayor relieve también presentes en el libro hasta casi anularlas. En conjunto, Masoliver hace un relato pesimista, amargo y de un intenso nihilismo. Tiene, pues, una dimensión existencial que parece ser el propósito medular del autor, pero se desvanece bajo el peso de esos agrios ataques personales.