Letras

Veronika decide morir

Paulo Coelho

27 febrero, 2000 01:00

Traducción de Montserrat Mira. Planeta. Barcelona, 2000. 229 páginas, 2.400 pesetas

Nos encontramos con una prosa cuidada y didáctica, más elaborada que la de los bestsellers esotéricos anglosajones, pero con tendencia a deslizarse por el filo de la cursilería

¿Qué magia tienen las novelas de Paulo Coelho para que se vendan 23 millones de ejemplares, se traduzcan a 39 lenguas, se editen en 100 países, haya ganado 17 millones de dólares y sea uno de los 15 autores más leídos del planeta? Y, sin embargo, desde una perspectiva massmediática, no es un autor usual. Que sus libros puedan encuadrarse dentro de la llamada literatura de autoayuda de esa filosofía pragmatista en expansión que es la "New Age", puede hacernos entender el éxito alcanzado, desde El alquimista, en 1988, La quinta montaña, en 1996, y esta Veronika decide morir, en 1998. Nos encontramos más allá del simple fenómeno literario; ante un buen escritor que narra historias cotidianas con la sencillez, claridad y oficio necesarios para vehiculizar un discurso ideológico en el que la vuelta a lo espiritual, las actitudes vitales positivas y la posibilidad de encontrar dentro de cada cual el camino hacia la consolidación de "la leyenda personal", lo convierte en una especie de gurú atípico de esta nueva sensibilidad espiritual en la que sus lectores puedan encontrar el lenitivo justo para salir del malestar producido por la vida moderna y la ausencia de certezas.

Es, pues, una literatura consoladora. Habla de rebeldía contra el encorsetamiento de los patrones de comportamiento sociales establecidos, de la aceptación de las cosas sencillas, para vivir la vida sin remordimientos ni culpabilidad: una salida espiritual para resolver los problemas que plantea la vida cotidiana. En fin, la búsqueda en el interior de uno mismo del "sentido de la vida", mediante las emociones y el concurso de la fe en la posibilidad de recuperar el "yo" verdadero ahogado por ese "yo" social viciado por la educación. En este camino de sabiduría y salvación personal se entrecruzan, con la naturalidad del sincretismo ingenuo, la religión católica, el esoterismo sufí, el ocultismo, la magia negra y el viaje astral. Su aceptación mundial demuestra hasta qué punto las religiones occidentales establecidas son hoy incapaces de dar respuestas espirituales adecuadas a los problemas existenciales de millones de nuevos consumidores del supermercado místico. Freud lo llamó "frustración cultural" en El malestar en la cultura. Si "la cultura reposa sobre la renuncia a las satisfacciones instintuales", la busca de un "sentido de la vida" que palíe la angustia y el sentimiento de culpa del ser humano es una quimera que, desde un punto de vista psicoanalítico, sólo puede conducir al pesimismo. Freud concluye su estudio con estas palabras: "Así, me falta el ánimo necesario para erigirme en profeta ante mis contemporáneos, no quedándome más remedio que exponerme a sus reproches por no poder ofrecerles consuelo alguno". A falta de certezas, Coelho sí ha tenido el ánimo de convertirse en ese profeta que se reclama a voces; en un gurú poético de la espiritual posmoderna, centrada, en Veronika decide morir, en la oposición entre el autoritarismo represor del mundo moderno y la anarquía disolvente que procura a los dementes el manicomio. Sus personajes son juguetes rotos, seres normales atrapados en dos mundos: el de la "locura inútil" que impone la esclavitud de la realidad y el de la "locura interior" del individuo inmerso en la irrealidad alienada. Dos caras de una misma moneda, cuya paradoja puede resolverse aceptando las propias limitaciones, los miedos y la rebeldía final, que dotará de sentido a la vida, "renaciendo" (rebirthing) espiritualmente a una nueva existencia que es el descubrimiento de uno mismo como parte de la "Harmonía Mundi".

Literariamente, nos encontramos con un narrador omnisciente, una prosa cuidada, introspectiva y didáctica. Con preferencia por la narración metaforizada en forma de proverbios y el recurso bíblico de las parábolas. Mucho más elaborada que la de los bestsellers esotéricos anglosajones, pero con tendencia a deslizarse por el filo de la cursilería. Podría decirse que la simplicidad de sus enseñanzas concuerda a la perfección con la sencillez de su prosa. Pura adecuación, cosa que agradecen tanto sus lectores entusiastas como el lector ocioso, aquel que quiera saber en qué "Nueva Era" nos encontramos y cuáles son los signos ilusorios de nuestro tiempo.