
Fritz Roeber: 'Escena de la Noche de Walpurgis de 'Fausto'', h. 1910. Museo de la Abadía de Liesborn, Alemania
La princesa y monja que se invoca en los aquelarres: ¿Quién era santa Walpurgis, la patrona de las brujas?
Este miércoles, 30 de abril, es el día (y la noche) de esta santa, que encarna la feminidad y la protección de las mujeres. Bajo su influjo, hechiceras y nigromantes pueden reunirse hasta el amanecer.
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La cultura es un hojaldre, compuesto de sucesivas capas que se hornean en el tiempo, ese fuego en el que todos ardemos.
Cada pueblo y cada tiempo tienen sus miedos, y la religión viene a aliviarlos con sus paños de esperanza, rituales y superstición. Por eso no es tan extraño que la llegada del cristianismo hiciera coincidir las nuevas fiestas con celebraciones ancestrales, como el nacimiento del sol, que ponía fin al declive de los días, o el solsticio de verano. Así fue como se fijó la Navidad el 24 de diciembre y San Juan el 24 de junio.
Antes del triunfo del cristianismo en Europa, los pueblos germánicos celebraban el fin del encierro invernal el primero de mayo. Había que ahuyentar de alguna manera a los malos espíritus del frío y celebrar la llegada de horas más benignas. Y el cristianismo dedicó ese día a santa Walpurgis.
¿Pero quién era esta mujer?
Walburga de Heidenheim, nació en Wessex, Inglaterra, en el año 710 y falleció en Heidenheim, Alemania, el 25 de febrero de 779. Como monja benedictina, formó parte de la misión sajona que se envió a evangelizar las tierras germanas, contando, por iniciativa de san Bonifacio, por primera vez con mujeres misioneras, ya que el santo consideraba que serían mejor recibidas en muchos lugares y llegarían con mayor facilidad al alma de otras mujeres, que eran las que enseñaban a los niños en su más tierna edad.
Dice la leyenda que Walburga era princesa, hija del rey san Ricardo el Sajón, aunque hasta hoy se discute la calidad de rey de este señor feudal. Al partir su padre en peregrinación hacia Roma con sus dos hijos varones, la dejó en un convento con once años de edad. Allí se formó durante veintiséis años hasta el punto de convertirse luego en la primera escritora tanto de Inglaterra como de Alemania, aunque sus obras, referidas a las vidas de su padre y hermanos, estaban escritas en latín.
En el año 748 Walburga fue requerida para evangelizar Alemania e inició la arriesgada travesía marítima, pero se desató una fuerte tormenta que solo se aplacó cuando la futura santa se arrodilló en la proa del navío y rogó que se calmasen las olas, que inmediatamente le obedecieron. Al llegar a puerto, los marineros no tardaron en contar este prodigio a quien les quiso escuchar, lo que hizo que Walburga comenzara con buen pie su andadura misionera.

Juan de Roelas: 'Santa Walburga', hacia 605. Iglesia de San Miguel and San Julián, Valladolid
Durante los años que pasó en Alemania se le atribuyeron muchos milagros y gran poder sobre los malos espíritus, que acataban obedientemente sus órdenes. Se dijo que de su tumba brotó durante mucho tiempo un aceite milagroso que curaba las heridas y alejaba los malos pensamientos.
También se dice, y esto puede dar buena idea del carácter que se le atribuía, que habiendo amenazado ruina el monasterio de Heidenheim, donde la santa estaba enterrada, los obreros que restauraban el edificio profanaron su sepultura y la santa se les apareció, exigiendo que devolvieran a su lugar sus restos, cosa que hicieron inmediatamente.
En la Noche de Santa Walpurgis, la del 30 de abril al 1 de mayo, las brujas tienen permitido celebrar sus aquelarres hasta que, a la llegada del amanecer, la santa les ordena detenerse y desaparecer de la tierra.
Esa es la historia, o la leyenda, o ambas cosas mezcladas, que tan magistralmente celebró Goethe en su Fausto. Se dice que se le asignó esa fecha en el santoral para que fuese el día de la vida, en contraposición al 1 de noviembre, seis meses después, que es el día de los muertos.
A santa Walpurgis se la consideraba patrona de las campesinas, las sirvientas, las mujeres humildes en general, y también curiosamente, de las brujas y los tahúres.
En Alemania se afirmaba, y de ahí salió el relato de Goethe, que en la Noche de Walpurgis las brujas volaban hacia el Brocken, la montaña más alta del macizo del Harz, para celebrar allí su gran asamblea. Todavía hoy se celebra esta fiesta, a modo de Halloween europeo, con grandes hogueras en los montes, tambores y fiesta nocturna.

Imagen de Walburga en la catedral de Contern, Luxemburgo
En los viejos tiempos no se lo tomaban tan a la ligera, y de hecho los fuegos se encendían para evitar las malas artes de las brujas, que esa noche se sentían libres. Se colocaban crucifijos en las puertas, las escobas se dejaban boca arriba para que no saliesen volando solas, y se hacían sonar las campanas de las iglesias toda la noche.
Sin embargo, otra parte del pueblo, los que seguramente serían señalados como libertinos y gente de mal vivir, festejaban la noche con bebida y encuentros eróticos para celebrar el mes de la libertad y la fecundidad, pues algunos afirmaban que Walpurgis había denostado la monogamia, por considerar que contribuía al despoblamiento de Alemania. Por ese motivo, era tradición que no se celebrasen matrimonios en mayo si se esperaba que los esposos se mantuviesen fieles.
Aunque en teoría santa Walpurgis era capaz de alejar a las brujas con solo una palabra suya, esto fue interpretado también como señal de que las mandaba, cosa que encajaba muy bien, en la mentalidad de la época, con su carácter de santa femenina por excelencia y protectora de las mujeres.
Aparte de la ya mencionada escena del Fausto de Goethe, la Noche de Walpurgis aparece en otras muchas obras literarias y musicales. Es especialmente destacable la cantata para solistas, coro y orquesta Die Erste Walpurgisnacht, o la Primera noche de Walpurgis, de Felix Mendelssohn. La letra es una balada del propio Goethe, que ya la escribió pensando en musicalizarla, y así se lo propuso a su amigo el compositor Carl Friedrich Zelter. Este rechazó el encargo y se lo transmitió a su alumno Mendelssohn. La obra se estrenó en Berlín el 10 de enero de 1833, cuando Goethe ya había fallecido.
Mendelssohn no quedó muy satisfecho del resultado y reescribió en parte la obra, para volver a estrenar la nueva versión diez años después, esta vez en Leipzig, contando entre el público con Schumann y Berlioz, que alabaron profusamente la cantata.
Les dejo con ella en la versión de la orquesta sinfónica de la radio de Frankfurt, dirigida por Andrés Orozco Estrada, en una grabación de 2014 en la impresionante abadía de Eberbach.