Juan Luis Arsuaga en el Museo del Prado. Al fondo, la estatua 'Diadúmeno', c. 140-150 d.C. Foto: Carlos Ruiz

Juan Luis Arsuaga en el Museo del Prado. Al fondo, la estatua 'Diadúmeno', c. 140-150 d.C. Foto: Carlos Ruiz

Historia

Juan Luis Arsuaga: "El cuerpo humano sigue siendo un misterio; no sabemos por qué tenemos culo"

El paleontólogo publica un nuevo libro en el que desgrana los siete millones de años de la evolución de la anatomía humana, uniendo ciencia y arte

23 mayo, 2023 16:54

Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954) observa en las salas del Museo del Prado las esculturas del Diadúmeno de Policleto o la Venus del Delfín. El cuerpo humano desnudo y glorificado, el resultado de una historia evolutiva de siete millones de años. Conectando la ciencia con el arte, el famoso divulgador, uno de los científicos más importantes de España y codirector de Atapuerca, arranca en ese escenario su nuevo libro, Nuestro cuerpo (Destino), donde desgrana cómo ha sido el proceso hasta alcanzar esta expresión anatómica y cómo nos hemos diferenciado del resto de las criaturas. 

Pregunta. ¿Cuál diría que es la parábola de este libro? ¿Qué quiere enseñar a los lectores sobre la anatomía humana?

Respuesta. Básicamente, lo que pretendo es amigarnos con nuestro propio cuerpo, disfrutar del cuerpo conociéndolo. Creo que no pensamos mucho en él, salvo cuando nos duele. Entonces no tenemos una buena relación. El cuerpo es un desconocido. Sabemos del cuerpo lo que yo sé de mi coche, que no soy aficionado a la mecánica. Sé que tiene un motor en algún sitio y que de alguna forma metiéndole gasolina anda. Alguien que sabe de mecánica de automóviles parece que disfruta más del viaje en coche. Entonces nos pasa un poco lo mismo con nuestro cuerpo, con una diferencia fundamental: nuestro cuerpo tiene sensibilidad y sentimos a través de él.

»Después de haberlo dicho todo en esta clave dualista, en esta clave de Descartes, de que somos dos en realidad —una parte importante que soy yo y luego un vehículo que es menos importante que me lleve, que me transporta—, he tratado de cambiar un poco el sentido de la mirada, y decir que más bien somos un cuerpo que tiene una mente. Eso nos llevar a interesarnos por nuestro cuerpo y a sentirlo y disfrutarlo a través del conocimiento. Es decir, Epicuro.

P. También tiene una estructura original...

R. Desde el punto de vista literario, tiene la originalidad de que, hasta donde yo sé, nunca se ha escrito un libro de texto sobre el cuerpo humano, con palabras. Nadie lee un libro del cuerpo. Leemos novelas o libros de cualquier cosa, pero no un atlas de anatomía con unos señores despellejados. En otras palabras: el libro en realidad es el cuerpo. Nuestro cuerpo es un libro. De hecho, es uno de los títulos que manejamos. El cuerpo es un documento que cuenta con siete millones de años de historia. Hay que aprender a conocerlo como si fuera el documento que es y a través de la vista y del tacto. El libro no tiene ilustraciones porque tu cuerpo es la ilustración. Es un libro para tocarse.

P. Reivindica la relación que tenían los antiguos griegos con el cuerpo. ¿Pero por qué el cuerpo es el gran desconocido? ¿Por una cuestión de pudor?

R. En España en particular tenemos un problema. Habría que hacer un análisis sociológico-histórico para ver cómo hemos llegado a esto, pero somos vergonzosos. Eso es una observación inmediata. Cuando dices en clase "vamos a tocarnos la muñeca" se produce ahí como un momento de pánico. En otros sitios se presentan voluntarios. Aquí tenemos una mala imagen del cuerpo. Hay una cosa con el cuerpo, que sería fácil decir que es producto de la Inquisición, de la Contrarreforma, no lo sé, pero que tenemos una relación que no es normal, que no es la que tienen los niños. Los niños están encantados de tocarse en todos lados, y luego los adultos nos volvemos tímidos o vergonzosos o pudorosos.

El Homo sapiens es una especie excepcional, un diseño revolucionario

P. Los dos grandes rasgos definitorios del ser humano son el bipedismo y la capacidad cognitiva. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cuáles son las claves de este proceso de evolución respecto a otros animales?

R. Están desfasados porque la postura bípeda aparece primero y luego la inteligencia. Estos dos rasgos que nos definen aparentemente no tienen nada que ver, salvo que quizá podríamos decir que la postura bípeda era una condición necesaria para que más adelante se produjera la expansión del cerebro. Las habilidades, por ejemplo, para manipular objetos son anteriores a la expansión del cerebro, que debe ser una condición necesaria, quizá no suficiente, pero lo precede. Pero ahí también hay otra cosa, y es que dentro de la evolución somos bípedos desde hace cuatro millones de años, pero el Homo sapiens es un bípedo muy especial, porque somos un prodigio de la biomecánica o del diseño biológico. El Homo sapiens es una especie que está muy bien diseñada para recorrer largas distancias. Somos una especie caminante, peregrina.

P. ¿Y somos la especie privilegiada, la elegida por la selección natural?

R. Bueno, nosotros hemos desarrollado eso más que la fuerza. En la evolución humana, las otras especies bípedas, los neandertales, el Homo erectus, tienen una gran fortaleza física. Pesarían 10-15 kilos más de músculo que cualquiera de nosotros. Seguramente también sus fibras musculares tuviesen predominio de las fibras de contracción rápida. Es decir, se trata de unos cuerpos que están mejor preparados para esfuerzos explosivos, pero no para la resistencia. Yo siempre pongo un ejemplo que es bastante evidente: la gente se hace el Camino de Santiago en un mes, que empieza en Francia y termina en Compostela. Esa capacidad que nos parece normal de caminar es excepcional, es extraordinaria.

Juan Luis Arsuaga posa con su libro en la Sala de las Musas del Museo del Prado. Foto: Carlos Ruiz

Juan Luis Arsuaga posa con su libro en la Sala de las Musas del Museo del Prado. Foto: Carlos Ruiz

P. Las migraciones de nuestros antepasados hace decenas de miles de años ya eran impresionantes…

R. El Homo sapiens es el maratoniano. Y esto tiene muchas implicaciones desde el parto hasta miles de cosas. Una manera de explicar este concepto para que la gente lo entienda es lo difícil que se es adelgazar, porque este coche nuestro quema tan poco combustible que cuesta mucho perder peso solo por el ejercicio porque gastamos muy poco.

P. ¿Los siete millones de años de evolución han sido una gran odisea? ¿Lo lógico hubiera sido quedarnos por el camino?

R. Lo lógico habría sido ser parántropos. Dentro de una lógica de nuestra descendencia hay un cambio climático, un hecho externo, que redujo la extensión del bosque, de la selva lluviosa. En ese momento hay muchas líneas evolutivas que evoluciona para adaptarse a ambientes más secos, más abiertos, más estacionales. Aparecen los australopitecos y eso continúa progresando y aparecen unas formas de australopitecos que tienen un aparato masticador: son vegetarianos que trituran mucho alimento vegetal.

»Esa sería la evolución que tendría que haber ocurrido. Pero sucedió otra cosa: hubo un antepasado nuestro que en lugar de aumentar el tamaño de los dientes, lo redujo, y a cambio sustituyó la biología por la tecnología y aumentó el cerebro. Eso, si yo fuera un zoólogo extraterrestre que hubiera estado mirando, francamente no me lo habría esperado, porque es como una inversión, es un cambio completo de la evolución. Es una trayectoria evolutiva distinta y en cierto modo inesperada.

P. El momento clave.

R. Ahí empezó todo: el momento en el que un antepasado nuestro que vivía junto con otros muy parecidos que eran vegetarianos y que vivían en esos medios, pues en lugar de adaptarse a los nuevos ecosistemas y los nuevos recursos, desarrollando el aparato masticador, 'apostó' por toda la tecnología y por la inteligencia. Esa apuesta tuvo éxito, pero no estaba escrito en absoluto.

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P. En el libro analiza la polémica científica entre los que defienden que nuestro cuerpo (de cuello para abajo) apenas ha cambiado desde el Homo erectus y los que, como usted, aseguran que es una adquisición exclusiva del Homo sapiens hace aproximadamente unos 200.000 años.

R. Pero es que eso lo es todo. Más allá de los descubrimientos de huesos, esa es la gran partida de la ciencia de la evolución humana. Es una cosa en la que me gusta insistir porque no es trivial. Yo lo comparo con la teoría de la Tierra como centro del universo. Esa es la gran partida que se está jugando. Hay dos hipótesis alternativas que son incompatibles y que no puede haber un término medio. Y yo defiendo una y estoy seguro de que voy a ganar.

Juan Luis Arsuaga ante la cabeza de 'Afrodita Cnidia', c. 120-130 d. C. Foto: Carlos Ruiz

Juan Luis Arsuaga ante la cabeza de 'Afrodita Cnidia', c. 120-130 d. C. Foto: Carlos Ruiz

P. ¿Cuáles son las evidencias que respaldan su teoría?

R. Por lo que he explicado antes, por la interpretación de los huesos y porque creo que, en pocas palabras, el Homo sapiens es una especie excepcional. No somos uno más. Los neandertales, por poner el ejemplo de una especie parecida a la nuestra, son como una prolongación de lo que había antes. Nosotros somos un suceso, algo novedoso, una gran novedad evolutiva, un diseño biológico distinto de todo lo anterior. Todo lo otro es lo arcaico. Es es como si tuvieses un barco de vela. Tú puedes ponerle más velas y más velas, y más postes o más palos. Pues bien, es un perfeccionamiento del barco de vela. Pero nosotros somos un barco de vapor. Es que somos otra cosa.

P. ¿Ese momento concreto de la aparición del cilindro corporal estrecho es el gran misterio actual sobre la evolución humana?

R. Es el gran debate. Misterio no es porque hay dos alternativas: o blanco o negro. Esto es como lo de Copérnico: o gira el sol o gira la Tierra. Ahora hay discusión y disputa para ver quién tiene razón. Pero no tengo la más mínima duda de que la batalla está ganada, de que este gran debate se resolverá a favor de mi equipo. Y eso nos cambiará la perspectiva. Se ha escrito mucho acerca de que somos una especie humana más como tantas otras, con alguna peculiaridad. Y yo digo que no, que somos un diseño revolucionario, que somos otra cosa, que no somos una variante.

»Ya se sabe que el péndulo de la historia va de un extremo al otro. Se empezó diciendo que éramos algo único, insólito y divino, y que los demás eran simiescos y subnormales, incluyendo a los neandertales, pero luego ha ido en otra dirección y parece que somos simplemente una variante o una subespecie de homínido con alguna cosa peculiar y un poco de suerte. Y yo creo que no, que tenemos un diseño completamente distinto y que todo está relacionado. Nosotros hemos renunciado a la fuerza individual en favor de la fuerza del grupo. Es decir, nos podemos permitir el lujo de ser individualmente más débiles porque nuestro grupo es más fuerte. Todo esto condiciona la definición del ser humano.

P. ¿Sobre qué más aspectos diría que se están centrando hoy en día los principales estudios científicos relacionados con la evolución humana?

P. Es que el cuerpo humano sigue siendo un misterio. Todavía no sabemos para qué tenemos el glúteo mayor tan desarrollado. Por qué tenemos culo, dicho así directamente. La postura bípeda no sabemos qué función tiene o qué ventajas representa. En el libro sale mucho Descartes, que es dualista, la mente y el cuerpo como cosas separadas. Eso ha llegado a trascender tanto que nos parece que siempre hemos pensado en esos términos, de que tenemos dos entidades separadas. Ahora hay como una tendencia a cambiar el sentido de la mirada: mientras que con Descartes se decía que la mente tiene un cuerpo, ahora tendemos a pensar que el propietario es el cuerpo.

No puede haber ciencia en una dictadura porque la ciencia es incómoda, subversiva

P. El pasado verano su equipo anunció el hallazgo en Atapuerca de la cara del europeo más antiguo. ¿Este individuo sería muy difícil a lo que somos hoy en día?

R. Sí, sí, porque yo digo que nosotros somos distintos. El otro bando diría que no, que hay cambios a nivel del cerebro pero que en esencia es bastante parecido. Yo como creo que el Homo sapiens es producto de la evolución, por supuesto, pero que los originales somos nosotros, te diría que sí. Probablemente el mejor nombre que le podemos dar a esta especie que tiene 1,4 millones de años es el de Homo erectus. Si lo vemos reconstruido en un museo, es bastante parecido a nosotros, no es un mono. Es un humano bípedo, alto y grande, tecnológico. Pero luego en la anatomía no y en todo lo que eso conlleva. Si tú tienes un cuerpo que está bien dotado para esfuerzos explosivos practicarás una caza por emboscada. Y si tú tienes una anatomía que te facilita la carrera de resistencia, pues harás una caza por agotamiento.

P. En varios fragmentos del libro repite que uno de los grandes problemas a los que se enfrentan los paleontólogos es la escasez de fósiles. ¿Cree que las nuevas tecnologías pueden ayudar en esta búsqueda o realmente teme que la ausencia de restos de homínidos se deba a que no se han conservado tras tantos cientos de miles de años?

R. Siempre ha habido más caballos o más cebras que humanos, pero siempre ha habido más cebras que leones. Así que no, se irán encontrando los restos porque no éramos tan excepcionales. De hecho, no seríamos más raros que los leones. Eso es cuestión de tiempo, de esfuerzo y de dinero.

Juan Luis Arsuaga en el Museo del Prado. Foto: Carlos Ruiz

Juan Luis Arsuaga en el Museo del Prado. Foto: Carlos Ruiz

P. Hace unos días se publicó en Nature un estudio que decía que el Homo sapiens desciende de al menos dos poblaciones diferentes en África. ¿Cómo valora la revolución que los estudios de ADN están provocando en la historia de la evolución humana?

R. Pues comparables a los que se han producido en el estudio de la especie humana actual. Y en realidad muy complementarios o muy relacionados, porque verdaderamente para saber en qué somos distintos nos viene muy bien tener una especie como los neandertales o los denisovanos con los que compararnos. Hay aspectos de la biología humana que no cambian tanto como puede ser la anatomía o la fisiología. La genética es importante para la especie humana actual. No sabemos muchas cosas de cómo nos desarrollamos y nuestra relación con las enfermedades. Ahora bien, tiene un límite de antigüedad. Nunca vamos a tener ADN de Homo erectus o de australopitecos.

P. Bermúdez de Castro dice que la evolución humana es un edificio bien construido y que estos estudios son como una especie de reformas, que no va a haber un giro brutal.

R. Yo creo que de entrada saber que tenemos un porcentaje de genes neandertales, pues es una contribución. La ciencia es acumulativa, es decir, esa frase que tanto se lee por ahí de que este descubrimiento va a obligar a reescribir el libro de la historia… Pues hombre, apañados estaríamos, ¿no? Si cada semana tuviéramos que reescribir la historia estaríamos perdidos. El conocimiento produce ignorancia. Antes de que descubriésemos América no teníamos ningún problema con la botánica americana. De hecho, ni siquiera sabíamos que había un continente. Una vez llegó Colón a América, ya hay una pregunta: ¿qué tipo de plantas crecen aquí?

»Es decir, para formular una pregunta necesitas una novedad, un hecho nuevo. Cuando pensamos que solo había agua entre Europa y Asia el problema de las culturas americanas no existía. Cuanto más conocimiento, pues más preguntas surgen. El propio ADN se descubrió en 1953. Entonces nadie se preguntaba por los genes. Cada descubrimiento permite plantear nuevas preguntas. Cada avance hace que surjan nuevas cuestiones. No es que haya que reescribir lo anterior. Es que ahora aparecen nuevas preguntas.

P. Quizá los medios tenemos un poco de culpa en exagerar los descubrimientos…

R. A veces sí y a veces son los investigadores. En los últimos tiempos, en el mundo de la paleontología, las nuevas tecnologías que han hecho cosas muy importantes son los métodos de datación y luego estaría el TAC, del que no se habla comparado con el ADN. No se habla tanto de él, pero ha revolucionado por completo los estudios de paleontología humana, porque gracias al TAC podemos tener una imagen tridimensional del objeto. El primer cráneo del que se publicó une estudio de TAC fue el número 5 de la Sima de los Huesos, que se hizo en el Hospital 12 de Octubre.

P. En el libro dice que ciencia y libertad son inseparables. A ahora que parece que tenemos más libertad que nunca, ¿la ciencia está perdiendo peso en esta sociedad líquida, instantánea, fugaz, del presente?

P. Yo creo que no, pero aquí hay un debate muy interesante: si puede haber ciencia en una dictadura. La pregunta es por qué surgió la ciencia, cuándo y dónde. Pues empieza en la época de Descartes. La ciencia es básicamente un método, la gente la tiene muy idealizada, como si fuera una cosa casi religiosa. Apareció en Europa en el contexto del barroco del siglo XVII. Entonces hay polémica acerca de si se puede desarrollar la ciencia en una dictadura.

P. ¿Cuál es su opinión?

R. Que no. Darwin escribió que España era una potencia y que de pronto dejó de tener ciencia por culpa de la Inquisición. Yo tengo ejemplos del retroceso que experimentó la Unión Soviética, por ejemplo en la genética, donde por razones ideológicas a los mendelistas se les metió en la cárcel. Y se estableció una doctrina genética que satisfacía al dictador de entonces, que era Stalin, pero que hizo que la genética en Rusia sufriera un retraso de medio siglo. ¿Puede haber desarrollo tecnológico en estos países, en estas dictaduras? También tengo mis dudas.

P. Armamentístico, quizá.

R. Ni eso. Tenemos el ejemplo de Alemania nazi, donde hicieron las bombas voladoras. ¿Puede haber un cierto desarrollo? Sí, pero la gran ciencia alemana es anterior a Hitler. Y cuando llega se la carga directamente. Pero este es un debate bonito, interesante, porque produce nuevas preguntas. El resumen, en mi opinión, es que no puede haber ciencia porque la ciencia es incómoda. O sea, la verdadera ciencia es que es una cosa incómoda porque siempre es subversiva, en el sentido de que se hace las preguntas incómodas. Hasta ahora yo creo que ningún avance importante en la ciencia hasta el día de hoy se podría haber dado en una sociedad cerrada.

P. La gran aportación de Descartes es esa idea de diferenciar cuerpo y mente. ¿A usted por qué contribución le gustaría que le recordasen?

R. Yo encontré un terreno que era el de la evolución humana, que estaba excesivamente especializado. La ciencia puede caer en un defecto que es el de la idea de especialización, que acabes trabajando solo en cosas muy concretas. Hay una frase que utilizamos mucho que dice que un especialista es una persona que a fuerza de saber cada vez más de menos, acaba sabiéndolo todo sobre nada. Este es un peligro de la especialización.

»Yo he contribuido a dar una visión de la evolución humana que tiene mucho más sentido biológico, que es el de la especie humana como parte de la naturaleza. Había un dualismo que era hombre y planeta. El gran avance de la segunda mitad del siglo XX es descubrir que todo está conectado. Y entonces mi perspectiva es volar un poco más alto. Y mi aportación en la divulgación, como en la investigación, es intentar ver las cosas desde una altura mayor, tener una panorámica más amplia y, sobre todo, ver al ser humano como parte de un ecosistema y relacionarlo con el clima, con los cambios en las plantas, en las comunidades. Es decir, una idea mucho más ecológica de la especie humana, que ahora es más necesaria que nunca. La evolución era como un drama, como una obra de teatro en la que los personajes eran los humanos, como diferentes etapas de la historia y el planeta era como un decorado de fondo.

P. Y ahora interactúan con él.

R. Claro, ahora no se entiende la evolución humana si no se entienden los cambios en el planeta. Entonces la gran revolución que todavía no hemos asimilado es que todo está relacionado y todo está conectado.