Fran Lareu, Sabela Gago, Fina Calleja, Fernando Dacosta y Fernando González en 'El Dragón de Oro'. Foto: Rubén Vilanova

Fran Lareu, Sabela Gago, Fina Calleja, Fernando Dacosta y Fernando González en 'El Dragón de Oro'. Foto: Rubén Vilanova

Teatro

El gran reto de 'El Dragón de Oro' llega a La Abadía: 5 actores, 17 personajes y 48 escenas en solo 70 minutos

Sarabela Teatro presenta la obra del alemán Roland Schimmelpfennig, una tragicomedia sobre la inmigración y la prostitución.

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Si el dolor centra la mirada casi de manera obsesiva sobre la herida, pocas cosas lo hacen más –un duelo, una enfermedad terminal, una ruptura...– que un dolor de muelas. El protagonista de esta historia, un joven chino que está en Europa sin permiso de residencia, papeles o seguro sufre este tormento.

Se encuentra junto a otras cuatro personas en la pequeña cocina de un restaurante de comida rápida asiática, situado en el bajo de un edificio de viviendas. Alguien agarra entonces unos alicates. “Una pálida luz de verano atraviesa los cristales de la ventana para caer sobre las mesas”. Mientras el joven repite una y otra vez: “El dolor, el dolor, el dolor”, deseando como cualquier reina de corazones que también a él le arranquen la cabeza.

Esta es la premisa de la que parte El Dragón de Oro, de Roland Schimmelpfennig (Gotinga,1967), una tragedia contemporánea conmovedora, de humor negro y ácido, que, a partir de esta peculiar extracción molar, salta entre las viviendas e historias del resto de vecinos: dos azafatas, un anciano, un tendero misterioso, una joven embarazada...

Poco conocido en nuestro país –aunque Periférica publicó su primera novela en 2020 y Cuarta Pared le dedicó un ciclo en 2021–, Schimmelpfennig es el dramaturgo alemán vivo más representado a nivel internacional. “En Madrid sigo siendo, incluso ahora, pasados los 50, un autor emergente. Eso tiene su cosa”, bromea el autor, que presenta su pieza en el Teatro de La Abadía hasta el 28 de septiembre.

Estrenada hace 15 años en Viena, El Dragón de Oro surgió cuando un joven e idealista abogado de derechos humanos le paró por la calle, cuenta el propio Schimmelpfennig a El Cultural. “Representaba a inmigrantes ilegales que estaban en prisión aguardando su deportación. Ese fue el inicio. Algunos esperan una anécdota divertida en un restaurante asiático, pero no fue así”.

“Al comenzar a trabajar en ella –continúa– me planteé cómo era posible, desde un escenario europeo, representar los mundos paralelos en que vivimos. Fue una búsqueda larga y nada fácil”, detalla. De fondo, su texto aborda la reflexión sobre la inmigración ilegal, la precariedad y la prostitución forzosa, esta última en una curiosa reinterpretación de la fábula de La cigarra y la hormiga.

“De pronto tenía esta historia en la cabeza, una historia bastante incómoda, sin duda. Y se fue cerrando como un lazo; ya no me soltó, sin que durante días pudiera decir qué era exactamente lo que me pedía”. Hasta que de nuevo aquel abogado le puso en contacto con una organización que atendía a prostitutas víctimas de trata trasladadas forzosamente a Alemania, y todo cobró forma.

"No creo en ningún dogma estético, lo único que quiero es contar historias de seres humanos". Roland Schimmelpfenning

Para ello el dramaturgo ideó un planteamiento particular. Cinco actores –en este caso, Fina Calleja, Fernando Dacosta, Sabela Gago, Fernando González y Fran Lareu– se enfrentan al reto de interpretar a 17 personajes, en 48 escenas que transcurren en 70 minutos, en un montaje que ahora lleva a escena la veterana compañía gallega Sarabela Teatro.

“La obra describe lo indescriptible. Muchas de las figuras no son representables en un sentido ‘naturalista’. Por eso El Dragón de Oro es además una obra sobre la sobrecarga, la transformación. Es una obra política, pero también una celebración del arte teatral, del juego. Abre ventanas a la imaginación”, explica el dramaturgo que entre otros proyectos está escribiendo en español –“con todos los errores que eso supone”– su próxima novela sobre un extranjero en España.

Un momento de 'El dragón de Oro´. Foto: Rubén Vilanova

Un momento de 'El dragón de Oro´. Foto: Rubén Vilanova

Autor experimental, no hay barrera que frene a Schimmelpfennig. “El ser humano que juega es libre. Libre en su pensamiento. Por eso el buen teatro lo tiene tan difícil en las dictaduras. No hay espacio para la duda ni para el exceso, la irritation, lo impossible. En ese sentido, El Dragón de Oro es un acto de liberación muy cuidadosamente construido, un acto de anarquía”.

El juego está servido. Los personajes de la obra de Schimmelpfennig –de quien la editorial Punto de Vista acaba de publicar un imprescindible volumen con algunas de sus piezas, bajo el título Las voces del dragón– trascienden constantemente sus roles de género y edad.

Así, un hombre puede interpretar, de repente, a un personaje femenino, o una joven a un señor mayor, mientras ellos mismos se convierten en narradores sobre el escenario. “El teatro está ahí para llegar a las personas a través de historias humanas. Todo lo demás son solo técnicas distintas –explica el autor–. No creo en ningún dogma estético, lo que quiero es contar historias de seres humanos: de sus búsquedas y sus deseos, también de su dolor, por supuesto. El entretenimiento no me interesa”, concluye.