Elena Aranoa, durante un ensayo de 'La rosa del azafrán'. Foto: Javier del Real

Elena Aranoa, durante un ensayo de 'La rosa del azafrán'. Foto: Javier del Real

Teatro

'La rosa del azafrán', el alma de La Mancha en una zarzuela sobre el amor a contracorriente

Ignacio García estrena en el Teatro de la Zarzuela una nueva versión de la popular obra de Jacinto Guerrero, con Mario Gas como actor.

25 enero, 2024 01:14

En 2021, se reponía en el Teatro de la Zarzuela Los gavilanes de Jacinto Guerrero. Por estos días el mismo coliseo va a albergar otro de los grandes títulos del compositor de Ajofrín: La rosa del azafrán, estrenada en el Teatro Calderón de Madrid el 14 de marzo de 1930, que será puesta en escena, desde el 25, por uno de los profesionales que mejor conocen la figura, el estilo y el valor del músico: Ignacio García.

El melodismo, tantas veces alabado, del compositor, directo, amable, que prende y se recuerda de inmediato, resplandece aquí. El fácil lirismo de su pluma llega de manera directa al oyente y lo embarca en el discurrir de las anécdotas generalmente tópicas en las que están basadas sus zarzuelas. Preguntamos a García de qué forma cree que se debe abordar un título como este, tan acrisolado y tan anclado en modos del pasado y en el que su autor recurría al empleo de temas populares.

Para él la clave está en acercarse con una mirada respetuosa hacia el folclore sin caer en el folclorismo, “que ha sido y es, en mi opinión, el peligro de esta y de otras muchas zarzuelas. La música es formidable, con unas melodías inspiradísimas y capta a la perfección el alma del pueblo humilde manchego, en un verismo castellano que combina la hondura y la chispa de sus gentes”.

Sobre ese texto ‘verista’ un poco a trasmano el tiempo ha dejado su huella y lo hace más bien anticuado. Por eso “es necesario peinar ciertas reiteraciones o bromas que ya no funcionan porque la sociedad ha cambiado, y ponerlo al servicio del relato y de la música. No creo que la obra sea demodée, o al menos no más que otras muchas, incluidas óperas habituales en el repertorio, y creo que lo que ya no sirve es la mirada de otros tiempos. Hay que hacer zarzuela de hoy, teatro que conecte con el público y emocione”.

Una cuestión fundamental en este tipo de proyectos es por tanto la de conseguir una suerte de actualización que permita encajar el argumento y los personajes que lo pueblan para los ojos de hoy. Eso se quiere conseguir, sin cambiar la ubicación espacio-temporal, practicando algunos ajustes que nos aproximan y ayudan, y esto es importante, a una lectura más poética y cercana.

Un ensayo de 'La rosa del azafrán', con Mario Gas a la derecha. Foto: Javier del Real

Un ensayo de 'La rosa del azafrán', con Mario Gas a la derecha. Foto: Javier del Real

“Porque el tuétano de la obra, el amor y los celos, el rencor social y el trabajo esforzado son temas de hoy”, afirma con mucha razón el regista, para quien Guerrero era “un genio en la destilación del sentir de las gentes humildes, un compositor de amplísimo espectro y con muchas otras obras estimables como La alsaciana, La fama del tartanero o El sobre verde, aunque desde un punto musical La rosa del azafrán sea superior y exija mucho a las voces”.

García tiene muy claro a este respecto el valor del músico, a quien no puede definir como “limitado”. Guerrero nace en un pueblo de Toledo, crece en su banda municipal y llega a Madrid a tocar en las orquestas que hacían zarzuela popular. “Creo que la clave es no pretender compararlo con la modernidad de Sorozábal y su influencia europea o la majestuosidad de Vives, sino comprender que entre todos los zarzuelistas construyen un patrimonio único e inimitable”.

Y se muestra orgulloso del valor de nuestro género lírico, pues “pocas expresiones artísticas pueden reflejar lo que es nuestro país de una manera más certera y diversa que la zarzuela, creando un crisol riquísimo. Estoy seguro de que ese universo de la zarzuela, que tanta emoción sigue llevando al público en España y el mundo, sería más pobre y estaría incompleto sin la presencia de las obras del maestro Guerrero”.

Y para que eso pueda llevarse a cabo hacen falta hombres de teatro como García y teatros como La Zarzuela, que cuenta además para estas representaciones con voces de calidad, ya muy contrastadas. Los dos nombres principales del primer reparto, la pareja formada por Sagrario, dueña de la casa, y el labriego Juan Pedro, son la soprano Yolanda Auyanet, una lírica de bien asentada emisión, de regular y extensa tesitura, ya muy fogueada en partes operísticas de alto rango, y el barítono Juan Jesús Rodríguez, sonoro, recio, vigoroso, ideal para su parte.

Se alternan con Carmen Romeu, lírica pujante, de proyección a veces irregular, y Rodrigo Esteves, nervudo y arrojado, de vibrato característico. Junto a ellos hay grandes profesionales como Carolina Moncada, Ángel Ruiz, Vicky Peña, Juan Carlos Talavera, Mario Gas, Pep Molina y Emilio Gavira.

Todos nos ofrecerán los distintos y variados números de la obra, algunos tan vistosos y conocidos como el alegre preludio, la presentación de Juan Pedro, las coplas (nº 6 de la partitura) a la rosa del azafrán, la seguidilla del protagonista, el dúo cómico de Moniquito y Catalina, la romanza de Sagrario, nº 10, o el dúo final entre ella y Juan Pedro, en el que se recogen temas anteriores. En el foso actuará el titular de la Filarmónica de Málaga, José María Moreno, director apasionado y dúctil, comunicativo y fogoso. Dará buena marcha sin duda al espectáculo.