CORAZZA

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Teatro

Galaxia Stanislavski

Resurgen las escuelas de interpretación, que buscan dar respuesta a los nuevos códigos escénicos desde centros como Mirador, Cuarta Pared, Bululú, Método, Corazza, Sebastián Haro, Nancy Tuñón y William Layton

18 julio, 2019 05:33

"La vida es irrepresentable. No tiene una realidad por sí misma. Es un flujo continuo e indistinto…". La sentencia es del Hermano Mayor de La función por hacer. "Que los actores capturamos, aunque solo sea por un instante a través de nuestros personajes", replica el Actor. "¡Por supuesto! Los personajes son seres vivos, más vivos que la multitud de hombres que se cruzan en la calle. Quizá menos reales, pero más verdaderos".

Esta "verdad" pirandelliana –incluida en el celebrado título de Miguel del Arco y Aitor Tejada– transita con más pasión que medios por las numerosas escuelas de interpretación que, especialmente en Madrid, dan respuesta en estos momentos, a través de un nutrido número de centros, a las nuevas dramaturgias y a las distintas maneras de pisar el escenario. Por las corrientes de estas enseñanzas teatrales se ha ido de la impostada, improvisada y necesitada "escuela familiar" que inmortalizó Fernando Fernán Gómez en Viaje a ninguna parte a la École de Philippe Gaulier y la antropología teatral de Eugenio Barba pasando por la Técnica de Meisner, el Sistema pionero de Stanislavski, Layton y su Trampolín del actor, el Método de Strasberg, el texto expresivo de Gómez, la sutileza de Gandolfo y Augusto Fernandes, la biomecánica de Meyerhold y el Teatro Pobre y de Gesto de Grotowski y Lecoq, respectivamente. Todos los métodos parten, bien para superarlos, bien para ponerlos en práctica, de sus teorías.

Más vivos, más creativos

"Algunas herramientas supusieron la base de la interpretación de mediados del siglo XX pero con los años se han ido quedando estancadas y en la actualidad están siendo en muchos casos una rémora para transitar por otros lugares creativos. Los nuevos lenguajes requieren de actrices y actores más vivos, más despiertos, más abiertos a dejarse impregnar por otros estilos, por otros textos y las áreas expresivas que estos proponen", explica a El Cultural Carmen Losa (Sevilla, 1959), directora del Laboratorio William Layton, que nace a mediados de los sesenta a partir del Teatro Estudio de Miguel Narros y por el que han pasado, entre otros, Carlos Hipólito, Julieta Serrano, Nuria Gallardo y Joaquín Notario.

Cristina Rota dando instrucciones a una de sus alumnas en la Sala Mirador. Foto: marcosGpunto

"Los actores y actrices tienen que imaginar, tienen que crear, tienen que volar", añade Losa, que propugna una enseñanza abierta y nunca dogmática dentro de un proyecto que cuenta con 230.000 euros de presupuesto. La importancia que han adquirido estos centros de formación ha ido en aumento en los últimos años. Nuestra generación de actores más internacional se ha formado en estas pequeñas escuelas con sello propio (generalmente asociadas a una sala y a un nombre de prestigio), que manejan presupuestos muy bajos, poca o ninguna subvención y una media de 150 actores que pagan entre 700 y 4.000 euros por curso.

Escaso presupuesto, falta de subvenciones, vocación y profesores de prestigio caracterizan estas escuelas

No resultó extraño que Penélope Cruz recibiera en marzo el premio de la Unión de Actores a la Mejor Actriz de Producción Internacional dedicándoselo a su primera maestra, Cristina Rota –que da clases de interpretación en España desde 1979 y que hoy dirige su propio centro de formación en la Sala Mirador–, y a Juan Carlos Corazza (Córdoba, Argentina, 1959) que, desde su Estudio fundado en 1990, ayuda a la actriz madrileña a preparar sus personajes desde hace quince años: "La actuación española ha ganado una gran reputación internacional. Para mí es una gran satisfacción haber contribuido a preparar a actores que han ganado el Óscar". Por sus clases han pasado también nombres como Javier Bardem, Elena Anaya, Alicia Borrachero y Silvia Abascal.

La gran referencia en la enseñanza escénica es, claro, la RESAD, dependiente de la Comunidad de Madrid, con un presupuesto anual de 533.101 euros (las nóminas del personal las paga directamente la Comunidad). Es la gran señora de la escena, pero nuestra ruta pasa por los pequeños y en ocasiones apretados locales, discretos escenarios donde se cuece a fuego lento, según Del Arco-Tejada, la más completa de las artes: "No existe sabiduría, arte o emoción que no pueda encontrarse en el teatro, el lugar donde se representa la vida".

Carmen Losa (en el centro), directora del Laboratorio William Layton, junto a sus alumnos. Foto: L.W.L.

Para Rota, en cuya sala tiene pendiente de estreno Una noche sin Luna, de Juan Diego Botto y Peris-Mencheta, la pedagogía, y la experiencia que se genera a través de ella, no es una profesión; es una vocación, una necesidad de agitar, movilizar, elevar y dinamizar con el pensamiento concepto, coraje y pasión: "Seguimos un sistema de autoconocimiento, ya que el ejercicio está basado en las leyes naturales, en la vida misma, y desarrolla nuestras capacidades de observar la vida desde dentro. El error se nos presenta así como un momento evolutivo de la verdad".

Gritos y susurros

El veterano Antonio Malonda (Barcelona, 1931) defiende las esencias de la enseñanza teatral desde Bululú 2120. La escuela cuenta con un presupuesto que ronda los 150.000 euros. Está integrada en la sala de exhibición, algo que para el también director de escena resulta esencial. Recientemente su colaboradora Yolanda Rino ha realizado una profunda renovación del plan de estudios para hacerlo más intensivo y filtrar alumnos "más interesados en la fama y los oropeles que en el trabajo interpretativo".

El método de Malonda se basa en el pragmatismo pero siempre con una base neurológica. Apuesta por la filosofía de la inteligencia frente a otros modelos que priman el sentimiento o la emoción: "Preferimos que los alumnos entiendan lo que hacen antes de sentir lo que hacen. Toda la mitología de que los actores son 'seres especiales' o 'seres ungidos' no beneficia a la interpretación ni tampoco al teatro", explica.

Bonnie Marín (derecha de la imagen), en una de sus clases en Método Madrid. Foto: M.M.

Otro centro de formación de actores vinculados a una sala es el que regenta David Fraile en Cuarta Pared. La escuela, fundada en 1986 y refundada en 1996, es una rara avis dentro de este tipo de proyectos. Cuenta con un presupuesto de 300.000 euros y pasan por sus instalaciones cerca de 1.000 alumnos que participan en programas concertados con la Comunidad madrileña. Su sistema indaga en la práctica constante y en la autonomía creativa mediante talleres y laboratorios que dan nombre a proyectos como el Espacio de Teatro Contemporáneo creado en 2008. En el escenario de la calle Ercilla han investigado desde nombres consagrados como Alfredo Sanzol, Angélica Liddell, Andrés Lima, Juan Mayorga y Rodrigo García hasta otros más recientes como Juan Ollero, Julián Fuentes, Víctor Velasco y Rakel Camacho.

"Toda la mitología de que los actores son 'seres ungidos' no beneficia al teatro". Antonio Malonda

Pero si hay algún guardian de las esencias, ese es Método Madrid, centro heredero del Method Acting iniciado con Stanislavski y Strasberg que tiene como directora a Bonnie Marín (Valencia, Venezuela, 1958). Fundado en 1980, y con unos 80.000 euros de presupuesto, inaugurará en breve su nueva Sala Flexible con Esta felicidad, de Barbara Lindsay, obra en la que intervienen las actrices Cruz López-Cortón y Marta Bolaños, formadas bajo su magisterio. “El Método no es un estilo en sí mismo, pero crea estilo al producir una interpretación libre de vicios y mayormente orgánica”, puntualiza Marín, que exhibe en su currículum 30 años de experiencia como profesora desde sus inicios en Venezuela y Estados Unidos y que ve en el "susurro español" uno de los principales defectos de nuestros actores. Réplika Teatro, Nave 73, el Estudio Juan Codina y el teatro físico que imparte Hernán Gené (Buenos Aires, 1960) con su personal estilo basado en el clown y las máscaras –y con su Pericles aún en el Festival de Mérida–, son otras de las numerosas escuelas que pueblan la geografía madrileña.

Prisas por triunfar

Desde Sevilla, Sebastián Haro (Granada, 1964) trabaja con un presupuesto medio de 85.000 euros para su Laboratorio de Interpretación, que acoge a 125 alumnos. Como la mayoría de estos centros, lo hace sin subvención alguna que alivie el peso financiero de un método destinado a neutralizar "las prisas por triunfar" y a subsanar defectos relacionados con la voz y la dicción. Haro, como otros muchos colegas, procede del Instituto del Teatro de Sevilla, institución en la que se familiarizó con las principales escuelas y corrientes de creación de actores. En Barcelona también trabaja sin apoyo administrativo la Escuela Nancy Tuñón-Jordi Oliver, centro fundado en 1976 que ahora cuenta con 300 alumnos. Su disciplina, sensibilidad e inteligencia emocional pretenden corregir el "naturalismo mal entendido" que circula por la escena actual. Candela Peña, Quim Gutiérrez, Laia Marull, Carles Francino, Leticia Dolera y Nora Navas han sido algunos de sus alumnos.

"Vosotros os esforzáis en que parezca verdad lo que no lo es. Y además, por puro juego…", insiste el Hermano Mayor de La función por hacer. "Eso no nos convierte en locos sino en actores". Pues eso.

@ecolote