Image: Un siglo en busca de oro

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Teatro

Un siglo en busca de oro

1 junio, 2018 02:00

Un momento de Juana Inés: Paráfrasis de sí misma. Foto: Ipsaím Ruiz

Ignacio García afronta su primera edición al frente del Festival de Almagro con un objetivo: potenciar la conexión de las orillas española y americana con el patrimonio común del teatro del Siglo de Oro. Falta hace. Su situación en Hispanoamérica muestra síntomas de apatía y abandono. El director argentino Santiago Doria, el dramaturgo mexicano Jaime Chabaud y Manuel José Álvarez Gaviria, comisario de la programación de Colombia (país invitado) ofrecen su diagnóstico y claman por un mayor apoyo institucional.

Cervantes intentó ir a América en repetidas ocasiones. Buscó un puesto denodadamente en la adminstración colonial. Pero no hubo manera. El Consejo de Indias fue rotundo en su negativa a darle una oportunidad: "Busque por acá en que se le haga usted merced". Quedó atrapado en el laberinto burocrático. Hay un triste paralelismo entre este trauma de Cervantes y la situación de nuestro teatro del Siglo de Oro hoy en Hispanoamérica, donde se ha ido difuminando irreversiblemente en las últimas décadas. No llega, no cala, no arraiga. En países cruciales como México (el de mayor número de hispanohablantes) vive un preocupante declive. Lo confirma a El Cultural el dramaturgo mexicano Jaime Chabaud (Ciudad de México, 1966). "En los años 80 del siglo pasado en la cartelera mexicana entre el 80 y 90 por ciento de las obras eran extranjeras o clásicas. En la actualidad entre el 80 y 90 por ciento son de autores mexicanos contemporáneos. Esta espléndida noticia para mis colegas ha supuesto una disminución brutal en el interés por la dramaturgia isabelina y la del Siglo de Oro. Quizá esta última se lleva la peor parte".

Chabaud es uno de los integrantes del desembarco americano que ha propiciado Ignacio García en su primera edición al frente del Festival de Almagro, que tendrá a Colombia como país invitado. Chabaud estrenará en la localidad manchega Divino Pastor Góngora, una curiosa pieza metateatral dirigida por Mauricio García Lozano. El protagonista, un cómico de la legua perseguido por la Inquisición, representa los sainetes Alcalde Chamorro de Macedonio Espinosa y Los Guisados de Calderón, aparte de dar recomendaciones interpretativas al estilo del Ginés de Lo fingido verdadero de Lope. Es pues un sugestivo caleidoscopio de diferentes obras, que juega con los tiempos y los planos de la realidad. Viene avalada por su alargada proyección internacional: ha sido traducida al italiano, al francés, al checo, al portugués y al inglés. "Ha tenido además más puestas en escena de las que he podido ver pero evidentemente muero de ansiedad y nervios por ver la respuesta del público español", confiesa Chabaud.

En Buenos Aires hace casi dos décadas que no se monta teatro del Siglo de Oro. Antes era frecuente" S. Doria

El autor chilango explica que la progresiva desaparición del repertorio áureo en su país se ha debido al derrocamiento de la tiranía de los registas a manos de los dramaturgos, que además han adoptado otros roles dentro de la industria escénica: directores, productores, actores… Así, la balanza se ha inclinado en favor de la autoría local. "La merma del Siglo de Oro implica por fuerza que las nuevas generaciones de espectadores no sólo no tienen el gusto sino que tampoco existe un plan desde la cultura estatal para educarles en los clásicos. Así que futuro halagüeño no existe". Chabaud pone el dedo en la llaga: la ausencia de impulso por parte de las instituciones públicas para hacer emerger este legado común en las salas de teatro. "En Colombia, el país donde vivo y trabajo, su presencia es escasa, lamentablemente pobre y, en parte, creo que España no ha hecho la tarea necesaria para difundirlo", sostiene Manuel José Álvarez Gaviria (Bógota, 1950), director del Teatro Colón de Bogotá y comisario de la nutrida representación colombiana en Almagro. "Lo que se monta -añade con resignación- son unas pocas obras y por iniciativa privada de teatros que tradicionalmente le han dedicado un buen espacio al Siglo de Oro. Hablo del Teatro Libre, por ejemplo. Pero a nivel oficial es poco lo que se hace, bastante poco".

Cambiamos de país pero no cambiamos de situación, desoladora. Este es el diagnóstico de Santiago Doria (Buenos Aires, 1945), que dirigirá en Almagro su versión de La discreta enamorada, de Lope de Vega, concentrada en sus siete personajes principales. "En Buenos Aires, salvo dos talentosas visitas de Blanca Portillo (en 2011 con La hija del aire y en 2013 con La vida es sueño) hace casi dos décadas que no se monta teatro del Siglo de Oro. Antes, en cambio, era frecuente ver en la cartelera, particularmente en los teatros oficiales, obras de Lope, Calderón, Tirso…, en buenas producciones que lograban gran repercusión en el público. Últimamente, el autor clásico (moderno) español más representado es García Lorca". Otro problema es el monopolio de unas pocas obras consabidas a pesar del ingente fondo de armario de nuestro teatro barroco. "Por lo general -sigue Doria-, los títulos representados solían ser los más conocidos De tanto en tanto, aparecían algunos menos frecuentes (aquí por lo menos) como Estrella de Sevilla de Lope o La celosa de sí misma de Tirso. De esta última, dirigí una versión en 1986, en una temporada de verano, al aire libre, muy exitosa. Pero, ya digo, hablo de hace más de 20 años".

La discreta enamorada

Monopolio de Lope y Calderón

Chabaud denuncia que ese fenómeno de concentración también afecta a México: "Calderón, Lope, Cervantes y Tirso son quizá los autores peninsulares que más visitan nuestros escenarios. Los lugares comunes se repiten, el repertorio no sale de cierto rango. Cosa que pasa incluso con el propio Ruiz de Alarcón, de quien algunas piezas siguen sin estrenarse en las últimas décadas. La verdad sospechosa y Las paredes oyen continúan siendo sus obras más socorridas". Al citar a Ruiz de Alarcón, Chabaud abre la otra (y no menos interesante) vertiente del Siglo de Oro: la que alumbraron autores oriundos de la América española. Ahí hay un filón apenas transitado. Chabaud recuerda a propósito la investigación comandada por el académico Armando Partida Tayzán en la que él participó a mediados de los años 90: "Nos abocamos al rescate de la dramaturgia novohispana [de la Nueva España] y del siglo XIX en 20 volúmenes. Del teatro de evangelización de los primeros años de la conquista fueron 10. La riqueza ahí contenida es total. Por supuesto las dos grandes figuras son Sor Juana Inés de la Cruz y Juan Ruiz de Alarcón. Pero un número amplio de autores, que van desde Fray Andrés de Olmos o Eusebio Vela hasta José Macedonio Espinosa, nos sorprende con variopintas plumas y personalidad propias. En todas esas obras resuenan los ecos del teatro que por fuerza nos llegaba de la península vía Cádiz. Hay que recordar que la tradición teatral (en términos occidentales) comenzó en estas tierras con la representación de Auto del Jucio Final en lengua náhuatl. Valdría la pena su divulgación pero tan rico e importante repertorio apenas sale de los círculos académicos".

España tiene la obligación de promoverlo pero, por alguna razón que no entiendo, no lo hace" Álvarez Gaviria

¿Por qué? es la pregunta insistente ante este abandono. Álvarez Gaviria se la plantea en términos casi desesperados. "España tiene la obligación de promoverlo pero, por alguna razón que no logro entender, no lo hace. Es algo que contrasta con la labor de franceses, ingleses e incluso alemanes. España tiene como una actitud vergonzante con sus grandes autores. No es concebible que se represente a Shakespeare en todo el mundo y no a Cervantes, siendo autores del mismo calibre". Algunos estúpidos complejos y la tendencia a la autoflagelación han sido determinantes. Ignacio García (Madrid, 1977), empecinado en potenciar el intercambio de los Siglos de Oro de acá y de allá, tercia en el debate para cuestionar los prejuicios que lo marginan: "Hay críticas justas pero lo que es desproporcionado es cómo tratamos nuestros textos en relación a otros foráneos. Sería curioso preguntar cómo dispensaríamos la misoginia de La fierecilla domada, el antisemitismo de El mercader de Venecia o el racismo de Otelo si hubieran sido escritas por Lope o Calderón en lugar de por Shakespeare. Muchos consideran nuestro teatro represor pero recordemos que en España había grandes actrices y empresarias teatrales y en Inglaterra tenían prohibido actuar. En los corrales de comedias y teatros de corte, las actrices encarnaban en los autos sacramentales a La Verdad, La Justicia o La Razón mientras un orondo carnicero hacía de Ofelia en los teatros isabelinos".

La memoria de los niños

Desde luego, al Siglo de Oro le han perjudicado leyendas negras interesadas y la dificultad del español para sacar pecho con lo propio (bueno, o la facilidad para sacarlo por méritos mucho más dudosos). Es interesante testar si su pírrica difusión hoy en América se debe también al discurso anticolonial. Doria niega la mayor: "Ese discurso aquí en Argentina no existe. Que no se haga últimamente lo podríamos atribuir tal vez a los costos en el caso del teatro privado y a la falta de interés de los funcionarios de turno. Pero el público siempre ha dado una feliz respuesta".

Chabaud ofrece una contestación simétrica: "En absoluto. Puede haber (y ha habido en el pasado) alguna declaración incendiaria, pero resultan tiros al aire sin sustento, no generan arraigo. He visto representar obras de Tirso o Lope en comunidades rurales, por ejemplo, con una respuesta de un público lego que se fascina y entiende los versos. Si la obra pasa de tres representaciones, no será extraño oír a los niños espectadores repetirlos con su prodigiosa memoria". Esa escena, que pudo tener lugar en Chiapas u Oaxaca, es motivo suficiente para no caer en el desánimo y no hacer lo que el Consejo de Indias hizo con el atribulado Cervantes: lavarse las manos.

@albertoojeda77