Image: Las 24 horas griegas de Jan Fabre

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Teatro

Las 24 horas griegas de Jan Fabre

12 enero, 2018 01:00

Una escena de Monte Olimpo

Después de su paso por Sevilla, el dramaturgo belga presenta en Madrid su Monte Olimpo, una performance teatral de 24 horas sin interrupción inspirada en la mitología griega.

En 1969, Sidney Pollack forzaba los límites de dos jóvenes Jane Fonda y Michael Sarrazin, dispuestos a bailar sin parar durante horas, noche y día, por un premio de 1500 dólares en Danzad, danzad, malditos. Se trataba aquella de una maratón a partir de la cual sus personajes principales vivían su propia catarsis con inesperadas consecuencias. Por supuesto, la película no duraba más de 120 minutos. Era cine y el tiempo, figurado, era una mera formalidad.

Salvando las distancias, precisamente este, el tiempo, será uno de los principales protagonistas de Monte Olimpo. Para glorificar el culto a la tragedia. Una performance teatral, con una duración real de 24 horas que inspirada en la mitología griega y más en concreto en los rituales dionisiacos que duraban tres días y tres noches, busca provocar una verdadera catarsis sobre el público y, como en la película de Pollack, sobre los propios intérpretes. "Quería averiguar - explica su multifacético creador Jan Fabre- si esa experiencia, esa catarsis griega, puede existir, si cabe, en el teatro actual. La respuesta es que sí".

En ella los actores, un elenco formado por treinta personas, permanecerán entre la vigilia y el sueño junto a los espectadores. Una función única en Madrid, con texto de Jeroen Olyslaegers, que podrá verse entre hoy y mañana en los Teatros del Canal, y que se representará, con sobretítulos en castellano, en varios idiomas -inglés, francés, alemán, holandés e italiano-, encadenando sobre el espacio doce tragedias griegas.

Así, rompiendo con nuestra propia experiencia del tiempo, la performance somete a esta especie de "dictadura temporal", con el doble objetivo de desdibujar los límites entre la transición del sol y la luna y de arrancar la "máscara analítica que todos llevamos, que hace que tanto el actor como el espectador actúe o perciba el escenario de forma distinta", según explica su director. Se trata, por tanto, de "reproducir ese lenguaje de las tragedias griegas que se acerca más al lenguaje de los sueños que al de la realidad".



Una idea arriesgada y rompedora que el artista belga, confiesa, ha vivido como un "hermoso proceso". Ante la negativa de la mayoría de los productores, Fabre explica que empezó a trabajar en él con cuarenta personas durante doce meses "sin saber desde el principio cuánta gente de todo el público iba ser capaz de quedarse hasta el final". Ahora, después de sus 17 representaciones en 17 ciudades distintas, entre las que se incluye Sevilla, y con las entradas agotadas para el espectáculo de Madrid desde que en junio del pasado año se pusieran a la venta, constata que durante su espectáculo "la gente llora, duerme, grita y aplaude, pero todo el mundo se queda y siempre recibimos una larguísima ovación".

Con el personal, el servicio de cafetería y las instalaciones de los Teatros del Canal por completo a disposición del público, Monte Olimpo se presenta como una gran representación de las tragedias griegas donde todo giraba en torno a la familia. "Hay grandes vínculos entre las distintas historias -adelanta el dramaturgo-. También se trata de mostrar al público actual lo que significa exactamente una tragedia. Porque nosotros podemos ver Medea como una obra sobre una familia pero también es la historia de Siria. Una madre en manos de ISIS o cuyos hijos están sometidos al grupo terrorista. Las grandes tragedias griegas se refieren a nuestra vida cotidiana. Hay un trasfondo muy político".

Víctima de la extrema derecha -tuvo que cambiar hasta cuatro veces de domicilio por sus amenazas-, Jan Fabres rechaza cualquier tipo de nacionalismo aunque insta al gobierno español a tratar con delicadeza al pueblo catalán. En este sentido se muestra crítico con el estado cultural y social actual, recuerda que desde su primera obra, ya entonces de ocho horas de duración, optó por un "determinado enfoque muy personal". "En aquel momento cuando todo el público se levantaba indignado y se marchaba del teatro, los productores lo veían como algo interesante y como una forma de asumir riesgos -comenta-. Ahora vivimos en una época muy conservadora, en la que las tendencias nacionalistas crecen, algo que se ve reflejado en la programación de festivales y teatros".

A su parecer hoy, "la gente se guarda las espaldas. Ya no se programan obras arriesgadas o muy largas. Este esfuerzo que nosotros hemos realizado de investigación y creación durante doce meses seguidos realmente es inédito".

@mailouti

Monte Olimpo