Image: Terapia de choque en la apertura del Pavón

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Teatro

Terapia de choque en la apertura del Pavón

26 agosto, 2016 02:00

Gonzalo de Castro y Elisabet Gelaber comparten escenario en Idiota. Foto: Vanessa Rabade

El Teatro Pavón inaugura su primera temporada con Idiota, un thriller hilarante, mordaz y afilado que firma Jordi Casanovas, dirige Israel Elejalde y protagonizan Gonzalo de Castro y Elisabet Gelaber, cuyo estreno en Madrid tendrá lugar el jueves 8 de septiembre. Aunque entre el 27 de agosto y el 7 de septiembre, los espectadores podrán disfrutar de las funciones previas de la obra a precio reducido.

¿Cuál es el límite de la idiotez humana? ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar por dinero? ¿Y dispuestos a obedecer una orden inmoral? ¿En qué punto dejamos de ser responsables últimos de nuestros actos? Estas preguntas, de difícil respuesta, son las que plantea subrepticiamente Idiota, el nuevo texto que firma el dramaturgo Jordi Casanovas y que con dirección de Israel Elejalde oficia de primer montaje en la esperada reapertura del Teatro Pavón en su nueva etapa con el equipo de Kamikaze Producciones. Una comedia engañosa, protagonizada por Gonzalo de Castro y Elisabet Gelabert, que bajo una superficie hilarante esconde un thriller inquietante y lleno de sorpresas.

Carlos se presenta a unas sencillas pruebas psicológicas altamente remuneradas que parecen ser la solución ideal para conseguir el dinero que necesita para resolver sus problemas económicos. Pero la aparente sencillez irá dando paso a una atmósfera de pesadilla de mano de Edel, una implacable psicóloga que a través de preguntas y enigmas le obligará a dar lo mejor de sí para evitar un fatal final. "Es una comedia extraña, un juego perverso y con un punto macabro que va trasladándose poco a poco, a veces imperceptiblemente, hacia el thriller, y cuyo final no tiene nada que ver con el principio", explica Elejalde, que asegura que esa dualidad fue lo que le indujo a embarcarse en este montaje que constituye su segunda experiencia como director. "Me interesaba mucho este viaje, este cambio de atmósfera. Cómo abordar una comedia hilarante sin demasiada trascendencia en la que poco a poco se van introduciendo elementos que la van convirtiendo en algo totalmente diferente".

Un algo que, en este caso, se traduce como crítica a un sistema altamente controlador y a su cara b, una sociedad altamente pasiva. "Critico la servidumbre ante lo establecido, más que estrictamente ante el poder político o económico, ante cualquier relación de poder, que se puede dar en cualquier situación", asegura Casanovas, autor del texto. "Me gusta poner en duda y reflexionar sobre cómo un personaje puede luchar contra ese algo establecido o al menos darse cuenta de que está bajo el manto de este poder". Bajo esta premisa clave también subyace otro elemento habitual en las obras de Casanovas, la crítica de la crisis, motor último que obliga al personaje a someterse al experimento, pero que el autor asegura que apareció de forma espontánea: "No me di cuenta de que la obra versaba sobre la situación del individuo ante la crisis, es algo que apareció cuando empecé a jugar con el texto. Sí me interesaba el tema de cómo reacciona la persona ante el chantaje, ese chantaje del dinero o el poder, y cuál es su sufrimiento".

Sufrimiento que no casa muy bien con el planteamiento inicial de comedia que ofrece el montaje. Y es que, a decir de Elejalde, "el arquetipo del idiota, ese personaje que ninguno creemos ser, nos produce mucha risa porque lo sentimos muy alejado de nosotros, pero cuando está bien manejado, uno empieza a sentir empatía hasta recordar que ser un idiota no es tan difícil". En este punto insiste Casanovas, que afirma que la peor moda que ha enraizado en nuestra sociedad durante la crisis es "la demonización del perdedor. "De entrada vemos al perdedor y nos provoca risa porque no empatizamos y le vemos inferior", explica. "Pero a medida que avanza la obra, nos vamos metiendo más en su piel y ese prejuicio que tenemos de entrada se transforma y nos lleva por caminos emocionalmente más complejos".

Idiota cuenta con una escenografía cinematográfica y opresiva. Foto:Vanessa Rabade

Caminos varios que nos pueden llevar a plantearnos el sentido del título y a qué número asciende la cantidad de idiotas presentes en la sala. Porque "es evidente que todo el mundo en algún momento se ha sentido idiota, y más tal y como funciona nuestra sociedad. Todos, queramos o no aceptarlo, hemos estado en la situación del idiota", puntualiza el director. "Eso produce diversión, porque el reconocimiento de tu propia idiotez pude producir comicidad, pero también inquietud, porque la función reflexiona sobre nuestra relación con la autoridad, con la capacidad de sometimiento a la autoridad a veces casi sin analizar por qué lo hacemos. Nos enseñan que a ti te dan una orden, tú la cumples, y ya está". Y es que el montaje de Casanovas consigue que nosotros, el público, juguemos con el idiota hasta que nos damos cuenta de que nosotros también hemos estado sometidos a la autoridad de esta psicóloga, porque también hemos hecho las pruebas.

Idiota dialoga con el público en distintos niveles. Puede ser un puro divertimento que funciona muy bien, pero en ella se superponen varias capas con diversos estratos de profundidad, y querer o no desentrañarlas ya es cuestión del público. Una obra con enjundia que Elejalde, que ya llevaba un tiempo pensando en ella, considera "perfecta" para elevar por primera vez el telón del Pavón Teatro Kamikaze. Algo que también enorgullece al dramaturgo catalán, que asegura estar "muy feliz de empezar un proyecto que tiene unos fundamentos estéticos de espíritu y de ánimo con los que me siento muy cercano". Aunque Casanovas también asegura sentirse responsable "porque es una apuesta muy arriesgada empezar con un texto nuevo y desconocido", pero que espera que triunfe para que "el teatro siga apostando por dramaturgos jóvenes".

En referencia al futuro de la incipiente formación, que causó un auténtico furor con la noticia de lanzarse a gestionar el Pavón, Elejalde asegura que su apuesta pasa por "un teatro de actor, de palabra, de buenas interpretaciones. Un teatro que, sea el texto que sea, clásico o contemporáneo, hable al público de hoy. Nos interesa mucho dialogar con los espectadores, que se sientan cercanos". Algo que más sucintamente resume como "hacer teatro con la factura de un teatro público pero en un teatro privado. Es bastante kamikaze, pero la idea es levantar un teatro privado que funcione con unas cotas de calidad iguales a las de un teatro público".