Image: Amparo Rivelles: Le dije que no a Buñuel

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Teatro

Amparo Rivelles: "Le dije que no a Buñuel"

La veterana actriz recibe en Madrid un homenaje de sus compañeros de profesión

26 septiembre, 2011 02:00

Amparo Rivelles

La carrera de Amparo Rivelles (Madrid, 1925) ha sido tan larga que a la actriz le resulta imposible decidir qué etapa ha sido para ella la más exitosa, de qué montaje o película se siente más orgullosa o qué es lo que más echa de menos de México, país en el que vivió y trabajó durante veinte años.

Este lunes, sus familiares, amigos y compañeros de profesión (algunos asistentes, como Amparo y Pedro Larrañaga o Luis y María Luisa Merlo se encuentran a la vez en los tres grupos, y todos los demás al menos en dos) le rinden homenaje en la sede madrileña del Instituto Cervantes. A la cita acuden una treintena de actores y directores como Jaime de Armiñán, José Luis García Sánchez, Nuria Espert, Maribel Verdú y Aitana Sánchez-Gijón. También están presentes Natalia Figueroa, Raphael, Nati Mistral, Josefina Molina, Lina Morgan, Eduardo Fajardo, Carmen Conesa, José Luis García Sánchez, Luis Olmos, Juan Carlos Pérez de la Fuente, Gustavo Pérez Puig, Diego Galán, Juanjo Seoane, María Luisa Merlo, Pedro Larrañaga y Concha Busto.

Rivelles espera el encuentro "con más nervios que antes de un estreno". Pródiga en halagos hacia sus compañeros, se muestra agradecida por el trato recibido durante toda su carrera por las personas que se han cruzado en su camino. "No quiero hacer el ridículo y llorar como una magdalena, pero me va a ser muy difícil".

Hija de los actores Rafael Rivelles y María Fernanda Ladrón de Guevara, la actriz entró siendo aún una niña en la compañía teatral de su madre y en los años cuarenta se convirtió una estrella del cine español de la posguerra. Durante esos años trabajó para directores como Rafael Gil, José López Rubio o Juan de Orduña.

"En aquella época había una censura que casi no podías decir ni "te quiero". Recuerdo que En una mujer cualquiera, de Mihura, hacía de prostituta y quisieron cortar muchas cosas. Tanto el autor como yo nos enfadamos mucho y al final nos dejaron cierta libertad. De todas formas, también creo que antes se pasaban por un extremo y ahora por el otro", reconoce la actriz.

En los sesenta se marchó a México, donde trabajó en cine, teatro y televisión, y permaneció allí dos décadas. Allí coincidió con Luis Buñuel, aunque no llegó a trabajar con él: "Quería que hiciese una película con él, pero me coincidía con un proyecto teatral. Se enfadó muchísimo". Y es que Rivelles siempre ha preferido el teatro al cine: "Encima del escenario hay un contacto directo con el público que en el rodaje de una película no existe".

En la década de 1980 volvió a España. En aquella etapa potenció su carrera teatral, pero continuó haciendo películas. De hecho, recibió un Goya en 1986 por Hay que deshacer la casa, de José Luis García Sánchez, una versión de la obra de Sebastián Junyent que Amparo había representado en numerosas ocasiones.

Rivelles, que siempre había actuado en compañías privadas, se unió temporalmente a la Compañía Nacional de Teatro Clásico en 1988 para protagonizar La Celestina a las órdenes de Adolfo Marsillach. Aunque fue un éxito, al director le costó mucho convencerla para que aceptara el papel: "Yo no me veía en el personaje de la Celestina, pero como Adolfo era amigo mío y le tenía muchísima admiración, finalmente accedí".

Rivelles ostenta numerosas distinciones por su labor interpretativa, entre ellos el Premio Nacional de Teatro, el premio Pepe Isbert de la Asociación de Amigos de los Teatros de España, el Miguel Mihura y la Medalla de Oro de Bellas Artes.

Salvo algunas pequeñas apariciones posteriores, en 2004 se retiró de los escenarios tras participar en La brisa de la vida, dirigida por Nuria Espert.

En una familia dedicada a la interpretación durante varias generaciones, parece que Rivelles estaba predestinada a ser actriz, pero ella lo tiene claro: "Si volviese a nacer, elegiría de nuevo esta profesión, porque la interpretación te permite vivir diferentes vidas. Dejas de ser tú para convertirte en el personaje. Eso es muy duro en un drama, pero muy divertido cuando se trata de una comedia. En cualquier caso, es algo apasionante".