Image: Arthur Miller, emoción y culpa a la manera argentina

Image: Arthur Miller, emoción y culpa a la manera argentina

Teatro

Arthur Miller, emoción y culpa a la manera argentina

Claudio Tolcachir dirige a Carlos Hipólito y Gloria Muñoz en Todos eran mis hijos

3 septiembre, 2010 02:00

Tolcachir con Hipólito y Muñoz en un ensayo

Arthur Miller, exponente de la tragedia contemporánea, se ha asentado en el repertorio del Español de Madrid, que vuelve con una obra suya el día 9,Todos eran mis hijos. Supone también el retorno al teatro municipal del argentino Claudio Tolcachir.

El Teatro Español de Madrid empieza la temporada con Todos eran mis hijos, una de las cumbres de Arthur Miller, autor que ya estuvo en el mismo escenario el pasado año con su título más popular, Muerte de un viajante, dirigido por Mario Gas. En esta ocasión el responsable del montaje es Claudio Tolcachir, director argentino que debuta en el universo de Miller y le da oportunidad de confirmar, con una obra ajena y de gran formato, los éxitos que ya tuvo con textos propios para espacios pequeños (La omisión de la familia Coleman y Tercer cuerpo).

El reto lo asume Tolcachir con la satisfacción de quien cumple un sueño de toda una vida, especialmente cuando hace unos meses hizo otra producción de la obra en Argentina. "Me encantó desde que la vi con 14 años", recuerda dos décadas después el director. "Es una obra emocionante, que tiene una estructura impresionante, de las que ya no se escriben, y que plantea preguntas muy actuales", remacha en las vísperas del estreno, previsto para el día 9 de septiembre. La principal, la de la responsabilidad de cada uno ante lo que hace y sucede."No es una obra moral, pero te pone un espejo delante para que te veas y respondas de tus actos".

Thriller dramático.
Para que eso ocurra Miller creó un "thriller dramático" que presenta a un padre que se ha enriquecido vendiendo aviones defectuosos al Ejército norteamericano en la reciente Segunda Guerra Mundial, que han provocado accidentes; entre éstos, el sufrido por un hijo suyo que fallece. A esa dramática situación se suman unos oscuros secretos familiares que aflorarán en un momento dado.

Tolcachir ha hecho varias modificaciones de ese original. La primera ha sido convertir un texto de cerca de tres horas en uno de apenas 90 minutos sin entreacto, lo que se agradece. "Ahora la gente asimila mucha más información de una vez, por lo que he eliminado repeticiones y algunas cosas que podían alejar al espectador, pero nada más. Lo que van a ver es Todos eran mis hijos, de Arthur Miller, y no una obra de Tolcachir", puntualiza el director, cuya premisa para montar un texto ajeno es la de "olvidarse de imágenes previas y hacer la obra que querés, que soñás".
Esa teoría sube a la escena rejuveneciendo al protagonista. Frente al Joe Keller de Miller, un sesentón con el pelo blanco que está sentado en su mecedora del porche, Tolcachir ha optado por el cincuentón que interpreta Carlos Hipólito. "Debe ser un padre joven, que está en plenitud de facultades y lucha por lo que quiere; si no, la obra sería Todos eran mis nietos".

Conectar con el espectador.
Al actor, por el contrario, los cambios de Tolcachir le hicieron dudar en un principio. "Me asustó la diferencia de edad y otras cosas del personaje que describe Miller y que no tienen mucho que ver conmigo", recuerda Hipólito. Pero, poco a poco, con las explicaciones de Tolcachir sobre los motivos de las modificaciones, fue cambiando de idea hasta que terminó por aceptar el papel.

"Es fascinante cómo conecta con el espectador", dice asombrado de la riqueza y variedad de los personajes, diálogos y situaciones escritos por el dramaturgo apenas un par de años después de acabada la II Guerra Mundial. "Huye de los tópicos, pero sin ser pedante; cambia de situación gracias a unos giros argumentales magistralmente introducidos para involucrar al espectador, que se reconoce en la escena porque lo que ve le ha pasado a él, a un familiar o a un amigo. Y para los actores es un auténtico placer porque te lleva a un tobogán por el que subir, bajar y pasar por 80 sitios diversos a lo largo de la función".

Todos eran mis hijos es la segunda experiencia de Hipólito con un director argentino tras el Glengarry Glen Ross de la temporada pasada que hizo con Daniel Veronese. El trabajo con ambos le ha devuelto a la época de sus comienzos, cuando empezaba a despuntar en montajes de José Carlos Plaza o Miguel Narros. "Estos directores argentinos me recuerdan mucho a los dos. Como ellos, son valientes y buscan la verdad de una obra, no un falso efecto teatral, brillante pero vacío, que al final es puro artificio", asegura Hipólito.

El método argentino.
Para conseguirlo necesitan muy pocos elementos: "Les basta con la palabra, el actor y algo de escenografía. Luego te dicen que te olvides de las convenciones, que elimines todo lo que sobra para, con la máxima de 'menos es más', hacer teatro puro y duro". Así explica el actor el "método argentino" con el que estos directores han conseguido en España un gran éxito. "No sé si será una característica de todos los directores de allí, pero sí de los que yo conozco, Veronese y Tolcachir, aunque de este último puede decirse que es hijo del primero. Ambos construyen desde la emoción y los sentimiento para así poner al espectador ante una rendija y que se implique con lo que están viendo". Desde esa mirilla el público podrá asistir a una obra grande, intensa, interpretada por un elenco en el que además de Hipólito figura otra veterana actriz, Gloria Muñoz, y los jóvenes Fran Perea y Manuela Velasco.