Image: Las misas profanas de Ana Zamora

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Teatro

Las misas profanas de Ana Zamora

Presenta en Almagro Dança de la Muerte, con el actor portugués Luis Miguel Cintra

23 julio, 2010 02:00

Luis Miguel Cintra en la obra

Estrenado en el 27 Festival de Teatro de Almada (Portugal), Dança de la Muerte llega hoy a Almagro. Un depurado espectáculo sobre las "danzas macabras"que tanta difusión tuvieron en la Baja Edad Media y que protagoniza el actor luso de referencia, Luis Miguel Cintra. El Cultural estuvo con él.

Su pasión por indagar y rescatar las formas teatrales del Medievo y el Renacimiento han convertido a Ana Zamora en una rara avis de la escena española y también europea. Su labor no puede considerarse una mera adaptación de unos textos, muchas veces históricos y sin indicaciones escénicas, sino que son fantasías originales en la medida en que la autora se inventa una estructura dramática a partir de aquéllos. Sabemos que en la Edad Media el teatro gozó de gran difusión, y poco conocemos de cómo se representaba; y sabemos que estuvo estrechamente vinculado a los actos litúrgicos. Por eso los espectáculos de Ana, tan documentados, parecen misas profanas, refinadas y poéticas, provistas de un halo mágico.

Esqueletos danzarines. Es obligado referirse a las danzas originales que inspiran este nuevo espectáculo de Zamora, quien ha tenido, además, la suerte de contar con un actor de excepción como es el portugués, Luis Miguel Cintra. Eran las "danzas macabras" espectáculos que tuvieron lugar en Europa a partir del siglo XIV, cuando la peste hizo estragos entre la población contribuyendo a crear ritos y supersticiones para conjurar la muerte. Las celebraciones macabras eran comparsas en las que se cantaba, se bailaba y se hablaba y tenían lugar en los cementerios o en las partes traseras de las iglesias.El personaje central era la Muerte (habitualmente representado por un esqueleto), quien dialogaba con los personajes convocados: el Papa, la primera de las víctimas que desfilaba, el Rey, el corregidor, y así hasta 24 representantes de diferentes clases sociales para subrayar la idea de que la muerte no hace distinciones. Lógicamente, el tema inspiró a muchos autores como Gil Vicente, Juan de Pedraza, Hurtado de Mendoza, y siguió presente en barrocos como Calderón o Quevedo, así como en otros artistas plásticos.

Lo que Zamora construye es un rito desacralizado de lo que pudieron ser estas danzas. El espectáculo se sustenta en cuatro elementos: un texto que alterna el castellano con el portugués inspirado sobre todo en piezas de Gil Vicente; un atrezzo a base de sombreros que identifican a las víctimas; la música original de Alicia Lázaro interpretada por tres músicos; y unos actores capitaneados por Luis Miguel Cintra, el actor lusitano de mayor prestigio, director del Teatro Cornucopia de Lisboa que ha coproducido la obra con Nao D'amores, la compañía de Zamora.

Cintra tiene conciencia de que su encuentro con Zamora ha sido algo extraordinario y emocionante, porque comparte con ella su sensibilidad artística, un gusto por las tradiciones populares, por la cultura medieval: "Estos encuentros te ocurren pocas veces, pero aquí, en Cornucopia, cuando pasa, nos lo tomamos muy en serio y las relaciones se prolongan por mucho tiempo", comenta durante un encuentro que mantuvo con El Cultural.

El actor encarna al personaje central del espectáculo, la Muerte, una especie de oficiante que con humor e ironía va ajustando cuentas con los mortales. Tocado con un manto blanco, su magnífica dicción alterna textos en portugués y en castellano antiguo sobre la futilidad de la vida. Reconoce que no ha sido fácil alternar el portugués con el español, idioma que habla perfectamente (él nació en Madrid, hijo del filólogo luso Luís Filipe Lindley Cintra).

Stanislavski olvidado. Pero también cuenta que Dança de la muerte ha cambiado su modo de actuar: "Lo que más me sorprende de los espectáculos de Ana es que en ellos planea una pureza, una inocencia difíciles de ver en el teatro actual. Me pregunto cómo lo consigue y lo que hace es diseñar una estructura dramatúrgica muy rígida que me exige abandonar mi habitual manera de actuar, muy intelectualizada. Ana me exige hacerlo de una forma casi primitiva, con ella es como si Stanislavski no hubiera existido". Quién esto afirma es un actor para quien su oficio da sentido a su existencia: "Actuar es para mi un momento de exaltación, me lleva a pensar en la vida más que a lo largo de mi vida cotidiana, el escenario trasciende mi existencia".

Coincide este espectáculo en un momento en el que Cintra muestra gran interés por los textos sagrados. Hace unos meses ofreció en una iglesia lisboeta la lectura del Apocalipsis en la primera versión al portugués que se hizo en el siglo XVII, lectura que ahora graba en dvd. ¿Es hoy su espíritu más vulnerable a la Palabra de Dios? "Tengo una necesidad de vivir la vida alejada de lo material. Yo he tenido una educación católica muy rígida, y conozco su liturgia y sus textos, pero ahora siento que debo volver a ellos de una manera distinta". ¿No es también lo que Zamora hace, inspirarse en lo sagrado porque es referente básico de nuestra cultura? "He trabajado en varias películas de Manoel de Oliveira y somos muy amigos, recuerdo que cuando vino el Papa él habló en representación de los artistas portugueses y vino a decir algo que comparto: el arte y la religión trabajan en el mismo sentido, ambas se interrogan sobre el misterio de la vida. La diferencia es que a la Iglesia le cuesta hoy renovarse y, por eso, creo que los artistas podemos llegar más lejos".

Hoy, cuando los muertos son confinados a extraños y velados en asépticos tanatorios, tiene Dança de la Muerte la virtud de recordarnos nuestra condición. "No hay que temer la muerte, porque ella nos da la verdadera dimensión de la vida", concluye Cintra.

El Pepito Grillo del teatro luso.

Cintra es la gran figura del teatro portugués, ya que desde la sala que fundó en 1973, el Teatro Cornucopia, ha dirigido y protagonizado gran número de títulos del repertorio universal. "Parece presumido decirlo, pero si nuestra compañía no hubiera existido, el teatro portugués no sería lo que es. He intentado que fuera una referencia, hacer un teatro diferente, actuar como el Pepito Grillo de la escena", explica este actor erudito al que, por otro lado, se le critica no ser más receptivo a otros artistas. Cornucopia ocupa una sala en el Barrio Alto de Lisboa que, cosas de la vida, les prestó un médico filántropo. Y allí siguen. A Cintra le han ofrecido dirigir los teatros nacionales lusos, pero él lo ha rechazado: "Es un trabajo burocrático que impide la creación. Es muy importante la relación entre los artistas, que sea de amistad, sin jerarquías, libre, y este lugar lo propicia".