Teatro

Ibsen, río arriba

por Ignacio García May

18 mayo, 2006 02:00

Henrik Ibsen. Ilustración: Finn Graff

El 18 de mayo se cumplen cien años de la muerte del dramaturgo noruego Henrik Ibsen, uno de los cinco grandes autores del teatro universal, según sostiene el escritor García May. Ibsen fue el último romántico, su obra respira un fuego del que ya habían prescindido sus contemporáneos que prefirieron abrazar la modernidad; una obra que ha sido escasamente editada en nuestro país. La embajada de Noruega le ha dedicado una exposición en la Biblioteca Nacional de Madrid y Calixto Bieito estrena el 25 de mayo, en el Festival Internacional de Bergen, su versión en catalán de Peer Gynt.

Si eligiéramos a los cinco mayores dramaturgos de la historia no sé quiénes serían los otros cuatro pero estoy convencido de que Henrik Ibsen ocuparía un lugar fijo en la lista. Sé -porque llevo veinte años discutiendo sobre esto- que mucha gente le cuestiona al noruego su derecho a la candidatura entre los más grandes en favor de otros escritores más heterodoxos, según el gusto actual tan virado hacia lo excéntrico. Pero lo que es indiscutible en Ibsen es la noción de "obra de conjunto", de corpus dramático excepcional quizá sólo comparable, en este sentido, al de Shakespeare. Chekhov y Strindberg fueron, por supuesto, mayúsculos dramaturgos; pero su narrativa es, como mínimo, igual de esencial para entender a ambos. Goethe es el gran genio de la lengua alemana; pero su teatro es tremendamente irregular. Beckett escribe algunas piezas estremecedoras, admirables; pero también unas cuantas naderías apriorísticamente sobrevaloradas en virtud de su presunto vanguardismo. Lope, por no extendernos en más ejemplos, es, en sus mejores momentos, un dramaturgo maravilloso; pero tiene en su haber tantas mediocridades como grandes obras, y seguramente más.

Henrik Ibsen que, pese a que también escribió poesía, es casi únicamente dramaturgo, se las arregló para componer, durante toda su vida, un conjunto admirable de piezas teatrales de calidad y complejidad crecientes que incluye, como mínimo, tres obras maestras absolutas: Peer Gynt, Havard Solness y Cuando despertemos los muertos; un puñado de textos, si no geniales, casi perfectos, como Hedda Gabler, Los vikingos de Helgoland, Espectros o John Gabriel Borkman; y una obra que, sin llegar a esa altura, constituye, por sí sola, uno de los grandes acontecimientos teatrales de la historia moderna: Casa de muñecas. Dicen que Shakespeare fue el último medieval; de la misma forma podríamos definir a Ibsen como el último romántico. Su obra respira un fuego del que ya habían prescindido sus colegas en nombre del cinismo o el desencanto inherentes al mundo moderno, pero que había sido común en el arte de unas décadas antes. Su exilio en el sur de Europa, que tanto cambió su forma de escribir (y de vivir) es un remedo tardío de los viajes de Byron, de Shelley, del propio Goethe. Su visión de las relaciones de pareja en la sociedad contemporánea, tan rabiosamente moderna en ciertos aspectos, se ve sistemáticamente matizada por un impulso febril, como de "amour fou", del tipo que predicaron los románticos y que luego rescataría el surrealismo, que no fue sino la forma más radical del romanticismo. La presencia apabullante de la naturaleza en sus obras desmiente esa imagen preconcebida de textos aburridos sobre monótonos burgueses que conversan interminablemente en el salón de su casa.

Henrik Ibsen nació en 1828, el mismo año que Tolstoi y Julio Verne, en Skien, Noruega, cuando este país recorría el último tramo de lo que se conoce como "la Noche de Cuatrocientos Años", esto es, la sumisión al reino de Dinamarca, cuyo final llegaría en 1905, un año antes de la muerte del autor. La ruina económica de su padre le obligó a dejar temprano sus estudios y trabajar durante un tiempo como mozo de farmacia, oficio incompatible con el carácter proteico y poco amigo del servilismo de aquel muchacho solitario que, con el tiempo, llegaría a identificarse con las ideas nietzscheanas. No podía durar en el trabajo, y no duró: su juventud fue turbulenta. Vivió en la miseria, pasó hambre, frecuentó a estudiantes que jugaban a revolucionarios influidos por los acontecimientos del 48, tuvo un hijo natural con una sirvienta, al que, según cuentan, sólo llegó a ver una vez cuarenta años más tarde, intentó, infructuosamente, aprobar los exámenes de Medicina en la universidad. Nada en él presagiaba su futuro glorioso; o acaso sí: su carácter obstinado, levantisco, rebelde, siempre a contra corriente, el mismo que transferirá luego a sus personajes. Según el médico que le atendió en su enfermedad, sus últimas palabras antes de morir fueron: "¡Por el contrario!" lo cual, de ser cierto, resultaría hermoso y justo.

Empezó su carrera de escritor copiando, mal, a Scribe, dramaturgo francés entonces de moda. Fue Ole Bull, el prestigioso violinista noruego, quien, cautivado más por su personalidad que por la calidad de sus textos, le ofreció unirse a su teatro de Bergen en calidad de autor residente; en realidad le tocó hacer de casi todo, pero por primera vez se ganó un sueldo como dramaturgo y aprendió los rudimentos del oficio. Pese a que ya había escrito un par de obras, es probable que Ibsen hubiera visto muy poco teatro de calidad hasta aquel momento. Su cargo como dramaturgo residente le permite viajar por primera vez a Alemania y Dinamarca para ver y estudiar cómo se hacían los espectáculos. Es entonces cuando descubre a Shakespeare, que le inspirará profundamente. También en Bergen conoce a Susana Thoresen, hija de un clérigo, su futura esposa. Uno no puede evitar releer aquella escena de Peer Gynt en la que el protagonista baila con Solveig e imaginar que acaso sea un retrato del encuentro real entre Ibsen y su mujer. La relación de esta pareja fue borrascosa, sacudida periódicamente por las depresiones de él, por sus borracheras, por sus coqueteos con el suicidio, sus relaciones con otras mujeres; sin embargo, ella le dio un hijo, Sigurd, y permaneció a su lado hasta el final. Los especialistas están de acuerdo en una cosa: Susan debió ser para Ibsen como Fanny para R. L. Stevenson: su principal apoyo, su fuente de energía, su centro.

En 1864, aprovechando una beca de estudios concedida por el gobierno, Ibsen y su familia dejan Noruega para trasladarse al sur de Europa. Exceptuando un par de visitas puramente episódicas, no volverían hasta veintisiete años más tarde. Es en este exilio donde le sorprende el éxito; con Brand, primero, y con Peer Gynt inmediatamente después y de forma definitiva. El triunfo popular y crítico de esta pieza enorme en todos los sentidos fue inmenso. ¿Quién no ha tarareado alguna vez las melodías que Grieg compuso para la obra, que hoy se utilizan incluso para anunciar automóviles en televisión? Actores tan diversos como Bruno Ganz, Toralv Maurstad, Max Von Sydow, Ralph Richardson, nuestro Juanjo Puigcorbé, e incluso un jovencísimo Charlton Heston han puesto cara al héroe ibseniano en sucesivas producciones.

A continuación, la influencia del crítico danés Georg Brandes llevará a nuestro autor a inclinarse por un tipo de drama más íntimo, menos espectacular, que en Noruega cultivaba ya Bjornsterne Bjornson, el otro gran dramaturgo nacional. Ibsen le superó con Casa de Muñecas, Pato Salvaje, Espectros... Para entonces sus compatriotas se referían a él como "La Esfinge" y hasta que la muerte se lo llevó en 1906 fue un icono, una leyenda viva. Hoy los rebeldes de franquicia de la modernidad lo consideran un despreciable autor burgués, el modelo obsoleto de una forma de hacer teatro. Por otra parte, las editoriales españolas nos niegan el placer de leer a Ibsen mientras inundan las librerías de morralla. ¡Cuánto deberían aprender del arisco genio de Skien! Como el salmón, ese pez tan típico de su bella tierra noruega, Henrik Ibsen remontaba los ríos en vez de dejarse llevar por su corriente. En los tiempos que corren, no se me ocurre mejor ejemplo a imitar.


Skien-1928-Cristianía-1906
- Nació en el puerto de Skien, hijo de un próspero comerciante que perdió su fortuna y una madre amante de la pintura y el teatro. Vivió una infancia pobre.
- En 1844, con 16 años, y hasta 1849, se ganó la vida trabajando como mancebo en una farmacia. Intentó entonces estudiar Medicina, pero abandonó su propósito. De esta época son sus primeros escritos, de carácter satírico.
- En 1850, con dos obras ya publicadas (Catilina y El túmulo del héroe), es nombrado asistente de dirección y dramaturgo del recién creado Teatro local de Bergen, donde estrena El túmulo del héroe. Funda también un periódico satírico, "Andhrimner".
- Ocupa en 1857 la dirección artística del pequeño Teatro Noruego de Cristianía, donde estrena obras sobre temas nacionales e históricos y donde muestra su conocimiento de la arquitectura teatral francesa.
- En 1858 se casa con Susanna Thorensen, hija de un clérigo, y a la que había conocido en el teatro de Bergen.
- En 1862 pierde su cargo en Cristianía, vive en la indigencia y es rescatado por una sucripción pública hasta que el gobierno le asigna una pensión anual.
- En 1864 deja Noruega con su mujer, a donde no vuelve en 27 años, si se exceptúan dos breves visitas. Inicialmente reside en Italia,y compone sus dramas en verso Brand (1866) y Peer Gynn (1867), que alcanzan un gran éxito. Luego se traslada a Alemania.
- A partir de 1875 escribe sus obras más antiburguesas y críticas con la sociedad de su tiempo : Los puntales de la sociedad, Un enemigo del pueblo (1882), Casa de muñecas (1882), La casa Rosmer (1886), Hedda Gabler (1890).
- En 1877 es nombrado doctor honoris causa de la Universidad de Upsala.
- En 1899 publica Cuado despertemos de entre los muertos, que él llamó su "epílogo dramático". La enfermedad no le permitió seguir escribiendo. Murió el 23 de mayo de 1906, en Cristianía.