Teatro

Quince años de luces y sombras

Compañía Nacional de Teatro Clásico

9 mayo, 1999 02:00

La Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) ha escenificado hasta la fecha 27 títulos de nuestro Siglo de Oro y, lo más importante, ha descubierto al público español que se podía gozar con los clásicos. Pero no es oro todo lo que reluce. Para el dramaturgo y director de escena Ernesto Caballero, la CNTC es un galeón a la deriva que ofrece un balance desalentador.

El pasado 12 de febrero se hizo público que, después de quince años en regimen de alquiler, la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) pasaba a ser propietaria del Teatro de la Comedia de Madrid. La compra del teatro, calificada de "gran operación" por un excargo del gobierno socialista, pues había sido una pretensión largamente acariciada durante su etapa, no tuvo demasiada resonancia en los medios de comunicación. ¿Era un reflejo de la escasa incidencia social que tiene la única institución pública dedicada a velar por los clásicos? o, como ha criticado en alguna ocasión un director de escena, ¿es signo de la escasa sensibilidad que los medios de comunicación le dispensan?
Hoy la CNTC vive momentos bien distintos a cuando se creó en 1986, siendo director general del Ministerio de Cultura José Manuel Garrido. Entonces su bautismo recibió todos los parabienes políticos, culturales y periodísticos -con la excepción de los de algunos críticos-. Según explica Garrido, "nuestra idea era crear un centro de producción que viniera a corregir el vacío que había dejado la desaparición de las compañías de repertorio de los años cincuenta". Y nuevamente se llamó a Adolfo Marsillach para que levantara el proyecto.
Con la referencia inevitable de La Comédie Française y The Royal Shakespeare Company, la CNTC no pretendía emularlas pero tampoco podía, entre otras razones porque se trata de instituciones con una tradición que en el caso de la francesa es de siglos. Marsillach escribió tiempo después de haber abandonado la CNTC que el nombre con el que la había bautizada no le hacía justicia, ya que no se trata de una compañía estable. Es, en exacto término jurídico, una unidad de producción que integra una plantilla de 36 personas fijas, 42 eventuales y un elenco de actores que oscila y que en la actualidad asciende a 39 actores, ya que hay tres espectáculos en marcha.

Compañía inestable
"No queríamos crear una compañía en la que convirtiéramos al actor en un funcionario", dice Garrido. Otros inconvenientes encuentra para ello su actual director, Rafael Pérez Sierra, quien fue asesor literario durante la etapa de Marsillach y director en el periodo 1990-1992: "Es difícil tener una compañía estable y tampoco creo que sea lo más recomendable. Por ejemplo, en uno de los últimos montajes, ‘No hay burlas con el amor’, hay tres actores a los que hemos tenido que sustituir porque les han salido ofertas en el cine y la televisión mejor remuneradas. Antes, lo mejor para un actor era estar en una compañía; ahora es un inconveniente para que lo contraten".
Desde luego, la inexistencia de un elenco estable facilita el acceso a la CNTC de un mayor número de actores. Más de 500 han colaborado desde su fundación. También han pasado trece directores en todo este tiempo, de Pilar Miró a José Luis Alonso, de Miguel Narros a García Valdés, por no hablar de otros colaboradores de prestigio.
Pero también hay quien encuentran ventajas en una compañía de repertorio a la vieja usanza porque hubiera permitido desarrollar un estilo propio que, según Marsillach, ya habían logrado al cumplir los diez años pero que era necesario perfeccionar. Un estilo que si se logró, en parte fue posible a que actores que trabajaron entonces mantuvieron una larga fidelidad con la compañía, caso de Carlos Hipólito, Adriana Ozores, Vicente Cuesta o Héctor Colomé.
En 1996 Pérez Sierra asume por segunda vez la dirección de la CNTC. Desde entonces, el proceso de creación ha cambiado, pues Pérez Sierra no ejerce como director artístico, sino que invita a directores externos (También lo hacía Marsillach, pero él siempre se reservaba uno de los títulos de la temporada). José Carlos Plaza, Denis Raffter, Miguel Narros y Pilar Miró han sido algunos de los colaboradores de esta etapa.

400 millones para producir
Con un presupuesto global para gastos de producción de 400 millones para 1999, la CNTC suele producir sólo dos espectáculos por temporada. Espectáculos muy costosos y que gozan de la buena aceptación de público: del 1 de septiembre al 31 de diciembre del pasado año, el Teatro de la Comedia de Madrid registró una media de ocupación del 60,22%, por encima del 45% de los teatros madrileños.
El pasado año la CNTC amplió el número de ciudades en las que habitualmente venía actuando; "No hay burlas con el amor" se representó en 19 y "La estrella de Sevilla" en 21, pero esta iniciativa, muy bien acogida, exige una gran inversión presupuestaria.
Respecto a los criterios de programación, según explica Pérez Sierra, han sido y son mantener la alternancia de géneros y de temas y la variedad de autores. "Programar un teatro clásico no es como hacer una antología de las cien mejores poesías. No hemos hecho sota, caballo y rey. Hemos buscado siempre el contraste, alternando un drama con una comedia".
Así, el repertorio se compone de títulos señeros de nuestro teatro barroco como "El Alcalde de Zalamea (1988, con dirección de José Luis Alonso) o "Fuenteovejuna" (1993); de grandes obras escasamente representadas como "El caballero de Olmedo","El burlador de Sevilla" o "El desdén con el desdén"; de rarezas como "La venganza de Tamar", de Tirso de Molina. Y por último, de un teatro que ha permitido a la CNTC experimentar como "Antes que todo es mi dama", de Calderón, en la que se puso en práctica la idea del cine dentro del teatro. El próximo título es "Entre bobos anda el juego", de Rojas Zorrilla, dirigida por Gerardo Malla y que será la única obra que presente este año en el Festival de Almagro (por lo general siempre acude con dos montajes). La CNTC se prepara para celebrar el 400 aniversario del nacimiento de Calderón y para tal ocasión prepara dos obras. Por una vez, no habrá alternacia tragico-cómica pues baraja un drama religioso y un drama político.