Una escena del montaje del 'Akhnaten' de McDermott. Foto: Belinda Jiao

Una escena del montaje del 'Akhnaten' de McDermott. Foto: Belinda Jiao

Ópera

Dramas faraónicos según Philip Glass: el Liceu acoge un nuevo montaje de su ópera 'Akhnaten'

La tercera ópera del compositor estadounidense aterriza en el coliseo barcelonés en una versión de Phelim McDermott.

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Ya es bastante conocida la figura del compositor norteamericano Philip Glass (Baltimore, 1937), de quien hemos podido ver en España varias de sus grandes óperas:Einstein on the Beach, O Corvo Branco, El perfecto americano, entre otras. Y desde hace tiempo por ello sabemos bastante de su estilo, procedimientos y técnicas.

Fue histórica aquella representación de la primera de las obras citadas, que es también la primera de su catálogo dentro del género, en el Teatro Madrid de la capital (1975-76). Aquellas cinco horas de espectáculo transcurrieron animadamente entre entradas y salidas de la sala, conversaciones y puntos muertos.

Una primera toma de contacto que nos permitió empezar a conocer sus maneras, desarrolladas y ampliadas a lo largo de los años con técnicas cada vez más sutiles y fascinantes; también, en ocasiones, fatigosas.

Las representaciones que se anuncian en el Liceu (siete, entre el 16 de octubre y el 3 de noviembre) de su ópera Akhnaten, la tercera de las que compuso y que se estrenó el 24 de marzo de 1984 en Stuttgart, nos van a permitir de nuevo tomar contacto con su peculiar estilo minimalista.

Ese arte de la repetición, más o menos variada, que se ha ido haciendo más complejo con el paso del tiempo y que se forjó después de los fructíferos contactos del compositor con Nadia Boulanger.

El espectro sonoro emanado de esos giros continuos es muy atractivo, aunque también cansino.

Glass busca en sus planteamientos, según definición propia, "una música de estructuras repetitivas", lo que deja ancho campo para la investigación, la probatura y el libre manejo de elementos de todo tipo. El flujo sinfónico circula imparable en los arrabales de la tonalidad, aunque no excluye pasajeras excursiones a otros territorios.

El espectro sonoro emanado de esos giros continuos, de las permanentes ondulaciones, de las superposiciones de acordes, de la refulgente tímbrica es muy atractivo, aunque también cansino. Las frases, los ritmos, las ideas temáticas, bien enlazados los unos con los otros, se repiten, van y vienen sin pausa, en giros y volutas que, en ocasiones, acaban por cansar.

El musicólogo Ulrich Dibelius (La música contemporánea a partir de 1945, Akal) decía que "las obras de Glass, trazadas con tiralíneas, asemejan gigantescos y fríos mecanos, construidos a partir de piezas coordinadas que conforman superficies sonoras intercambiables que adoptan el aspecto de un mosaico tanto sonoro como escénico, si a las óperas nos referimos".

Algo que puede predicarse a la ópera que ahora presenta el teatro de las Ramblas y que cuenta con un excelente y copioso reparto presidido por el contratenor Anthony Roth Costanzo, un auténtico especialista en este cometido.

Tendrá a su lado a Rihab Chaieb (Nefertiti), Katerina Estrada Tretyakova (Reina Tye), Joan Martín Royo (General Horemhab), Toni Marsol (Aye) y Carmen Buendía (Meretaten), entre otros componentes del extenso reparto.

Ópera, pues, significativa en la que se advierte un especial interés en "las fuerzas invisibles que afectan a los aspectos internos, interpersonales y universales de la existencia", en palabras del director de escena Phelim McDermott. El foso estará atendido por Karen Kamensek, una buena conocedora de la obra de Glass.