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Ópera

'Don Giovanni' o la herida de Mozart

Llega al Teatro Real el montaje de Claus Guth, con Ivor Bolton en el foso, que abre nuevas perspectivas del clásico de Mozart

18 diciembre, 2020 09:16

Regresa al Teatro Real, tras aquella fallida y ominosa travesura de Chernyakov de hace unos años, Don Giovanni de Mozart, suma de elementos, combinación de contrarios que arrojan un resultado extrañamente unitario: una síntesis que, a la postre, dota de rara intensidad a lo que, en buena lógica, debería haber sido una obra anárquica, caótica, desequilibrada, tal es lo variado de su contenido. La unión de lo bufo napolitano y lo dramático y fantasmagórico propio de la tradición alemana se produce gracias a Mozart, que se mostró aquí a su máximo nivel de inspiración; alcanzó alturas incluso insospechadas para él, que solamente llegaría a tocar en Le nozze di Figaro o en Così fan tutte, por lo que a los comportamientos humanos y al estudio de los affetti respecta, y en La flauta mágica, por lo que se refiere al tratamiento de los más elevados valores universales.

Se nos va a ofrecer una producción que tiene su interés al venir avalada por la siempre sugerente mano de Claus Guth —recordemos su Parsifal de Wagner o su Rodelinda de Haendel—, que la estrenó en 2008 en el Festival de Salzburgo y la recreó más tarde en la Staatsoper de Berlín. En ella el sesudo regista profundiza en todas aquellas cuestiones, ubicando la acción en un oscuro bosque donde todo fluye como en un sombrío sueño e infligiendo al protagonista una herida con lejanas reminiscencias tristanescas que le emplazará desde el principio de la obra a un cara a cara con la muerte.

Guth sitúa la acción en un oscuro bosque en el que Don Giovanni protagonizará un onírico cara a cara con la muerte

Una invención que puede tener su sentido y abrir interesantes perspectivas en la compleja historia, que va a ser servida en lo vocal por un reparto que no deja de ofrecer garantías. El Don va a ser encarnado por dos barítonos líricos ya avezados, dotados de instrumentos flexibles, adaptables a un personaje que, en contra de una costumbre ya antigua, encaja más en este tipo vocal que en uno más grave como el de bajo. La línea de canto y el manejo del recitativo seco así lo demandan. El primero es Christopher Maltman, que lo cantara precisamente en Salzburgo en la citada ocasión y que fue el elegido para el mismo cometido en el Liceo. Se alterna con Adrian Eröd, de timbre menos noble y algo más opaco.

Voces muy líricas, quizá en exceso, para Donna Anna: Brenda Rae, clara y luminosa; Adela Zaharia (premio Operalia en 2017), más amplia, de limpia coloratura; y nuestra María José Moreno, de emisión bien asentada y en plena madurez. Donna Elvira estará en las gargantas de una visitante asidua del Real como Anett Fritsch, de voz delgada y penetrante, y de la muy joven Federica Lombardi, de mayor anchura y riqueza de armónicos. Un lírico ligero de muy buena pasta, Mauro Peter, será el primer Don Ottavio, y otro de la misma encarnadura, el tinerfeño Airam Hernández, vigoroso y metálico, el segundo.

La gracia y la picardía de Leporello, también sus notas más graves, estarán aseguradas por la voz y el arte de caricato de Erwin Schrott. El criado será cantado asimismo por Marko Mímica, más joven y de timbre menos interesante. Dos bajos bien pertrechados de graves, sólidos y pétreos, más el primero que el segundo, cantarán el Comendador, Tobias Kehrer y Goran Juric. Saludamos con agrado la presencia de la lírico-ligera Marina Monzó como Zerlina.

De nuevo, tras su triunfo en Rusalka, ocupará el foso, el nervioso y agitado, pero musical y aplicado, Ivor Bolton, titular del teatro. Quizá, tras sus otras aventuras mozartianas, sea esta la definitiva, ahora que viene de recoger las mieles del éxito.