Reparto brioso, brillante y aguerrido para Lucía en el Real

Lucia di Lammermoor de Donizetti se va a poder escuchar y contemplar a partir de este viernes y a lo largo de catorce funciones más. Fue la última ópera de la temporada inaugural (1850-51) del Teatro Real. David Alden, el imaginativo regista inglés será el que lleve la batuta escénica y el competente y seguro, antes que poético, Daniel Oren el que porte la musical. Son buenos mimbres para que puedan apreciarse las innumerables bellezas de la partitura, que nació en 1835, al calor de la atmósfera enrarecida de Walter Scott.

Para conseguir un resultado dramático directo y lograr la rápida inmersión del espectador en la tragedia, el libretista Salvatore Cammarano realizó un planteamiento de notable virulencia, de claro apremio; una imparable y sucinta relación de hechos a la que Donizetti revistió con suma destreza con una música sencilla pero provista de unos valores casi táctiles, de una plástica y de un poder evocativo innegables. Sobre estos mimbres Donizetti supo escribir una música concentrada, tirante, de sombrías y cargadas tintas, abiertamente romántica, en la que tanto su estructura dramática como su atmosférica orquestación funcionan muy teatralmente y otorgan una nostálgica pintura al aguafuerte perfectamente asimilable al mundo histórico recreado.



El reparto de estas representaciones madrileñas aparece presidido por el brioso, brillante aguerrido tenor lírico-ligero mexicano Javier Camarena, que tanto gustara en I puritani de Bellini y en La fille du régiment y La favorite de Donizetti. Puede que para la parte de Edgardo le falte algo de cuerpo vocal, pero su canto, bien delineado, habrá de compensar esa posible limitación. Lisette Oropesa, que diera buena imagen en el último Rigoletto en el mismo escenario, le dará réplica. Completan el elenco los muy plausibles Artur Rucinski y Roberto Tagliavini. Aunque el segundo reparto no está nada mal: Venera Gimadieva, Ismael Jordi y Simone Piazzola. El sposino es Yijie Shi.