Image: Die Soldaten, la guerra vomita su neurosis

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Ópera

Die Soldaten, la guerra vomita su neurosis

11 mayo, 2018 02:00

Bieito sitúa a los músicos en andamios sobre el escenario

El Real estrena este miércoles Die Soldaten, ópera de Zimmermann todavía inédita en España. El compositor germano grita el horror que le inoculó la II Guerra Mundial. Calixto Bieito ha armado una imponente puesta en escena y Heras-Casado dirigirá su complejísima partitura en las siete funciones que cuentan con el patrocinio de la Fundación BBVA.

Si la ópera debe apelar a la sociedad para que la sociedad se interese por la ópera, el estreno en España de Die Soldaten no podía llegar en un momento más oportuno; desgraciadamente oportuno, habría que apostillar. La sentencia contra La Manada ha desatado una corriente de indignación que está muy lejos de apagarse. En Die Sodaten, pieza operística fundamental de la segunda mitad del siglo XX, asistimos a otro brutal capítulo de zafia testosterona agrediendo sexualmente a una mujer, la pobre Marie, una adolescente cuyo intento de medrar (azuzada por su padre) en una sociedad inmisericorde acaba en tragedia. La violación que sufre por parte de una turba de soldados es un paso más hacia su degradación final, sintetizada en una escena: su padre se acerca para darle una limosna cuando la ve tirada en la calle y ni siquiera la reconoce. El montaje de Calixto Bieito, que alza el telón del Real este miércoles 16, arranca con su cara (rubia, grandes ojos azules) en un primer plano proyectado en una gran pantalla. Lo que vendrá después será para ella un descenso imparable al infierno.

La vida para Bernd Alois Zimmermann, su compositor y autor del libreto, también fue un tránsito desgraciado al que puso término suicidándose en su casa de Königsdorf en 1970. Tenía sólo 52 años. "Su experiencia en la II Guerra Mundial le dejó secuelas irreparables. Nunca se recuperó de ellas. Die Soldaten es un alarido ante el horror. En ella filtró sus vivencias en aquel conflicto, aparte de la neurosis que afloró durante la Guerra Fría", explica a El Cultural Calixto Bieito al teléfono desde Birmingham, donde prepara una adaptación escénica de La anatomía de la melancolía, de Robert Burton (la llevará al Arriaga en junio). Bieito llegó a Zimmermann gracias a Jakob Michael Reinhold Lenz (1751-1792), una figura central en su juventud, plagada de lecturas del romanticismo alemán desde que el Werther de Goethe le noqueara. Lenz es el autor de la obra homónima en que se basa el fiel libreto firmado por el compositor alemán. "Me lo leí todo de él. Incluso traduje Die Soldaten al catalán para poder montarla en el teatro. Al final no lo hice y creo que ha sido mejor así, porque la ópera es todavía más potente", dice Bieito. Lenz, por cierto, también concluyó su vida en un estado deplorable: arrastrándose por las calles de Moscú, carcomido por el alcohol y sus trastornos mentales.

La estructura donde están los músicos es un carro de combate desde el que masacran a los cantantes". Calixto Bieito

El texto de Lenz es un material de origen desafiante. En él están ya las dificultades que plantea la puesta en escena de la ópera, circunstancia que ha dificultado su difusión. Die Soldaten pulveriza los cánones aristotélicos de la narración. Primero la evolución dramática jalonada en tres fases: planteamiento-nudo-desenlace. Luego, las tres unidades clásicas: de tiempo, lugar y acción. Lenz en la obra teatral y Zimmermann, coherentemente, en el libreto, apuestan por la simultaneidad extrema. Este último afirmaba que la ópera ocurría "ayer, hoy y mañana". Todo a un tiempo. La cronología tiene un sentido circular o esférico. Los personajes están atrapados en un eterno retorno. Zimmermann intentó plasmar escénicamente esa concepción temporal. ¿Cómo? Su idea era levantar doce escenarios en la Ópera de Colonia que rodeasen al público. Pero fue desechada por los responsables del teatro por considerarla irrealizable. Algo que, por cierto, ha desmentido Carlus Padrissa, de la Fura, con su versión envolvente estrenada en abril en la propia Ópera de Colonia, que quería recordar así a Zimermmann en el centenario de su nacimiento (20 de marzo de 1918).



Bieito ideó para la Operhaus de Zúrich y la Komische Oper de Berlín, productoras del montaje, otro curioso ingenio escénico. Sube al escenario la enorme orquesta. Sus 120 músicos, incluidos los combos de jazz, se reparten entre diversos andamios. Por debajo quedan galerías y túneles por los que deambulan los cantantes, que están más cerca que nunca del público porque también abarcan el foso, tapado para la ocasión. "Estos salen de las tripas de la orquesta. La estructura metálica es como si fuera un carro de combate, una maquinaria criminal que los masacra", explica Bieito. De hecho, los instrumentistas están caracterizados como soldados. Violines, flautas, chelos… son fusiles que disparan sin piedad.

También luce ropajes bélicos Pablo Heras-Casado, que asumió el reto de dirigir esta ópera hace dos años, sin saber muy bien en el lío que se metía. "Mira que estoy acostumbrado a intentar superarme una y otra vez, a hacer muchas cosas al mismo tiempo, yendo a contrareloj, pero esto es lo más difícil a lo que me he enfrentado", confiesa el maestro granadino, que los días previos al estreno encadena jornadas maratonianas de ensayos para ‘domesticar' una partitura endemoniada. Y eso que Zimmermann la revisó y la ‘simplificó' para poder estrenarla (en Colonia en 1963) tras el rechazo a su propuesta inicial. "Ya el preludio, que dura cuatro minutos, tiene una densidad rítmica y textural tremenda", advierte Heras-Casado. Su estructura, armada en diversos planos, aumenta complejidad al envite. Igual que el ensamblaje ambivalente y ecléctico de estilos históricos (cantos gregorianos, el barroco de Bach, el clasicismo de Beethoven…) con otros coetáneos a su creación (el jazz, el dodecafonismo...). Es curiosa además su apelación a las formas tradicionales cuando articula las escenas empleando nombres como ciacona, nocturno, toccatta, capriccio… "Pero el resultado, una vez unidos todos los elementos, es un lenguaje muy personal, único. En Zimmermann no podemos hablar ni de un neobarroco ni de un neoclásico ni de un neonada… Su recurso a las formas clásicas es más ideológico que práctico, estas subyacen pero no son identificables".

Sintonía con Wozzeck

Un procedimiento similar emplea Alban Berg en Wozzeck (adaptación lírica de Woyzeck, de Georg Büchner), otro hito de la literatuoper germana. Las conexiones de ambas obras saltan de lo musical a lo temático: les emparenta el pesimismo existencial y el retrato de la infinita abyección que puede albergar el alma humana. Las obras teatrales que dieron origen a las dos óperas se escribieron en torno a doscientos años antes de las guerras mundiales del siglo XX pero tanto la una como la otra reflejan nítidamente el clima de descomposición moral que dejaron estas a su término. "Eso sólo lo pueden hacer artistas con una sensibilidad especial. No sé si habría que llamarles visionarios", señala Bieito. Sus gritos de espanto, hermanos del de Munch, fueron amplificados por la música de Berg y Zimmermann. Y por sus libretos, a juicio del regista, "perfectos". Bieito, aun ajeno a la escabrosa actualidad mediática española, no duda de la vigencia de Die Soldaten. "La neurosis continúa en el siglo XXI; la crueldad, también".

@albertoojeda77