Image: Il Duca d'Alba, un Donizetti soterrado

Image: Il Duca d'Alba, un Donizetti soterrado

Ópera

Il Duca d'Alba, un Donizetti soterrado

11 diciembre, 2015 01:00

La producción de Carlos Wagner remite a regímenes totalitarios históricos. Foto: Annemie Augustinjs

El Teatro Campoamor recupera una ópera poco conocida del compositor italiano que contiene pasajes de gran impacto. Carlos Wagner ejerce como director artístico de un montaje con un elenco encabezado por Ángel Ódena.

Este domingo (13) se da en el Campoamor de Oviedo la primera de las cuatro representaciones de la para muchos aún desconocida ópera de Donizetti Il Duca d'Alba, nacida durante la etapa parisina del compositor y coetánea por tanto de Les Martyres (más tarde Poliuto), La Fille du régiment y la versión francesa de Lucia di Lammermoor. El libreto, de Eugène Scribe, venía rebotado de Halévy, que lo había rechazado. Más tarde el propio Scribe lo reharía, trasladando la acción del Flandes del siglo XVI a la Sicilia del XIII, para que Verdi compusiera Les Vêpres Sicilennes.

La ópera de Donizetti quedaría inconclusa, aunque con los dos primeros actos casi orquestados. Parece que uno de los factores que determinó la no consecución del proyecto fue la actitud de la soprano Rosine Stoltz, amante del empresario Leon Pillet, a la que no gustaba nada el trabajo. En 1881 el editor Lucca adquirió la partitura inacabada, que había dormido el sueño de los justos entre los papeles de Donizetti, y se la entregó, para que la terminara, a un antiguo discípulo de aquél, Matteo Salvi. Angelo Zanardini, a quien recordamos como el traductor al italiano del libreto del Don Carlos de Verdi, se ocupó de verter los versos a la lengua de Dante.

El estreno tuvo lugar, por fin, de esta guisa, en el Teatro Apollo de Roma el 22 de marzo de 1882. Fue un gran éxito. Luego la ópera cayó de nuevo en el olvido hasta que Fernando Previtali la exhumó y la dirigió en una versión de concierto de la RAI en 1951. Ocho años más tarde, Thomas Schippers, con dirección escénica de Visconti, presentó su propia edición en el Festival de Spoleto. Pese a ello, la obra nunca ha llegado a entrar en el repertorio, de ahí la importancia de estas funciones del Campoamor, que, según se nos dice, emplean la versión preparada por Salvi, que, curiosamente es el autor -no Donizetti- de la página más famosa de la composición, el aria de tenor Angelo casto e bel, que sustituía, lo que son las cosas, a la titulada Ange si pur, que su maestro había transferido de Le favorite.

La partitura conserva el marchamo donizettiano y contiene una escritura de evidente originalidad, con el empleo de inesperados cromatismos y una armonía sutil y variada. La escena de la conjura del segundo acto, que alberga un imponente himno a la libertad, y el final del tercero son números de impacto. Muy bellos la romanza Ombra paterna de Amelia d'Egmont, el aria Nei miei superbi gaudi del Duca, el coro Liquor che inganna y la mencionada aria de Marcello, bien que ésta sea un tanto epidérmica y busque un efectismo belcantista que ya no cultivaba Donizetti.

La producción ovetense es la de la Ópera Ballet Vlaanderen, con dirección escénica de Carlos Wagner, de gran potencia visual, y cuenta con un reparto de sello hispánico, lo cual es de celebrar, que aparece encabezado por Ángel Ódena, barítono recio, seguro y sólido, buen cantante, en la parte estelar, que estrenara en Roma Leone Giraldoni. A su lado, dos bajos -timbre raro por estas tierras- de muy buenas hechuras y acreditada profesionalidad, Felipe Bou y Miguel Ángel Zapater, y dos tenores, Josep Fadó y José Bros, de méritos más que probados. El segundo de ellos en la parte de Marcello, que creara nada menos que Gayarre. La soprano mexicana María Katzarava, lírica de buenas maneras, es Amelia d'Egmont. Un concedor y especialista en ópera del periodo romántico como Roberto Tolomelli maneja la batuta.