Gustavo Dudamel (izquierda)  y Klaus Mäkelä (derecha). Montaje: Rubén Vique

Gustavo Dudamel (izquierda) y Klaus Mäkelä (derecha). Montaje: Rubén Vique

Música

Dudamel y Mäkelä, batutas con electricidad en el Auditorio Nacional

Ibermúsica ofrece la oportunidad de disfrutar de dos enormes maestros en Madrid. También pasarán por Barcelona y Oviedo.

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Muy prometedora se anuncia la programación de Ibermúsica en los próximos cinco días, con actuaciones estelares de dos grandes figuras de la batuta al frente de dos orquestas en plena forma, una de ellas la histórica y centenaria del Concertgebouw de Amsterdam, que estará gobernada por una de las más recientes figuras de la dirección, Klaus Mäkelä.

La otra será la famosa Simón Bolívar de Venezuela, que dirigirá con su habitual soltura un músico nacido a la sombra del popular pedagogo José Antonio Abreu, Gustavo Dudamel, que creció y se formó, como otros, en aquellas aulas creadas en 1975. Dentro del llamado Sistema. En próximas fechas está previsto conmemorar a lo grande el quincuaquésimo aniversario.

Dudamel es un director de esos que llamamos “de raza”, que nació en Barquisimeto en 1981 y que ha ido armándose estética y técnicamente poco a poco y es ya, pese a que todavía es criticado por su aparente superficialidad, un maestro con criterio y una notable solidez técnica. Con un muy variado repertorio.

Dos importantes colegas y predecesores, Daniel Barenboim y Simon Rattle, ambos en Berlín, influyeron en él y lo ayudaron. Fue titular de la Filarmónica de Los Ángeles y de la Sinfónica de Göteborg. El año próximo accederá al podio de la Filarmónica de Nueva York. Nada menos. Y celebrará el 50 aniversario del Sistema. Hace relativamente poco renunció a su cargo al frente de la Ópera de París.

Podremos verlo en su salsa junto a sus muchachos dirigiendo nada menos que la Tercera Sinfonía de Mahler. Contará con la colaboración del Coro de la Comunidad de Madrid y de los Pequeños Cantores de la ORCAM. Buena ocasión de embebernos de su ya diestra mano en el variado, colorista y terreno mundo de esa gran obra sinfónica en la que sin duda apreciaremos su gesto eléctrico, trémulo, vibrante, vigoroso, de una vitalidad aplastante del que parece manar la música a borbotones, de forma imparable e irrefrenable; y a veces irregular y ligeramente descompensada.

No perder el norte

La batuta, tirando a corta, es más bien firme pero aladamente empuñada. Traza un permanente dibujo de claras anacrusas, y su batida, segura, no pierde nunca el norte de las partes, que perfila con diafanidad. Este movimiento, amplio y omnicomprensivo, viene impulsado por una constante agitación del cuerpo y por el subrayado veloz y atosigante de la felina mano izquierda. El concierto tendrá lugar este sábado, 25 de enero en el Auditorio Nacional de Madrid.

Dudamel es ya, pese a que todavía se le critica por su aparente superficialidad, un maestro con criterio

También ahí, tres días después, desembarcará la Concertegbouw. Palabras mayores. Una de las orquestas europeas de más rancio abolengo; equilibrada, flexible, conjuntada, poseedora, tras el trabajo a lo largo de los años de maestros tan eminentes como Mengelberg, Van Meinum, Jochum, Haitink, Chailly, Jansons o Gatti, de una sonoridad muy peculiar, penumbrosa, densa, de ricos claroscuros.

Mäkelä, su actual Artistic Partner (será titular en 2027), será quien la presida en esta nueva visita a España, a donde el conjunto ha venido en múltiples ocasiones de la mano de Ibermúsica. Antes de llegar a la capital tocará el 26 en Barcelona en un programa constituido por Subito con forza de Unsuk Chin, Idilio de Sigfrido de Wagner y Vida de héroe de Strauss, y el 27 en Oviedo con la Marcha de la Música para el funeral de la Reina María de Purcell, el Concierto para violín, op.15 de Britten (con la impecable Janine Jansen), Lacrimae antiquae (curiosa la inclusión de esta pavana) de Dowland y la Sinfonía nº 2 de Schumann.

Mäkelä es un analista puntilloso que ensaya muy a conciencia, prácticamente compás por compás

Madrid acogerá a formación y director el 28 y el 29. El primer día interpretarán las mismas obras que en Barcelona y el segundo las del programa ovetense. Gran oportunidad para comprobar el trabajo al frente de la centuria de esta ya gran y todavía juvenil figura que es el finlandés Mäkelä, que deberá lidiar con composiciones cada una de su padre y de su madre. Hay curiosidad por conocer la obra de la surcoreana Unsuk Chin (1961), aventajada discípula de Ligeti y poseedora de un estilo muy refinado de atrayentes sonoridades.

Las características técnicas del joven director (1996), que, como casi todos los colegas finlandeses, pasó por las manos de Jorma Panula, lo facultan para diversificar acercamientos y ajustar estilos y concepciones. Es maestro analista y puntilloso, que ensaya muy a conciencia, casi compás por compás, gobernando a los músicos desde su metro noventa de estatura. Atrae poderosamente por su elegancia, su talante, su actitud en el podio, diligente, precisa; por su manera de marcar, su panabarcador gesto, su batuta activa en todos los planos. Y, a la postre, por los resultados obtenidos.

Mäkelä dice que busca que la música sea de alguna manera portadora de valores y la llave para ejercitar el pensamiento y convocar a la reflexión. Noble objetivo, más en este tiempo. Es algo que practica cada vez en mayor medida al enfrentarse a una partitura sustanciosa. No hay duda de que las de su compatriota Sibelius son de las que más valora. Entre sus registros más sonados figura precisamente la integral de Sibelius con la Filarmónica de Oslo. Y sabe discernir y delimitar, diferenciar sonoridades y aplicar los métodos didácticos más convenientes en cada caso.