William-Christie-Oscar-Ortega_3

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Música

William Christie danza con Beethoven

El director se adentra con la OCNE en un Beethoven menos transitado: el del ballet 'Las criaturas de Prometeo' y el de la 'Misa en Do Mayor'

16 octubre, 2020 18:26

La Orquesta Nacional sigue su temporada Beethoven. Los días 16, 17 y 18 de este mes la música del genial compositor ocupa la totalidad de un programa sin descanso por la situación sanitaria. Lo que se anuncia es de interés, ya que los atriles estarán ocupados por dos obras de escasa presencia entre nosotros, aunque no figuren ni mucho menos en el catálogo de las desconocidas. El ballet Las criaturas de Prometeo es una partitura larga, premiosa a ratos, pero que posee una envergadura indudable y unos valores melódicos y rítmicos de primer orden. Nació como consecuencia del encuentro en 1800 del músico y el coreógrafo Viganò, bailarín y escenógrafo napolitano.

La obertura, que es lo que se interpreta en esta ocasión, es más bien académica, aunque incluye a poco de empezar un sorprendente acorde de séptima dominante. Uno de los temas principales fue recogido pocos años después por el propio Beethoven en las gigantescas variaciones del Finale de su Sinfonía Heroica, recreadas también en sus Variaciones y fuga sobre un tema del ballet Las criaturas de Prometeo op 35 para piano.

A sus 75 años, Christie, máxima autoridad barroca, destaca por su contagioso impulso y su movilidad

Lo más sustancioso de la velada lo constituye la Misa en Do mayor op. 86, ‘la otra Misa’. Ya sabemos que la más notoria es la gigantesca Missa Solemnis, palabras muy mayores, aunque la que se va a escuchar en este caso no sea de despreciar. No hay duda de que Beethoven siguió la pauta y la estela de las conocidas misas de Haydn y quiso redactar una obra sencilla, exenta de virtuosismos gratuitos y de arias de lucimiento con instrumentos obligados. Huyó también de la consabida pomposidad de los números corales, pero no renunció a tratar muy libremente la polifonía en las tradicionales secuencias Et vitam venturi y Cum Sancto Spiritu. Esta misa aparece en definitiva como una obra bien ensamblada y equilibrada, pero menor; una composición diáfa- na de modesta arquitectura y algo fría escrita por un hombre ajeno al mundo eclesiástico y a la liturgia. Breitkopf & Härtel publicó la partitura en 1812.

Para vestir estas dos composiciones y llevarlas a buen puerto se cuenta con la indiscutible autoridad en este tipo de repertorio, situado entre el barroco y el clasicismo que mira al futuro, del norteamericano William Christie, que ya se ha situado más de una vez al frente de los conjuntos estatales. Su peculiar manera de marcar —por supuesto, sin batuta—, su movilidad al compás de la música, su contagioso impulso de aire eternamente danzable, su animación —pese a que ya no cumple los 75—, esperemos que se aclimaten de la mejor manera a los modos de la OCNE, que seguramente actuará algo reducida buscando la mayor autenticidad y respetando las normas fijadas por Sanidad. El músico de Buffalo buscará finuras y sonoridades aéreas y transparentes.

Voces del jardín

Christie se trae a cuatro solistas, tres de ellos pertenecientes a su famoso Jardin des Voix, en el que los cantantes, a veces solo meras promesas, se hacen y van ganando en experiencia. Voces jóvenes y prometedoras que ya han experimentado en algún caso las mieles del éxito. Mariasole Mainini es una soprano ligera de cuerpo vocal bien asentado, de timbre resplandeciente. Cultiva, con afinación no siempre firme, la emisión con poco vibrato. El contratenor Théo Imart, de timbre muy agradable y de espectro muy claro, no parece que pueda ajustarse a la línea de una mezzo, aunque esta sea muy lírica. El bajo Sreten Manojlovic es sin duda el mejor: voz lírica, de tinte cálido, y franca proyección. Con ellos actúa el tenor suizo Bernard Richter, un artista que tiene ya 45 años. Cantante seguro de voz clara y bien modulada.