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Música

Morricone-Williams, el abrazo imposible

Suman cientos de bandas sonoras, muchas integradas en el acervo popular. Este viernes reciben, 'in absentia', el Princesa de Asturias.

16 octubre, 2020 19:11

Hubiera sido emocionante, además de histórico, ver juntos en el Campoamor a Ennio Morricone y John Williams. La intención de galardonarlos al alimón era sin duda un acierto. También una apuesta complicada: por la avanzada edad de ambos y por la pandemia. Pero en junio, cuando se emitió el fallo, había esperanza de que esta última evolucionara a mejor. El infortunio, no obstante, rápidamente trituró cualquier esperanza: una caída acabó con la vida de Morricone un mes después del fallo. Luego, la segunda oleada del virus ha imposibilitado incluso la presencia en solitario de Williams para recibir el agasajo español.

Podría sospecharse que la fórmula ex aequo no les hizo demasiada gracia, dada la estatura individual de cada uno (la de gigantes). Pero lo cierto es que entre ellos, después de algunas discrepancias sobre la composición fílmica, había buena sintonía, basada en la admiración mutua. En su día, Morricone expresó su ajenidad a ciertas soluciones sonoras de La guerra de las galaxias, la saga cuya banda sonora salió del magín de su colega. Morricone denunciaba concesiones comerciales en su concepción e, incluso, una estandarización simplista que a la larga caló en Hollywood. Se le indigestaba, por otro lado, tanta ampulosidad wagneriana. Pero la presunta desavenencia entre ambos quedó rebatida en 2016. Morricone se impuso a Williams en la batalla por el Óscar. Su trabajo para Los odiosos ocho de Tarantino obtuvo la estatuilla en detrimento de su viejo ‘rival’, que optaba a ella por la séptima entrega de, precisamente, Star Wars. Los dos estaban sentados juntos —la imagen, ay, que deseábamos ver en Asturias— y tras escuchar el fallo se abrazaron deportivamente. Luego, en el discurso de agradecimiento, Morricone le hizo un guiño explícito al artífice de las partituras de E.T., Supermán, Parque Jurásico, Tiburón...

Morricone fue un maestro en pintar atmósferas mientras que Williams, más avasallador, es muy dado al juego motívico

Era la quinta vez que competían como nominados a la mejor banda sonora, tras las ediciones de 1978, 1987, 1991 y 2000. En todas esas ocasiones ambos se quedaron a las puertas, pero es cierto que, a esas alturas, Williams ya atesoraba cinco Óscar mientras que Morricone sólo contaba con uno honorífico, entregado por mala conciencia de la Academia de Hollywood: la leyenda dice que su cercanía al comunismo siempre fue una barrera para gozar del favor yanqui. Rumor creíble pero difícilmente demostrable.

El caso es que el padre de los pentagramas de Novecento, Cinema Paradiso y El bueno, el feo y el malo presenta en su currículo una paleta estilística acaso más variada que Williams, aunque, más allá de alguna disonancia puntual, se ciñó siempre a lo melódico y tonal a fin de pintar atmósferas. Su música, en general, no es tan avasalladora, aunque también se dio algún gusto sinfónico (Sahara). Williams, al igual que Wagner, ha practicado recurrentemente la asociación de motivos con personajes, eficaz método para troquelar identidades y emociones en el cerebro del espectador. Pero no hay que olvidarse de un Williams más ligero, reivindicado por Alberto Iglesias, que de su vastísima producción destaca la variante jazzística de Un largo adiós (Robert Altman). La verdad es que son tan grandes (gigantes, dijimos) que es imposible acotarlos. Ahora, por desgracia, también es imposible juntarles físicamente. Siempre nos faltará su último abrazo en España...