Image: Filarmónica de Luxemburgo, ración de rusofilia

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Música

Filarmónica de Luxemburgo, ración de rusofilia

28 octubre, 2016 02:00

Gustavo Gimeno durante una actuación con la Filarmónica de Luxemburgo

Muy atractivo se presenta el concierto que este miércoles (2) se celebrará en el Auditorio Nacional dentro de la temporada de Ibermúsica. El interés nace en primer lugar de la entidad que a estas alturas posee la Filarmónica de Luxemburgo, un conjunto bien engrasado fundado en 1933 y que ha venido siendo ahormado durante los últimos lustros por maestros de indudable prestigio como Carl Melles, Louis de Froment, Leopold Hager y Emmanuel Krivine. Sólo ha visitado España de la mano de Aijón en una ocasión: noviembre de 2006 y lo hizo a las órdenes del competente director madrileño Arturo Tamayo.

Curiosamente, en su segunda actuación en estos ciclos viene también al mando de un maestro español, el valenciano de 40 años Gustavo Gimeno, y esta es la otra razón que refuerza la expectativa por cuanto tenemos las mejores referencias de este aplicado músico, actual titular de la agrupación y antiguo percusionista de la Royal Concertgebouw, en la que pudo beber las mejores esencias emanadas de grandes figuras de la batuta, que él no tardó en empuñar guiado por los sabios consejos de Fischer, Vonk, Haitink, Jansons o Abbado, de quien fue asistente en Lucerna y con la Orquesta Mozart de Bolonia.

Hoy Gimeno, al que vimos en Madrid con este conjunto alternándose con el maestro italiano, también en Ibermúsica, es llamado a los podios más importantes del orbe: Amsterdam, Cleveland, Pittsburgh, Gewandhaus... Su pretérita actividad como percusionista le abrió el campo de la música contemporánea. En Luxemburgo ha comenzado su andadura enfrentándose a las primeras sinfonías de Beethoven, Mahler, Bruckner, Schumann y Shostakovich. La esbelta imagen de Gimeno, su tranquila y clara gestualidad, la soterrada emoción de sus interpretaciones y la capacidad para estructurar con firmeza sus propuestas lo convierten en un valor muy seguro. Lo comprobaremos esta vez con obras tan características y exigentes como Una noche en el Monte Pelado de Mussorgski, el Concierto para violín de Chaikovski (con la talentosa Patricia Kopatchisnkaja) y La consagración de la primavera de Stravinski.