Fernando Carratalá Coloma como Abdur Rahman. Foto: Javier del Real

Fernando Carratalá Coloma como Abdur Rahman. Foto: Javier del Real

Danza

Salto cuántico de Tamara Rojo con su 'Raymonda' en el Teatro Real

La directora artística convierte una coreografía desabrida en un espectáculo tejido con fino hilo y exquisita narrativa

11 mayo, 2023 09:36

Debo admitir que Raymonda siempre me ha parecido un ballet aburrido. Su tercer acto es una especie de relleno clásico para un menú en el que falta un buen postre. A pesar de que casi todas las grandes compañías tienen en su repertorio el monótono acto tercero al que ya me referí, muy pocas mantienen en activo el ballet completo con su triunvirato de actos y la historia original.

Con música de Alexander Glazunov y coreografía de Marius Petipa, Raymonda se estrenó en San Petersburgo a principios de 1898. Desde entonces ha sobrevivido fragmentada y como parte de programas variados. Mas esto ya ha cambiado radicalmente. La culpable de este cambio positivo es Tamara Rojo, nuestra Tamara, quien ha logrado convertir una coreografía desabrida en un espectáculo tejido con fino hilo y exquisita narrativa.

La novedad comienza con el traslado en el tiempo de la trama original; ya no estamos frente a una historia pequeña en la que un príncipe cruzado y un abominable sarraceno luchan por el amor de Raymonda. En su lugar, presenciamos una historia de amor cruzado en plena guerra de Crimea de 1853.

English National Ballet en el Teatro Real. Foto: Javier del Real

English National Ballet en el Teatro Real. Foto: Javier del Real

Con inteligencia, la otrora excelsa bailarina devenida coreógrafa convierte a Raymonda en una mujer temperamental, provista de ideales y con fuerza para diseñar su destino. De esta manera se ha construido un ballet con una historia más comprensible para el espectador actual, sin que expire la esencia danzaria original.

Según la coreógrafa, esta nueva Raymonda tiene mucho de Florence Nightingale y aquellas mujeres que apoyaron el esfuerzo bélico en Crimea. Las mismas que sirvieron, por primera vez en la historia, en un ejército. Y esto, simplemente, es una genialidad.

Pero vayamos a la danza y la noche de su estreno en el Teatro Real de Madrid. Respetando la estructura original que dividía el ballet en tres actos, la propuesta de Rojo está llena de sutiles cambios e interpretaciones acertadas de la coreografía de Petipa. Todo sazonado, a fuego lento, y con la inclusión de frases coreográficas complejas que saben a modernidad.

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En apretado resumen: esta Raymonda, muy Tamara, abandona la comodidad de los salones y se suma como enfermera en el frente bélico. Allí está ese amigo de la infancia y posible amor llamado John de Bryan. Ya en el campamento, donde pernoctan los soldados emocionados por el cercano final de la contienda, John le pide matrimonio a Raymonda y esta acepta. Sin embargo, la aparición de un apuesto príncipe otomano -Abdur Rahman- trastoca los sentimientos de Raymonda hacia su prometido, los mismos que nunca fueron del todo sólidos. La consecución de sueños, fiestas y la propia boda completan la trama que finaliza con la firme decisión de Raymonda de seguir un camino propio, alejado de sus dos pretendientes.

Empezando por el cuerpo de baile, sólo tengo una palabra para clasificar los momentos corales, en especial la escena onírica del primer acto: excelentes. Pura demostración de estilo, buen gusto y perfecta ejecución.

Lo mismo ocurre con la dicotomía amorosa de Raymonda, aquí más teatral, más evidente aquello que reza: dos personas y sólo una opción. El trabajo de interpretación hace que la tensión interna de la protagonista se pueda oler, algo que generalmente no se logra en los ballets de corte clásico.

En el centro Shiori Kase (Raymonda).

En el centro Shiori Kase (Raymonda). Javier del Real

Sin embargo, no todo brilló en la noche del estreno. A pesar de sus excelentes cualidades físicas y su poder interpretativo, Shiori Kase en el papel de Raymonda tuvo algunos fallos técnicos, perfectamente olvidables dado su desempeño en general.

En contraste, Issac Hernández y Fernando Carratalá Coloma como John de Bryan y Abdur Rahman, respectivamente, rozaron la perfección en todo momento, con seguras variaciones llenas de complejidad técnica que, en sus pies, se convirtieron en suaves plumas batidas por un manso viento.

También es destacable la ligereza de Precious Adam en su magnífica interpretación de la hermana Clemence, la monja-enfermera que actúa como conciencia de Raymonda en sus momentos de confusión amorosa.

Un apartado especial ha de tener la orquesta dirigida por Gavin Sutherland en cuya batuta descansó la partitura sublime de Gazunov, adaptada por el propio Sutherland y Lars Payne.

Tamara Rojo ya no está en el English National Ballet, Raymonda ha sido su despedida coreográfica; sus pies ligeros ahora pasean por San Francisco donde dirige la compañía más antigua de los Estados Unidos. ¿Cuál será su próximo reto? Seguro que tocar el cielo, aunque, desafortunadamente, no será en Madrid.

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