Image: La strada, un viaje de Fellini a Beckett

Image: La strada, un viaje de Fellini a Beckett

Escenarios

La strada, un viaje de Fellini a Beckett

Mario Gas estrena en el Centro Niemeyer de Avilés su versión teatral de la emblemática película de Fellini, con Verónica Echegui en la piel de Gelsomina. El montaje llegará a La Abadía el 22 de noviembre.

9 noviembre, 2018 01:00

Alberto Iglesias, Alfonso Lara y Verónica Echegui en La Strada. Foto: Sergio Parra

Anticuada, irregular, falsa, literaria, irreal, patológica, fallida, ingenua, formalista, exacerbadamente subjetivista, carente de estilo, confusa, presuntuosa… Es la sarta de reproches que le dedicó la crítica italiana a La strada tras su estreno en el Festival de Venecia de 1954. Los consigna Tullio Kezich en su biografía del autor de La dolce vita. Lo suyo no fue, desde luego, olfato afinado. Mario Gas, que estrena su versión teatral este sábado en Avilés (Centro Niemeyer), invoca a Jacques Prévert para explicar la razón de tan desatinados juicios. "Decía que era muy arriesgado dejar a los intelectuales hacer experimentos con cerillas porque el mundo mental siempre miente". Aquellos reseñistas, sobre todo los escorados ideológicamente a la izquierda, ejercían su labor opinativa constreñidos por rígidos esquemas marxistas. De ahí su falta de puntería. "Cualquier obra que no presentara de manera evidente un conflicto de clase la tildaban de reaccionaria, escapista…", recuerda Gas.

Es paradójico que fuese un comunista (muy heterodoxo, eso sí) el único que desentonó en medio del sanedrín acusativo. Hablamos de Pasolini, visionario que siempre solía ir varios pasos por delante de sus coetáneos en presagios artísticos y políticos. El controvertido cineasta (y poeta, y novelista, y tantas cosas…) no dudó en calificarla de obra maestra. Algo que suscribió la crítica francesa cuando se estrenó en su país y que certificó la industria estadounidense galardonándola con el Óscar a la Mejor Película Extranjera, el primero otorgado bajo esa denominación (antes se llamaba, simplemente, ‘Special Award').

No es extraño que Pasolini conectara emocionalmente con el universo retratado por su colega. El del forzudo Zampanó y la inocente Gelsomina, dos cíngaros errantes que se ganan la vida con las monedas que caen en la gorrilla tras sus pedestres números circenses. En su itinerancia -en su condena- perpetua recorren cientos de pueblos de la arrasada Italia de posguerra. "Hemos mantenido esas claves espacio-temporales en nuestro montaje, pero obviamente nuestra prioridad no era hacer ahora una reconstrucción sociopolítica o paisajística de esa época", advierte Gas. Tampoco era el objetivo de Fellini pero La strada también funciona como un valioso y revelador testimonio documental, trascendido, claro, por su vuelo fabulador y onírico. La importancia del contexto, como apunta el director catalán, "es mostrar cómo este genera personajes condenados de antemano, sumergidos en la caverna platónica, viendo sólo sombras de la realidad".

Según Gas, Fellini se asomó a la vida de estos dos náufragos desde una doble perspectiva. "La neorrealista, por un lado, y, por otro, la que podríamos considerar beckettiana, porque en el fondo todos ellos se encuentran atrapados en un lugar absurdo y aunque intentan salir a flote acaban destruidos". La historia, nacida de un cruce de ideas de Fellini y Tullio Pinelli (coautor del guión), desciende un peldaño por debajo del proletariado para fijar el foco sobre el lumpen, estrato al que pertenecen los cómicos de la legua que pululan por su metraje. Una casta de intocables sometidos a un riguroso régimen de intemperie, precariedad y humillaciones.

Algunos vieron también un mensaje protofeminista soterrado, que se revolvía particularmente contra el matrimonio, concebido como una jaula para la mujer. Gelsomina y Zampanó no están casados pero, de facto, viven como cónyuges unidos en la inexistente prosperidad y en la irremediable

A quien espere ver una reproducción escénica de la película ya le digo que mejor no vaya", avisa Mario Gas

adversidad. Ella recibe un trato duro y destemplado, vejatorio incluso en muchos momentos. Fellini renegó siempre de esa interpretación pero reconoció que los matrimonios que conocía estaban casi todos cortados por un patrón machista. El suyo no era una excepción, lo que abrió otra llamativa vía hermenéutica, según la cual el regista romañolo purgó con La strada el sentimiento de culpa que le inspiraba Giuletta Massini, su esposa y finalmente la encargada de interpretar a Gelsomina.

En el Niemeyer y en La Abadía, donde llegará el montaje el próximo 22 de noviembre, será Verónica Echegui quien intente transmitir su candidez mística y su porte chaplinesco e infantil. Alfonso Lara encarnará la rudeza corpulenta de Zampanó (Anthony Quinn en el filme). Y Alberto Iglesias se meterá en la piel de El loco, el equilibrista risueño, filosofador y faltón que desencadena la tragedia de los tres personajes. Una trinidad de perfiles que equivale a la personalidad poliédrica de Fellini, cuya fábula, según Gas, mantiene hoy plena vigencia: "Es al fin y al cabo una obra sobre la amistad, el amor y la superación personal… Y su mundo no es tan diferente del nuestro: todavía seguimos viviendo en una sociedad compartimentada donde criterios injustos y arbitrarios determinan quién es una persona integrada y quién es un marginado. Además, tiene el atractivo de que te pone en contacto con lo desconocido, lo ignoto, con el reverso oscuro del universo...".

Resquebrajar la luna

Gas es renuente, como siempre, a describir por anticipado su puesta en escena. "Hay que ir a verla porque cualquier explicación con palabras encorsetaría sus potenciales significados. En cualquier caso, hemos huido de un naturalismo expositivo o paisajístico. Jugamos dentro de un espacio determinado con la magia del circo y con los viajes constantes de estos artistas callejeros. Hemos resquebrajado la luna con una piedrecita, como dice El loco en un determinado momento. En eso consiste este ritual laico que es el teatro".

Que él ve como un primo hermano del cine pero con códigos expresivos distintos. Este naturalista. Aquel sincrético. Esta es a su juicio la distinción clave entre ambas disciplinas. "Por eso yo no me he planteado qué aporta mi trabajo respecto al de Fellini. No me puedo parar a pensar en ello. Le dejo al público que haga las comparaciones que quiera. Lo que sí he buscado es contar esta historia a mi manera, para que tenga vida propia y pueda emocionar de nuevo. Así que a quien espere ver una reproducción escénica de la película ya le digo de antemano que mejor no vaya". Avisados quedan.

@albertoojeda77