Image: Beyoncé y Jay Z en Barcelona: El verdadero fulgor de las estrellas

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Beyoncé y Jay Z en Barcelona: El verdadero fulgor de las estrellas

12 julio, 2018 02:00

Beyoncé y Jay Z

Ante casi 50 mil espectadores en el Estadi Olímpic de Barcelona, Beyoncé y Jay Z, el mejor matrimonio mal avenido de la historia, se dieron un homenaje a ellos mismos con un show de dos horas y media en el que impartieron una lección de lo que significa ser una estrella en el siglo XXI.

Hacia el final del concierto de ayer en Barcelona hay un momento en el que Beyoncé y Jay Z, parece que ya definitivamente reconciliados, salen al escenario con gafas de sol y actitud de estrella. Por un instante se detiene la música, pero basta con mirarla a ella para que parezca que la hay. Ante casi 50 mil espectadores en el Estadi Olímpic de Barcelona, Beyoncé y Jay Z, el mejor matrimonio mal avenido de la historia, se dieron un homenaje a ellos mismos con un show de dos horas y media en el que impartieron una lección de lo que significa ser una estrella en el siglo XXI. A base de actitud, unas coreografías impresionantes y unas canciones que ya forman parte de la cultura popular, los Carter, como también se hacen llamar, demostraron al mundo que han hecho las paces y que a la hora de volar alto, no hay quien les alcance. Hay algo mágico, casi irreal, en una pareja que redefine el propio concepto de estrellato devolviendo el fulgor de lo auténtico y misterioso en estos tiempos de salvaje falta de intimidad.

Arrancaron el show con Holy Grail, una de las mejores canciones de Jay Z, que aparece en su disco de 2013 Magna Carta. Si entonces era Justin Timberlake quien le daba la réplica, y ambos giraron por Estados Unidos en el tour más popular de ese verano, esta vez era Beyoncé quien le contestaba. La letra de la canción no podía parecer más adecuada para el drama que se iba a desarrollar en el escenario y que ha dado sentido a sus respectivas obras. Un drama que comienza con Lemonade, álbum de Beyoncé que apareció en abril de 2016 en el que acusa a su marido de haberle puesto los cuernos, continúa con The Story of O.J., LP de Jay Z aparecido hace unos meses en el que el rapero pide disculpas, y culmina con su último disco conjunto, que firman como The Carters (es el apellido del MC neoyorquino) y esta propia gira en la que proclaman a los cuatro vientos su amor. El de blanco y ella con la melena al viento, eso de "es increíble/un día me dices que me quieres y el otro no" de Holy Grail daba inicio a ese "feudo familiar", como dice una de sus canciones, que da consistencia al asunto.

No fue un concierto de Jay Z para raperos y un show de Beyoncé para amantes del pop. Ambos se repartieron los papeles y hasta las canciones buscando un equilibrio basado en la conocida capacidad del músico, probablemente el mejor productor del mundo, para crear un sonido espectacular. El sello del artista de Brooklyn estuvo presente toda la noche con un sonido apabullante, en el que se dan de la mano el hip hop, el r&b y el pop de la tradición americana y que define a su propia ciudad de Nueva York. Abundaron los clásicos, Jay Z recordó a Luther King en temas como 99 Problems y el estadio se vino abajo con Niggas in Paris, ese hit con Kanye West cuando West no estaba loco, que reprodujo en el escenario la capacidad hipnótica de sus beats. Es la primera vez que Jay Z actuaba en España, un país en el que solo el Primavera Sound, y algún festival más de forma esporádica, logra traer a las grandes estrellas del género.

El escenario, formado por cajas que funcionaban como jaulas, recordaba un poco, perdonen por lo poco erudito de la comparación, a aquel VIPs de Emilio Aragón en el que los concursantes, en este caso los bailarines, estaban encerrados en pequeñas cápsulas. Todo estaba enfocado, por supuesto, a la pareja protagonista, cuyas siluetas se alzaban por realidad aumentada para que pudieran ser vistos desde todas partes, y sin duda fueron los grandes hits de Beyoncé, hitos de la cultura popular, los momentos más celebrados por el público. Mientras las pantallas abundaban en imágenes históricas de ambos, en unos vídeos que también incluían una fiesta en las barriadas de África en un concierto en general que fue una gran reivindicación de la negritud, la diva se explayó con temas como Drunk in Love o Formation hasta llegar al catártico Crazy in Love, unas de las mejores canciones de la historia, en la que ambos, pletóricos, arrasaron con todo. Terminaron con una larguísima versión de Forever Young, de Alphaville, haciendo suyo un clásico popular porque ellos están por encima de categorías para aspirar a representar, de forma literal, toda una tradición cultural americana que ha hecho del espectáculo su mejor versión. Se puede hacer distinto, pero probablemente es imposible hacerlo mejor.

@juansarda