Momento de El sermón del bufón, de Boadella, uno de los maestros de la comedia satírica

Especial: Lo mejor del año

La comedia contemporánea ha sido la protagonista de este año que acaba, pues de las diez mejores obras seleccionadas por El Cultural, cinco son comedias de humor escritas por autores de nuestro tiempo. Como es sabido, el género es el carburante de la cartelera, pero lo llamativo es que salte de los teatros comerciales a los teatros públicos, siempre más proclives a las comuniones litúrgicas del drama y la tragedia. ¿Qué está ocurriendo en los teatros institucionales para que así sea? ¿Es que tiene la gente más ganas de reír? Y, sobre todo, ¿de qué se ríe la gente?



Desde hace años se detecta una tendencia en los escenarios: el autor ha recuperado protagonismo y su vuelta ha propiciado una multiplicación de géneros y subgéneros dramáticos que hacen mucho más variada y atractiva la cartelera. Es indudable que los teatros públicos con sus políticas de estímulo a la dramaturgia contemporánea, especialmente el Centro Dramático Nacional, continúan siendo el campo de prueba y ensayo para nuevos y viejos autores. Y estos se interesan por el humor y por un tipo de comedia que en cierta medida se sale del molde clásico por sus formas híbridas, tragicómicas, líricas, con evidentes influencias del cine y la televisión. También hay un cambio de actitud de los autores en relación con el público: si antes leíamos declaraciones de dramaturgos que mostraban una asombrosa indiferencia por el espectador, el autor de hoy tiene una declarada voluntad de comunicarse con él y sabe que la comedia es su género predilecto.



Actualmente hay un interesante cruce de promociones de autores que practican la comedia: conviven autores consagrados (Boadella, Alonso de Santos) con los que comenzaron a estrenar en la década de los 80 y 90 del siglo pasado (Caballero, Del Moral, Pedrero, Galcerán, Juan Carlos Rubio, Álamo...), y promociones más jóvenes (Sanzol, Carolina África, Despeyroux, Ignasi Vidal, Secun de la Rosa, Casanovas, Álvaro Tato, Jordi Vallejo...). Tocan temas universales -el amor, la familia, el sexo, la amistad, el mismo teatro...-, pero la comedia no puede desvincularse de la actualidad: la batalla hombres-mujeres (La ternura, en La Abadía), el camelo del arte contemporáneo (La autora de Las meninas, Teatro Valle-Inclán), el valor del dinero en nuestra sociedad (El test, Alcázar-Cofidis), los intereses personales frente al bien común (Smoking Room, Pavón-Kamikaze), la falta de entendimiento de la pareja (Un tercer lugar, Español), los procesos de selección de personal (Idiota, Pavón-Kamikaze), la discriminación sexual (Los años rápidos, Teatro del Barrio)... La comedia retrata los vicios de los hombres, es terrenal frente a la la tragedia, más próxima al mundo de los dioses. Hoy nuestra sociedad es más descreída y atea que antaño y quizá eso también explique que prefiera la risa.



2017 ha sido también un año de grandes musicales, el género que más espectadores atrae: Billy Elliot, La familia Addams y El guardaespaldas han cosechado críticas extraordinarias. Y también en este año han dado que hablar los teatros públicos madrileños, inevitablemente proclives a satisfacer ante todo el gusto de sus directores, en torno a los cuales se crean las habituales camarillas de aplauso, loa, toma y daca. Matadero sorprendió con los peores datos de asistencia de su historia, poco más de mil espectadores en cinco meses de actividad. El Español se ha dedicado a ensalzar la ideología feminista y los Teatros del Canal a sostener las relaciones internacionales de uno de sus directores a través de una programación más propia del Festival de Otoño con títulos que permanecen en cartel a lo sumo tres días. Con la dimisión de Àlex Rigola se suprimió una dirección (de las dos que se crearon) en los Teatros del Canal y ahora sale mucho más barato a los contribuyentes.



@lizperales1