Paloma Pedrero delante del cartel de Caídos del cielo. Foto: Almudena Arrue

En los últimos 10 años ha sido la autora dominante de la cartelera. Nada menos que 25 obras suyas se han estrenado en ese periodo. Sobre todo en salas independientes, ya que las instituciones públicas no le han producido ninguna. El dato prueba la vigencia de su teatro con vocación social catártica. Hablamos con Pedrero de la posición de las mujeres en nuestras tablas y de su trayectoria.

Paloma Pedrero (Madrid, 1957) es la dramaturga española más representada, seguida de Angélica Liddell y Lluisa Cunillé. Lo determina un estudio elaborado por Tragycom con datos del Centro de Documentación Teatral. En los últimos 10 años se han montado 25 obras suyas, que ya son obras. Ninguna ‘apadrinada' por instituciones públicas, lo que multiplica el mérito. Sus textos, marcados por una vocación catártica y social, conectan sobre todo con el circuito independiente. También expanden su impacto fuera. Traducidos y publicados en 15 lenguas, se han escenificado en medio mundo: Australia, Estados Unidos, Turquía, Ghana, Eslovaquia, casi toda Latinoamérica… Vicepresidenta de la SGAE en Artes Escénicas, directora de la compañía Teatro del Alma y fundadora de la ONG Caídos del cielo, reflexiona con El Cultural sobre la creciente presencia femenina en nuestra escena y el poder sanador del teatro. La charla se desarrolla en su casa. Su perra Happy, recostada entre el periodista y la escritora, recibe caricias alternas de ambos mientras Tennessee Williams observa la escena desde la mesita frente al sofá: se asoma desde la portada de sus memorias editadas por Bruguera, un quasicatecismo para Pedrero.



Pregunta.- ¿Le sorprendió su dominio en la cartelera?

Respuesta.- Sí. Ya dejé hace tiempo de hacer recuentos. Es una sorpresa gratificante, porque hay momentos en que sientes que no eres nadie, sobre todo por el desafecto de los teatros públicos, que no han producido ni una sola de mis obras.



No permito que nadie me calle. Por eso las compañías independientes tienen tanta afinidad conmingo"

P.- ¿Y a qué cree que se debe ese ‘desafecto'?

R.- Supongo que tiene que ver con mi actitud independiente, que no me caso con nadie ni permito que nadie me aprese ni me calle la boca. No tengo ningún talento para relacionarme con el poder. Aunque ese rasgo es el que atrae a las compañías independientes, que son las que más me buscan. Sienten una afinidad conmigo. Casi cada año mando mis obras al comité de selección del CDN y ninguno de sus directores se ha interesado en producirme.



P.- Pues ahora el CDN se ha fijado una cuota mínima de un 40% de autoras para la próxima temporada…

R.- Eso hay que comprobarlo bien. En general las mujeres acaban relegadas a las salas pequeñas. Es una manera de salvar la cara y cumplir con la igualdad que exige la ley sin ser paritario realmente. Pero yo ni siquiera tengo hueco en las salas pequeñas del CDN.



P.- ¿Le parece atinado fijar cuotas en un ámbito artístico?

R.- Hasta que no exista una igualdad real, sí creo que está justificado. Si un jurado está compuesto en su mayoría por hombres, lógicamente empatiza más con obras de otros hombres. Yo leo una obra sobre fútbol y es casi imposible que pase de la página 10. Igual con la historia de un madurito que conquista a una joven. Son ejemplos extremos pero ya estoy harta de la política, las alianzas, los tiros, las guerras… Además, casi todos los directores del CDN han sido hombres. No es cuestión de discriminar positivamente al hombre, sino compensar a la mujer para transformar una realidad injusta.



P.- ¿Y la autora más representada de España puede vivir exclusivamente del teatro?

R.- No se puede vivir de los derechos de autor porque no soy una autora comercial. Voy sumando muchos ‘poquitos' de aquí y de allá pero con eso no podría salir adelante. Yo vivo del teatro en un sentido amplio desde los 26 años: dando también talleres, escribiendo artículos para prensa, ejerciendo de jurado… No lo veo como un peaje sino como un privilegio porque todas estas actividades impiden que me ensimisme, me ponen en contacto con el mundo. Lo que sí odio es hacer de secretaria de Paloma Pedrero. Esa parte burocrática me mata: mover las obras, tocar las puertas y contar lo mismo 80 veces, atender las llamadas, los mails… Me quita casi dos horas cada día. El problema es que en España no hay agentes literarios para dramaturgos.



P.- Afirma el estudio que en el 94 las obras de mujeres representadas era un 11% (23% en 2014). ¿Ese porcentaje era tan bajo porque había pocas escribiendo teatro o porque había una discriminación real?

R.- Cuando yo estrené en el 85 mi primera obra, sólo había una mujer con cierta proyección: Ana Diosdado. Pero sí que había muchas más escribiendo. En el 87 fundamos la Asociación de Autoras. Nos reuníamos en La Avispa. Allí estaban Carmen Resino, Concha Romero, Maribel Lázaro, Pilar Pombo, Pilar López, Julia García Verdugo… Venían mujeres mayores que escribían a escondidas porque no se lo permitían. Me acuerdo de una que lo hacía en la leñera cuando su marido dormía. La escritura requiere mucha dedicación: es imposible escribir con una mano y cuidar un niño con la otra. Yo desde que nació mi hija soy una escritora vacacional, más que vocacional, porque escribo cuando ella se marcha en verano.



P.- ¿Y la crítica también era cómplice de la marginación?

R.- Con Ana Diosdado fue muy injusta. La despachaban diciendo que su teatro era comercial y no es cierto. Y nunca me olvidaré de una reseña de un crítico importante a una obra mía que decía: "Parece mentira que esa chica rubita con aspecto tan dulce pueda ser tan perversa". ¡Sólo por tocar ciertos conflictos!



P.- Últimamente sobre todo conflictos sociales. ¿Describiría su teatro como social y político pero con vocación poética?

R.- Sí, compro la definición. He evolucionado mucho. Por ejemplo, las historias de amor ya no me interesan (ríe). Ya no estoy en esa fase. Yo empecé a escribir de pequeña teatro para que me quisieran. Tenía la sensación de que era invisible y buscaba que me mirasen. Luego empecé a indagar en el ser humano: quería saber por qué somos como somos. Y ahora llevo un tiempo intentando que mis obras aporten algo transformador a la sociedad. Es un teatro muy social pero muy esperanzado también: cree que el ser humano es capaz de mejorar su mundo.



P.- Usted ha montado obras con mendigos (Caídos del cielo, Magia-Café). ¿Diría que el teatro tiene un poder salvador?

R.- He estado en ONGs que tenían talleres de pintura, de radio… pero los que mejor funcionaban era los de teatro. Es un arte que te permite convertir tu dolor en belleza y que te incorpora a un equipo, en el que al final llegas a sentirte imprescindible para que cumpla su objetivo. Eso obliga al compromiso y motiva para asumir las exigencias: la puntualidad, el aprendizaje de los textos… Ahí está el poder del teatro para las personas rotas. Es impresionante: en nuestros montajes de Caídos del cielo no se distinguían los actores profesionales de los amateurs. Y me consta que ninguno de los que pasaron por el proyecto está hoy en la calle. Todos han remontado. Ese es un dato definitivo.

@albertoojeda77