Image: Nuria Espert: “La venganza va grabada en nuestro ADN”

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Escenarios

Nuria Espert: “La venganza va grabada en nuestro ADN”

9 septiembre, 2016 02:00

Nuria Espert. Foto: Alberto Ojeda

Muchas interpretaciones de Nuria Espert habrá que enmarcarlas en las Escuelas de Arte Dramático. Serán monumentos aleccionadores para sus alumnos. Las criadas, Yerma, Doña Rosita la Soltera, El rey Lear... Son algunas de las cumbres de una de las carreras más generosas y arriesgadas de la historia del teatro español. En esta conversación con la actriz catalana recorremos todos esos hitos, a los que habrá que sumar su trabajo en Incendios, la obra de Wajdi Mouawad, que estrena el próximo miércoles (14) en La Abadía bajo dirección de Mario Gas.

La Nuri era una niña que recitaba con gracia y desparpajo poemas en cafés, colmados y fábricas de la Barcelona obrera de posguerra. La Espert (Hospitalet, 1935) es una venerada actriz a la que ya nadie salva de una expresión que detesta: la-gran-dama-del-teatro-español. Aquella infanta de las precarias tablas proletarias es hoy princesa de Asturias de las Artes, primera ‘cómica' en recibir este reconocimiento, por cierto. Para que La Nuri llegase a ser La Espert ha tenido que hacer muchos méritos. Como dejar clavadas en sus butacas a sucesivas generaciones de teatreros, protagonizando espectáculos míticos: Las criadas, Yerma, Doña Rosita la soltera, Salomé… Y ser fiel a su querencia por el riesgo, que ni la fama ni el éxito han desactivado. Lo prueba su nuevo tour de force interpretativo, que nos excusa para entrevistarla en su casa madrileña de amplios y luminosos ventanales asomados a la Plaza de Oriente. Encarnará en Incendios, la obra de Wajdi Mouawad, el dolor radical y ensimismado de Nawal, madre coraje de las guerras civiles del Líbano. Con este nuevo trabajo a las órdenes de Mario Gas, abrirá la temporada de La Abadía el próximo miércoles 14.

Pregunta.- ¿Vio usted el montaje de Incendios que dirigió el propio Mouawad en el Español en 2008?
Respuesta.- Sí, me produjo mucha impresión.

P.- ¿Ya le picó entonces el gusanillo de hacerla?
R.- No, la verdad es que no. No volví a pensar en ella hasta que Pilar Izaguirre decidió producirla, en colaboración con la Abadía. Fue una alegría porque me permitió acercarme de nuevo a uno de los mejores textos que he leído en mi vida: me vuelve loca, me entusiasma.

Soy una persona tímida. La inseguridad la combato con 30, 40, 50 ensayos. Los que hagan falta"

P.- ¿Qué es lo que más le emociona de él?
R.- Lo que nos atormenta al mirar el mundo cada día, al ver los telediarios o leer los periódicos, está recogido en esta obra pero destilado como teatro del grande, como una tragedia de Shakespeare, cosa que no se puede decir de casi ningún texto contemporáneo.

P.- ¿Iría más atrás, lo emparentaría con las tragedias griegas?
R.- Sí, está muy influenciado por ellas y consigue emitir ese eco de tiempos antiguos.

P.- Fue Mario Gas quien trajo aquellos Incendios al Español. La versión de autor, digamos. ¿Cuáles son las claves de la suya?
R.- Los textos grandiosos pueden ser vistos de muchas maneras. Sólo el teatro convencional te fuerza a una mirada unívoca. La bellísima escritura de Incendios es muy abierta. Mario se apoya mucho en el texto, ha trabajado la interpretación a fondo. Tenemos una compañía magnífica. Estamos más que ilusionados. Cuando terminaron los ensayos antes de las vacaciones, más que una liberación, supuso un lamento. Nos parecía que no teníamos nada mejor que hacer con nuestras vidas que ensayar. Cada rol exige una entrega y una valentía enorme.

P.- Incendios parece una parábola que nos viene a decir que toda violencia que ejerzamos se vuelve en nuestra contra. ¿Lo ve así también?
R.- Es exactamente eso, sí. Mouawad nos muestra las dos únicas maneras de afrontar la violencia: la venganza o la comprensión. La primera conduce a que el número de víctimas sea mayor. Toda la obra es un clamor de paz en mitad el horror.

P.- ¿Y a qué ‘comprensión' se refiere?
R.- A saber que la venganza conduce al odio ciego, que saca lo peor de nosotros, hasta el punto de perder la conciencia de quién tiene razón en un conflicto. Comprenderlo nos evitará participar en la violencia. Los atentados que nos sacuden casi cada día suscitan un afán de venganza. La tenemos grabada en el ADN pero hay que buscar otro camino. Primero comprender y luego, insisto, buscar otro camino.

P.- ¿Conoce algo más de Mouwad?
R.- He leído su novela maravillosa Anima. Y también la obra Cielos. Me encantó. Creo que es un grandísimo escritor y un grandísimo hombre de escena porque consigue algo muy difícil: que las emociones se transformen en teatro. Mucha gente es capaz de escribir obras extraordinarias, que un gran actor lee en el escenario y parecen incluso teatro pero muy pocas veces encontramos un constructor de universos teatrales. Mouwad lo es.

Espert acompañada de Laia Marull

Esa cualidad es la que ha empujado a Espert a retomar la veta contemporánea, tras dos prospecciones consecutivas en la dramaturgia de Shakespeare, La violación de Lucrecia y El rey Lear, dirigidas, respectivamente, por Miguel del Arco y Lluís Pasqual. Dos trabajos enmarcarbles en las Escuelas de Arte Dramático de este país. Una actriz plena de madurez y sabiduría, octogenaria, desatando un vendaval de energías y matices expresivos. Lección de generosidad y técnica. "Siendo complejo el monólogo de La violación, era una aventura que jugaba a mi favor. A todo el mundo le parecía un esfuerzo coherente con mi carrera. El Lear, en cambio, podía verse como una excentricidad. Era el peligro que corríamos. Pero esta no apareció gracias al trabajo de Pasqual y a un reparto que ni se puede soñar. Fue un acontecimiento para todos".

P.- ¿Hay alguna opción de verla en Madrid?
R.- Todos estábamos deseando estudiarla en castellano o incluso presentarla en catalán unos días. Pero a Lluís no le iba bien en un determinado momento y luego ya ha sido imposible sincronizar al grupo, porque todos tenían compromisos aquí y allá.

P.- Vaya chasco, ¿no?
R.- Sí, ha sido una gran decepción. Desde que acepté el reto, siempre pensé hacerlo en castellano en Madrid. Mucho más cuando salimos triunfantes. No me cabía en la cabeza que pasara otra cosa: tantas veces he hecho obras en catalán que luego hemos trasvasado al castellano... Pero los actores eran tan especiales cada uno en su papel que sustituir dos o tres era como empezar todo de nuevo.

P.- Cumplida con éxito la misión de encarnar a Lear, ¿piensa abordar su gran papel pendiente: Lady Macbeth?
R.- Toda la vida me ha parecido que me estaba esperando y, cuantas más ‘atrocidades' hacía en el escenario, más pensaba que debía afrontarlo. Parecía muy lógico. Pero al final yo no lo he promovido y tampoco ha surgido la oportunidad.

P.- ¿Y siente que ese tren ha pasado definitivamante?
R.- Bueno, yo con la edad hago muchas locuras. Con 18 años hice Medea, con 50 hice Salome que tiene 15…

No me alegré del nombramiento de Pérez de la Fuente pero me parece un escándalo cómo ha sido tratado"

P.- Entonces no lo descartamos, ¿no?
R.- No, no, lo dejamos ahí… (ríe).

P.- ¿Hay otro papel que diga: ‘no me puedo retirar sin levantarlo'?
R.- No, no. Desde que monté nuestra compañía en el año 59 con mi marido [Armando Moreno], siempre que he deseado mucho hacer algo, y me he puesto a pelear para sacarlo adelante, lo he conseguido. Por eso no tengo frustraciones. Y sé que no se puede hacer todo. Hay papeles que debería haber hecho y se me han escapado pero no es algo que me reconcoma, no.

En todos esos proyectos que ha impulsado, Espert ha demostrado siempre una certera intuición al seleccionar sus directores. Aparte de los ya citados (Gas, Pasqual y Del Arco), se ha confabulado con Víctor García, José Luis Gómez, Gerardo Vera, Robert Lepage… Al enumerarlos ahora, vemos que todos son o leyendas o figurones consagrados o estrellas rutilantes. Pero a varios de ellos les echó el ojo cuando eran jóvenes casi desconocidos a la espera de su alternativa. Aunque Espert, humilde, asegura que todos eran tan talentosos que no le deben nada. Y confiesa que siempre ha buscado lo mismo en todos estos registas: "El trabajo del actor es muy solitario, muy engañoso y muy traidor. Puedes tener la sensación de que estás expresando muchísimo y no estar ni siquiera llegando a la fila 4. Hacen falta ojos inteligentes sobre ti. Yo he confiado mucho en los directores y, por supuesto, les obedezco. Les doy todo lo que puedo y ellos lo destilan".

P.- Siguiendo con las cuentas pendientes: ¿con qué director que no haya trabajado todavía le ilusionaría hacerlo?
R.-Tenía pendiente una Madre coraje con Lepage, con el que ya hice La Celestina. El quería hacerla conmigo y yo me empecé a mover para que se hiciese realidad. Pero no cuadraron los presupuestos. Ojalá se reavivase.

Risas y cagadas

P.- ¿Qué gana una actriz con la edad?
R.- Debería ser más sabia, más interesante, haberse quitado defectos que todos los actores tenemos sin darnos cuenta. El teatro necesita mucho calor humano para que puedas rendir lo mejor de ti misma. En un monólogo debes buscarte dentro de ti. Pero si trabajas con una compañía, que es lo que más me gusta, compartiendo miedos, risas y cagadas (ríe), eso le va fenomenal a esa actriz que ha envejecido en el escenario; le da mucha seguridad.

P.- Aunque probablemente sus compañeros sientan que son ellos los que se están apoyando en usted, una leyenda de nuestras tablas.
R.- Pues si es así, se equivocan. Lo de la leyenda es publicidad.

P.- Bueno, y una trayectoria.
R.- Vale, sí, una trayectoria, pero eso de que una compañía gire en torno a una actriz se acabó ya en los tiempos de Lola Membrives, por suerte.

P.- En sus orígenes era una actriz llena de inseguridades. ¿Eso también lo ha paliado el tiempo?
R.- No, sigo siendo una persona tímida. Mucha gente no lo comprende pero la mayoría de los actores lo somos. Quizá esa es nuestra palanca para actuar e incluso sobreactuar. Todavía siento la inseguridad, que combato con 30, 40, 50 ensayos. Los que hagan falta.

Edu Soto y Alberto Iglesias en una de las escenas

P.- ¿Cree que puede ser la timidez la que desencadene su deseo de actuar?
R.- Leyendo biografías y entrevistas de actores, desde Laurence Olivier a otros más desconocidos, he comprobado que todos hablan de la timidez. Encontraron en el teatro una vía expresiva. Podría ser una ventaja para este oficio: quizá sea cierto que los tímidos tengan propensión al teatro.

Muy pocas veces encontramos un constructor de universos teatrales. Mouwad lo es

Pero el amor de Espert por las tablas no fue vocacional. Fueron sus padres, actores amateurs, los que la animaron. Casi la empujaron. "Me enseñaron a recitar poesía y La Nuri lo hacía en el barrio: en bares, fiestas, reuniones de amigos, donde fuese... A mis padres les encantaba y a mí me horrorizaba". Pero como lo hacía bien, no pudo escaparse. La empezaron a llevar a los Nius d'Art (Nidos de arte), una especie de catacumbas en las que las clases obreras representaban números de zarzuela, cantaban arias de ópera, hacían juegos de manos… Iba todos los domingos. Primero a uno que estaba en Sants y luego a otro en los bajos del Café del Liceo. Tomaba un danzón y se subía al tabladito. Un ‘ojeador' del Romea atisbó su potencial y les propuso a sus padres que hiciera una prueba para un cuento infantil. "Y así empezó todo".

Actores obreros

P.- Es curioso que en esa época unos padres animaran a su hija a ser una ‘cómica', un oficio bajo sospecha.
R.- Pero mis padres eran obreros y los obreros sí hacían mucho teatro de aficionados. Fue una tradición de la que salieron muchos actores. Lo de la mala fama era en las familias burguesas. Si hubiera nacido en una casa burguesa, habría ido a la universidad, hubiera hecho una carrera y me hubiera dedicado a otra cosa. Pero en toda mi familia el teatro se miraba con mucha simpatía. Los obreros estaban encantados de que sus hijos se dedicaran a la interpretación en lugar de al taller o la fábrica.

P.- ¿Y cuándo se dio cuenta de que actuar era a lo que quería consagrar su vida?
R.- Cuando llevaba tres o cuatro años en el Romea. Me costó mucho que me gustara, sufría sobre el escenario. En cuanto salía de él, preguntaba: ¿he dicho todo, he hecho todo? Es que entraba en él como en trance. Me fueron dando papelitos un poco más largos, empecé con los adultos, hacía las criaditas y cosas así. Ir al teatro cada día se convirtió en mi vida. Tuve que dejar la escuela porque era imposible hacer 14, 15, 16 funciones semanales y levantarme a las 8. Cuando terminaba, sobre la una, tenía que volver a casa andando desde Sants porque ya no había metro ni tranvía ni nada a esas horas. Volvía con mi madre, hablando las dos.

P.- Y a veces se quedaban ensayando tras la función, ¿no?
R.- Sí, pero aunque no te quedaras ensayando, la segunda función (hacíamos dos cada día) terminaba a las 12. Entre que te desmaquillabas y te vestías, no salías hasta la una.

P.- ¿Le pesa haber tenido que dejar la escuela?
R.- Pudo ser una catástrofe pero la sustituí con los libros y he podido más o menos cultivarme como una autodidacta.

P.- Decía Fernando Fernán-Gómez que hacer cada día la misma obra acabó produciéndole una pereza insuperable hacia el teatro. ¿No ha sentido nunca algo similar?
R.- He tenido temporadas en que he estado muy cansada pero jamás he pensado dejarlo, ni tras un fracaso tremenbundo. Actuar para mí es algo natural, como respirar. Lo de Fernando es como si dijese: ‘Ay, respirar todo el rato, qué aburrimiento'.

El trabajo del actor es muy solitario, muy engañoso y muy traidor"

P.- Su madre estaría orgullosa al ver a su hija convertida en la gran-dama-del-teatro-español, ‘título' que le exaspera, creo…
R.- Me da repelús pero ya es una lucha que doy por perdida, lo asumo. Lo veo para la mujer de un embajador o para la embajadora misma. No para alguien como yo, que viene de donde viene. Me acuerdo que le preguntaba a Amparo Rivelles si a ella le gustaba y me decía que lo prefería a que la llamasen ‘la -vetusta-actriz'. Desde entonces, lo acepto con una sonrisa porque me recuerda a Amparo.

Con la política hemos topado

P.- Lo que sí le molesta es la injerencia de los políticos en el arte. Se marchó del CDN cuando intentaron mangonearle.
R.- El intermediario entre nosotros y el ministro me hacía la vida cada vez más difícil. No tenía ningún interés en que aquello brillara y que se consolidase como un centro de la cultura española. Sólo veía un teatro donde se tenían que representar obras y punto. Le sobraban las lecturas, las charlas, los recitales, las audiciones, las clases... Todo eso le parecía banal, ganas de destacar cuando lo único que intentaba era aplicar lo que habías aprendido viajando y viendo cómo se habían desarrollado otros centros dramáticos.

P.- ¿Qué le ha parecido la destitución de Pérez de la Fuente en el Español?
R.- No me alegró su nombramiento pero me parece un escándalo la manera en que ha sido tratado por la gente del ayuntamiento, en concreto por su responsable de Cultura.

P.- ¿Y cómo vive una barcelonesa ‘amadrileñada' la tensión soberanista catalana?
R.- Vamos camino de un desastre. Lo de la independencia me parece un pequeño Brexit igual de catastrófico que el británico.

@albertoojeda77