Image: Santander, encuentros, acordes y sintonías

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Santander, encuentros, acordes y sintonías

El Encuentro de Música y Academia cierra su décimosexta edición apuntando el nombre de las figuras del futuro

27 julio, 2016 02:00

Hansjörg Schellenberger en concierto con músicos del XVI Encuentro de Música y Academia. Foto: Elena Torcida

Una eficaz manera de olfatear quiénes serán la grandes figuras que campearán en los auditorios los próximos años es asomarse al Encuentro de Música y Academia que cada verano organiza la Escuela Reina Sofía en Santander. Este año ha completado su decimosexta edición combinando las lecciones magistrales con las actuaciones ante el público, tanto en la capital cántabra como en diversas localidades de la región: Comillas, Reinosa, Torrelavega, Santoña… Esa mezcla supone un espaldarazo para sus alumnos. Aparte de recibir el magisterio de figuras consagradas de su instrumento, afrontan junto a ellos programas eclécticos y enjundiosos. Con el público delante, rito iniciático clave para foguearse.

Buen ejemplo son los celebrados el último fin de semana del ciclo. El sábado el profesor titular del departamento de oboe de la escuela madrileña, el muniqués Hansjörg Schellenberger, durante muchos años enrolado en la Filarmónica de Berlín, se flanqueó de los jóvenes oboístas Inés Folgado (España) y Timothy Keasley (Reino Unido) para acometer el Trío para dos oboes y corno inglés en do mayor op. 87, pieza escrita por Beethoven entre 1793 y 1794, al calor de la moda de los instrumentos de viento que generó la llegada a Viena del oboísta Johann Wendt. En la segunda parte del concierto le acompañó la flautista rusa Aliya Vodovozova, con la que homenajeó a Alberto Ginastera en su centenario interpretando el Dúo para flauta y oboe (1945), con su excelente fuga final.

En ambos pasajes quedó patente la sintonía de 'aprendices' (sin duda aventajados) y profesor. "Todos tienen un nivel fantástico", sentencia Schellenberger. De hecho, para el Encuentro suelen ser reclutados los estudiantes más destacados de las promociones de la Escuela Reina Sofía. También se suma una selección realizada por Péter Csaba, que durante el curso ojea las escuelas y conservatorios más prestigiosos de Europa. "Yo creo -continúa explicando Shellenberger a El Cultural- que, en términos de técnica instrumental, esta generación está muy por encima de la mía. No digo en cuanto a la musicalidad, que eso depende de cada persona, pero sí en el dominio del instrumento".

Lo afirma con conocimiento de causa pues lleva en la Escuela Reina Sofía desde 2001. El secreto de esa complicidad que se aprecia en el escenario estriba en el trabajo casi íntimo que se produce en el Encuentro. A lo largo de casi un mes se preparan a conciencia las partituras. Es una extensión del modelo del centro de enseñanza fundado en 1991 por Paloma O'Shea con la intención de paliar las deficiencias de los planes lectivos públicos en nuestro país. La aventura docente arrancó en unos garajes de Pozuelo, con dos grandes músicos en su nómina de maestros: el pianista Dimitri Bashkirov y el violinista Zakhar Brown. Luego se fueron sumando figurones como Yehudi Menuhin, Misha Rostropóvich, Daniel Barenboim, Zubin Mehta, Alfredo Kraus, Teresa Berganza, Alicia de Larrocha... Hoy sus alumnos tienen una sede envidiable en la Plaza de Oriente, que alberga también a la Fundación Albéniz.

"Hacemos un seguimiento individual a cada alumno. Al final de cada trimestre, organizamos conciertos y el departamento se reúne para evaluar su rendimiento. Estamos casi en familia. Los profesores nos alojamos en una misma residencia en la Plaza de Ramales, con lo que se produce un intercambio constante de ideas. Convivir con los colegas es una gran ventaja. Y A mí me recuerda mucho al ambiente de la Filarmónica de Berlín. Todos éramos muy conscientes de que remábamos hacia un mismo objetivo. Si algún miembro empezaba a flaquear, todos nos preocupábamos. Nos interesábamos por el motivo e intentábamos ayudarle. Es verdad que faltaba algo de privacidad, pero lo prioritario era sonar bien, mantener el prestigio".

Foto: Elena Torcida

Dice Schellenberger que no hay en Europa ninguna institución parangonable a la Escuela Reina Sofía. Que debemos ir a los Estados Unidos para encontrar una parecida: la Julliard School de Nueva York. "Por ejemplo, en Alemania hay buenos conservatorios públicos pero la proporción de alumnos es superior y el nivel de los docentes es más desigual. Hay muchos buenos, sí, pero también encuentras muchos mediocres porque la selección no es tan exigente como en Madrid, donde cada profesor es una eminencia de su instrumento", señala Schellenberger, que fue diez años docente en la Universidad de las Artes de Berlín.

El domingo, con la Sala Pereda del Palacio de Festivales cerca del lleno, siguieron las figuras incipientes transfundiendo notas, en otra comparecencia camerística perfectamente acorde con la filosofía del Encuentro. Paloma O'Shea, su alma mater, la formula así: "Aquí se hace 'música joven': la que combina el virtuosismo técnico con una fuerza y una capacidad de asombrar que solo se tiene al comenzar la carrera". El pianista ruso Amiran Zenaishvili lo acreditó con una ejecución de los Cuadros de una exposición de Mussoogsky plena de sensibilidad y firmeza, cualidad extensible a los compañeros que le acompañaron en la Sala Pereda para invocar a Bussoni, Brahms, Bozza y Beethoven. El Encuentro de Música y Academia, más de 50 conciertos después, deja grabados en nuestra memoria varios nombres a los que seguir de cerca. Objetivo cumplido.