Image: Ya se van los gitanos por los caminos

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Escenarios

Ya se van los gitanos por los caminos

13 julio, 2016 02:00

Juan Peña el Lebrijano

En la muerte de Juan Peña el Lebrijano, el crítico José María Velázquez-Gaztelu comparte recuerdos y momentos de entrevistas y veladas pasadas con el cantaor.

En mayo de 2008, Juan Peña el Lebrijano, que había nacido en Lebrija, Sevilla, en 1941, pasó por las páginas de El Cultural para presentar su último disco, Cuando Lebrijano canta, se moja el agua, y contar una hermosa historia: Resulta que a partir de 1986, García Márquez solía visitar un par de veces al año a sus amigos españoles, una circunstancia propicia para que Felipe González, fervoroso partidario del creador de Cien años de soledad, le preparase reuniones en las que, por regla general, cantaba Lebrijano. En 1994, a lo largo de una de esas fiestas, en las que se alternaban la música y la literatura, hablan de Tagore, con el que el cantaor tiene una especial vinculación. "Murió el día que yo nací", afirma Juan, que terminó interpretando algunos versos del poeta de Calcuta acomodados al género flamenco. García Márquez, presa de un súbito deslumbramiento, pide unas cuartillas a los anfitriones, y en una de ellas escribe: "Cuando Lebrijano canta, se moja el agua", que hace llegar a Juan. "Al principio no lo entendí y me quedé sorprendido, pero después, con más tranquilidad, comprendí la metáfora y en ese momento decidí que tenía que corresponder de la manera que yo podía y sabía: cantando. Don Gabriel pertenece a esa raza de genios que no son de este mundo, que vienen de otros planetas".

Don Gabriel ya se fue y, ahora, lo acaba de hacer Juan, el que partiendo de unas claves musicales y expresivas procedentes de la más remota tradición, fue elaborando su propio lenguaje, implicándose, como una fascinante aventura, en un proceso evolutivo de gran calado, en el que la renovación se ha llevado a cabo sostenida por una poderosa y profunda cultura flamenca y por una sustanciosa educación musical, más que aprendida, mamada desde niño en el propio entorno de la familia.

En una velada con García Márquez el escritor le escribió: "Cuando Lebrijano canta, se moja el agua"

Perteneciente a una extensa y prolífera saga de músicos gitanos, de "gitanos flamencos", como diría su hermano mayor, el gran guitarrista Pedro Peña, Juan el Lebrijano -cuya madrina fue La Niña de los Peines, que, por cierto, también asistió a su boda- descendía de Fernando Peña Soto, El Pinini, cantaor no profesional nacido en el siglo XIX, creador de unas originales variantes de la cantiña.

Hijo de la cantaora María la Perrata y emparentado con Perrate, Fernanda y Bernarda de Utrera, Miguel Funi, Pedro e Inés Bacán o Gaspar de Utrera, Lebrijano era tío del compositor y pianista David Peña Dorantes y del cantaor y guitarrista Pedro María Peña, que lo secundó en sus últimos conciertos. Ahora los recuerdo, con lleno hasta la bandera, ocupando el escenario del Teatro Bernadette Lafont, durante el Festival Flamenco de Nimes de 2015, en un concierto desbordado de emoción, de torrenciales dosis de generosidad por parte de Juan que, a pesar de no tener las brillantes facultades de antaño, ya que la salud le había jugado malas pasadas, sin embargo derrochaba arte, sabiduría flamenca y la entrega propia de un muchacho que empieza.

En esos días fríos y soleados de la ciudad francesa, siempre tan acogedora, y en los que el guitarrista Niño Josele y yo habíamos llevado a cabo, en el mismo teatro, un espectáculo -música y palabra- dedicado a Paco de Lucía, tuve tiempo de hablar largamente con Juan, de compartir recuerdos y revivir esas esplendorosas noches -como un ritual gozoso de la vida y el arte- con la presencia de su madre, sus hermanos y tantos amigos. La fiesta, rozando el amanecer, siempre terminaba con un canto coral en el que todos participábamos y su madre, María la Perrata, acompañada a la guitarra de su hijo Pedro Peña y su sobrino Pedro Bacán, hacía los solos: "Ya se van los gitanos/ por los caminos/ y la alegre caravana/ que ese es su sino…"

La fiesta, rozando el amanecer, siempre terminaba con un canto coral en el que todos participábamos
El 11 de septiembre de 1972 se emitía por TVE el programa de la serie "Rito y Geografía del Cante" dedicado a Juan Peña el Lebrijano. En la entrevista que yo, como uno de los autores de dicha serie, le hacía, Juan me contaba: "Empecé a cantar en mi casa, desde pequeño, escuchando a mi madre, a mis tíos y a todos los grandes que pasaban por allí. Después, a los quince años, me hice profesional, han ocurrido muchísimas cosas y he sobrevivido a todas". "Mi evolución ha sido total. Comencé interpretando lo que escuchaba, sin tener conciencia clara de lo que quería. Ahora es diferente porque busco una fuente de inspiración nueva, de músicas y formas distintas. Hay que crear, crear a la fuerza". "El ritmo lo es todo. Hay que tener ritmo para pintar, para escribir, para hablar y para cantar. Es la base principal de la vida y el flamenco".

En estos momentos, encima del féretro con los restos de Juan el Lebrijano han colocado la bandera de la gente de su raza. "Ya se van los gitanos/ por los caminos…"